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¿PUEDE UN PAPA ENSEÑAR EL ERROR?


Lo dicho en esta entrada deriva del hecho de la indefectibilidad del papa en la fe. Nunca un papa legítimo caerá en el pecado contra la Fe en su persona particular ni en sus manifestaciones públicas y privadas. Lo siguiente es un corolario particular que establece que la enseñanza de un papa- en cualquier grado, extraordinario u ordinario- estará también inmune contra el error.

Se comprenderá entonces que indefectibilidad e infalibilidad están estrechamente unidas. Siendo ésta última un aspecto particular de aquélla.

Véase el documento de esta entrada en PDF

¿PUEDE OCURRIR QUE UN PAPA ENSEÑE UN ERROR EN LA FE?

Si el papa tiene una fe siempre pura, no se ve cómo el podría enseñar un
error en la fe. A este argumento de razón se puede adjuntar la voz del magisterio.

El concilio ecuménico de Vaticano I publica dos textos sobre la infalibilidad: Dei
Filius y Pastor aeternus.

Los Padres del Vaticano afirman categóricamente la infalibilidad COTIDIANA de San Pedro y de su Iglesia. Por la bula Aeterni Patri de 3 de julio de 1868, Pío IX convoca un concilio ecuménico y exhorta al mundo católico a tener confianza en la Iglesia. “Para que ella procediera siempre con un orden y una rectitud infalibles, el Divino Salvador le prometió que estaría con ella hasta la consumación de los siglos”.
La enseñanza de Pío IX fue retomada y desarrollada por los Padres del concilio en su constitución dogmática Dei Filius de 26 de abril de 1870. El prólogo es muy bello: “Jesucristo a punto de retornar a su Padre celeste, promete estar con su Iglesia militante sobre la tierra todos los días (¡!), hasta la consumación de los siglos (cf. Mateo XXVIII,
19-20)”. Un poco más adelante, Los Padres conciliares se alegran de que la Iglesia sea perpetuamente regida por el Espíritu Santo. “Por eso, en ningún tiempo ella sabría dejar de atestiguar y predicar la verdad de Dios, la cual cura todo; ella no ignora lo que le ha sido dicho: “Mi Espíritu, que está en ti, y mis palabras que he puesto en tu boca, no se alejarán jamás de tu boca desde este día hasta la eternidad” (Isaías LIX, 21)”.

Deben ser creídas, de fe divina y católica, todas las cosas que son contenidas en la palabra de Dios, sea escritas, sea transmitidas por tradición, y que la Iglesia, sea por un juicio solemne, sea por el magisterio ordinario y universal, propone como siendo divinamente revelada” (Vaticano I, constitución dogmática Dei Filius, 26 de abril de
1870. ch. 3 titulado “de fide”. Así pues, la enseñanza infalible de la Iglesia puede revestir dos formas: una definición solemne con gran pompa (bula, concilio) o un documento de aspecto exterior modesto (alocución, encíclica…).

Al presentar el esquema de este texto a los Padres del Vaticano, Mons. Simor, relator de la Diputación de la Fe, les dice “Este parágrafo es dirigido contra aquéllos que pretenden que se está obligado a creer únicamente lo que ha sido definido por un concilio, y que no se está obligado a creer igualmente lo que la iglesia docente dispersada predica y enseña con acuerdo unánime como divinamente revelado” (in: Jean Michel Alfred Vacant: Estudio sobre las constituciones del concilio Vaticano según las actas del concilio, Paris y Lyon 1895, 1. II. p. 89).

Según otro relator de la Diputación de la Fe, Mons. Martin, este parágrafo enseña que el magisterio ordinario es tan infalible como el magisterio extraordinario:Es necesario creer todas las cosas que Dios ha revelado y nos propone creer, por intermedio de la Iglesia, y esto, CUALQUIERA QUE SEA EL MODO DE EXPRESIÓN que ella eligiera (quomodocumque). Por esta doctrina es excluido el error de aquéllos que quieren que sea necesario solamente creer de fe divina los artículos de fe formalmente definidos, y que en consecuencia, se esfuerzan en reducir casi al mínimum la suma de verdades a creer” (ibídem, p. 372)
Jesucristo, a punto de retornar a su Padre Celestial, prometió estar con su Iglesia militante sobre la tierra TODOS LOS DÍAS, hasta la consumación de los siglos. Por lo tanto no ha dejado EN NINGÚN TIEMPO (nullo unquam tempore) de sostener a su esposa bien amada, DE ASISTIRLA EN SU ENSEÑANZA, de bendecir sus obras y de socorrerla en los peligros” (Vaticano I: Dei Filius, Prólogo)
Esta infalibilidad cotidiana, atribuida al conjunto de la Iglesia en Dei Filius deriva de la infalibilidad cotidiana del papa solo. Los obispos del universo entero no se equivocan en absoluto en su magisterio ordinario de todos los días, porque se apoyan sobre la fe indefectible del pontífice romano. La Iglesia es infalible, porque ella reposa sobre la roca indestructible de la fe de Pedro. Es lo que surge claramente de la constitución dogmática Pastor aeternus, publicada el 18 de julio de 1870 por Pío IX con la aprobación de los Padres del Vaticano.

“Para que el episcopado fuera uno e indiviso” se puede en efecto leer en el prólogo de Pastor aeternus, “para que la multitud de todos los creyentes fuera conservada en la unidad de la fe (…Cristo coloca) al bienaventurado Pedro por encima de los otros apóstoles (…a fin de que) sobre la firmeza de su ley se elevara el edificio sublime de la Iglesia que debe ser llevada hasta el cielo”.

El capítulo 4 de Pastor aeternus es más explícito: “(Los cristianos de provincias) han comunicado a la Sede apostólica los peligros particulares que surgían en materia de fe, para que los daños causados a la fe fueran reparados allí donde no podría sufrir desfallecimiento. (cf. San Bernardo: Carta 190). (…Todos los Padres de la Iglesia y todos los doctores ortodoxos) sabían perfectamente que la Sede de Pedro permanecía pura de todo error, según los términos de la promesa divina de nuestro Señor y Salvador al jefe de sus discípulos: “ Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca jamás; y cuando tú seas convertido, confirmes a tus hermanos” (cf. La carta del papa San Agatón al emperador, aprobada por el VI concilio ecuménico)5. Este carisma de verdad y de fe para siempre indefectible ha sido acordado por Dios a Pedro y a sus sucesores en esta cátedra”.

Lo que es sobresaliente, es que el capítulo 4 de Pastor aeternus, donde se trata de la fe inquebrantable del papa, culmina justamente con la definición de infalibilidad pontificia. Esta definición comienza con las palabras “Es por esto…” Por la expresión “es por esto”, los Padres establecen un lazo con lo que precede, a saber la fe inquebrantable. La infalibilidad de la enseñanza – ¡notemos bien el nexo! Deriva de la fe siempre pura. De suerte que al ser la fe siempre pura, la enseñanza será forzosamente por vía de consecuencia, ¡siempre pura de todo error!

Este carisma de verdad y de fe por siempre indefectible ha sido acordado por Dios a Pedro y a sus sucesores en esta cátedra (…) ES POR ESTO, ligándonos fielmente a la tradición recibida desde el origen de la fe cristiana definimos como un dogma revelado por Dios:

El pontífice romano, cuando habla ex cathedra, es decir cuando, desempeñando su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define, en virtud de su suprema autoridad apostólica, que una doctrina sobre la fe o las costumbres debe ser cumplida por toda la Iglesia, goza, por la asistencia divina a él prometida en la persona de San Pedro, de esta infalibilidad que el divino Redentor ha querido que fuera provista su Iglesia, cuando ella defina doctrina sobre la fe y las costumbres. En consecuencia, estas definiciones del pontífice romano son irreformables por ellas mismas y no en virtud del consentimiento de la Iglesia. Si alguno, lo que Dios no quiera, tuviera la presunción de contradecir esta definición, que sea anatema” (Pastor aeternus, ch. 4).

Destaquemos, enseguida, que esta definición no prescribe ningún modo de enseñanza específico. Vaticano I dice: el pontífice romano es infalible “cuando él define” y no: “solamente cuando define solemnemente”. No se precisa tampoco que el pontífice romano deba escribir obligatoriamente: “Nosotros definimos”. Basta que declare que tal o cual punto forma parte de la doctrina o de la moral cristiana.

Analicemos más de cerca la definición. Cuando el papa enseña solo, “goza (…) de esta infalibilidad (de) la Iglesia”. Luego esta infalibilidad de la Iglesia, como lo hemos visto en el prólogo y en el capítulo 3 de Dei Filius, engloba los dos modos de enseñanza (magisterio extraordinario y magisterio ordinario). Así, el papa enseñando solo, es infalible cuando impone una doctrina a los fieles, sea por una definición solemne (modo extraordinario) o por su enseñanza de todos los días (modo ordinario).

Retengamos bien esto: Vaticano I no dice de ninguna manera que el papa sería “SOLAMENTE” infalible en sus definiciones solemnes. ¿Por qué? Y bien,
¡simplemente porque el papa es TAMBIÉN infalible en su enseñanza de todos los días! Esto surge netamente de una puntualización de Mons. D’Avanzo, el relator de la Diputación de la Fe de Vaticano I: “La Iglesia es Infalible en su magisterio ordinario, que es ejercido cotidianamente principalmente por el papa, y por los obispos unidos a él, que por esta razón son, como él, infalibles de la infalibilidad de la Iglesia, que es asistida por el Espíritu Santo todos los días (…)

Pregunta: ¿Luego a quién pertenece el cada día en que Dios hace:
1. declarar las verdades implícitamente contenidas en la revelación?
2. definir las verdades explícitas?
3. vengar las verdades atacadas?

Respuesta: Al papa, sea en concilio, sea fuera de concilio. El papa es, en efecto, el Pastor de los pastores y el Doctor de los doctores” (Mons. D’Avanzo), relator de la Diputación de la Fe del primer concilio del Vaticano: “Status questionis” (“estado de la cuestión de la infalibilidad”), comienzos de julio de 1870; documento histórico nº 565 del apéndice B de las actas del concilio, in: Gerardus Schneemann (ed.): Acta et decreta sacrosanti oecumenici concilii Vaticani cum permultis aliis documentis ejusque historiam spectantibus, Freiburg 1892, col. 1714).

He aquí todavía otra intervención, del mismo relator de la Diputación de la Fe. “Hay, en la Iglesia, un doble modo de infalibilidad: el primero se ejerce por el magisterio ordinario. (…) Es porque, lo mismo que el Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad permanece todos los días en la Iglesia, la Iglesia también enseña todos los días las verdades de la fe, con la asistencia del Espíritu Santo. Ella enseña todas las verdades, sea ya definidas, sea explícitamente contenidas en el depósito de la revelación, pero no definidas todavía, sea, en fin, aquéllas que son el objeto de una fe implícita. Estas verdades, la Iglesia las enseña COTIDIANAMENTE, TANTO PRINCIPALMENTE POR EL PAPA, como por cada uno de los obispos en comunión con él. Todos, el papa y los obispos, en esta enseñanza ordinaria, son infalibles con la infalibilidad misma de la Iglesia. Ellos difieren solamente en esto: los obispos no son infalibles por ellos mismos, sino que tienen necesidad de la comunión con el papa que los confirma, pero EL PAPA, ÉL NO TIENE NECESIDAD DE OTRO QUE DE LA ASISTENCIA DEL ESPÍRITU SANTO, QUE LE HA SIDO PROMETIDA. Así, el enseña y no es enseñado, él confirma y no es confirmado” (Intervención oficial de Mons. D’Avanzo, relator de la Diputación de la Fe, ante los Padres del Vaticano, in: Dom Paul Nau “Le magistère pontifical ordinaire, lieu théologique. Essai sur l’autorité des enseignements du souverain pontife”, in Revue thomiste, 1956, p. 389 – 412 extraído por Neubourg 1962, p. 15).

Algunos años después del concilio Pío IX critica a los católicos liberales (Carta Per trstissima, 6 de marzo de 1873). Allí se encuentra una frase clave: “ellos se creen más sabios que esta cátedra a la que ha sido prometido un socorro divino, especial y PERMANENTE”. Visto que la cátedra de Pedro goza de una asistencia permanente del Espíritu Santo, la infalibilidad “ordinaria” es atribuida no solamente a la Iglesia universal, sino también al papa enseñando solo. El magisterio pontificio ordinario es, él también, infalible. El conocimiento de todos estos pasajes constituye una ayuda preciosa para comprender bien el sentido de la famosa definición de la infalibilidad pontificia hecha en Vaticano I. Pues es grande el peligro de malinterpretar Pastor aeternus. Un especialista en la cuestión, Dom Nau, pone en guardia a los teólogos que disertaban sobre el crédito a acordar al magisterio pontifical: “El más grande peligro” es “quebrantar la confianza y la adhesión de los fieles. Sería particularmente peligroso oponer magisterio solemne y ordinario a partir de las categorías demasiado simplistas de falible e infalible” (Nau, op. cit.). El dominio de la infalibilidad del papa cubre en efecto no solamente el magisterio extraordinario, sino también el magisterio ordinario. La gran mayoría de los católicos, sin hablar de los teólogos, sabe que Vaticano I ha proclamado la infalibilidad del pontífice romano. Pero lo que se olvida bastante a menudo, es que Vaticano I definió una infalibilidad para los dos modos de enseñanza: 1. la enseñanza pontificia extraordinaria (solemne); 2. la enseñanza ordinaria.

El magisterio pontificio ordinario es, él también, infalible, se trate de una alocución, de una encíclica o de una bula de canonización. Para que el texto sea infalible, basta simplemente que el papa quiera imponer una doctrina a todos los fieles comprometiendo su autoridad pontificia: Ciertas fórmulas empleadas en los documentos concernientes al magisterio ordinario prueban que el papa quiere comprometer su infalibilidad. Citamos algunos ejemplos:

La interdicción de la contracepción artificial es “la expresión de una ley natural y divina, contraria al orden establecido por Dios” (Pío XII: Discurso a las parteras, 29 –
30 de octubre de 1951). “En calidad de maestro supremo de la Iglesia, Nos hemos, sentados en la cátedra de San Pedro (ex cathedra Divi Petri) pronunciado solemnemente: en honor de la Trinidad santa e indivisible, para la exaltación de la ley católica y la extensión de la religión cristiana, en virtud de la autoridad de NSJC, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra (…) Nos definimos y declaramos que la bienaventurada Jeanne Antide Tiouret es santa” (Pío XI: carta decretal Sub salutiferae, enero 14 de 1934).
Penetrado del deber de nuestro cargo apostólico, y pleno de solicitud por nuestra santa religión, por la sana doctrina, por la salud de las almas que nos es confiada de lo alto y por el bien mismo de la sociedad humana, Nos hemos creído deber elevar nuevamente la voz” (Pío IX: encíclica Quanta cura, diciembre 8 de 1864).

“En tanto que doctor de la Iglesia Universal”, Pío XII enseña los “misterios revelados por Dios” válidos para “todo el pueblo de Dios” (encíclica Mystici corporis, junio 29 de 1943). Los términos empleados por Pío XII, ¿no indican claramente que él habla “ex cathedra”? y esta enseñanza infalible, ¿no se encuentra en un escrito ordinario? Desde luego, ¿cómo se puede reducir el dominio de la infalibilidad pontificia a las únicas definiciones solemnes, en los casos de la definición de la Inmaculada Concepción en 1854 y la de la Asunción en 1950? ¿No es amputar la doctrina católica?

Visto que ciertos teólogos (pseudocatólicos) niegan la infalibilidad del magisterio ordinario pontificio, Pío XII reafirma netamente la infalibilidad permanente de los pontífices: No puede afirmarse que las enseñanzas de las encíclicas no exijan de por sí nuestro asentimiento, pretextando que los Romanos Pontífices no ejercen en ellas la suprema majestad de su Magisterio. Pues son enseñanzas del Magisterio ordinario, para las cuales valen también aquellas palabras: El que a vosotros oye, a mí me oye; y la mayor parte de las veces, lo que se propone e inculca en las Encíclicas pertenece ya — por otras razones— al patrimonio de la doctrina católica. Y si los sumos pontífices, en sus constituciones, de propósito pronuncian una sentencia en materia hasta aquí disputada, es evidente que, según la intención y voluntad de los mismos pontífices, esa cuestión ya no se puede tener como de libre discusión entre los teólogos. (Encíclica Humani generis, agosto 12 de 1950).

Pío XII se yergue aquí contra las personas que bajo pretexto de que el papa no enseñaría solemnemente, creen que tales escritos pueden contener opiniones contestables. Luego, las encíclicas y otros actos corrientes del “magisterio ordinario”, dice Pío XII, son la voz de Cristo. Y como Cristo no miente jamás, estos textos son por la fuerza de las cosas siempre infalibles. La infalibilidad es así permanente, de ninguna manera limitada a las definiciones solemnes puntuales.

Y el mismo papa decía en otra ocasión: “Cuando se hace oír la voz del magisterio de la Iglesia, tanto ordinario como extraordinario, recibidla con un oído atento y con un espíritu dócil” (Pío XII a los miembros del Angélico, enero 14 de 1958).

El papa León XIII manda a los católicos creer todo lo que enseña el papa (nueva prueba de la infalibilidad permanente del soberano pontífice): “Es necesario tener una adhesión inquebrantable a TODO lo que los pontífices romanos han enseñado o enseñarán, y, todas las veces que las circunstancias lo exijan, hacer profesión pública”. (León XIII: encíclica Immortale Dei, noviembre de 1885). El papa no hace ningún distingo entre magisterio extraordinario u ordinario: “Todas las veces que la palabra de este magisterio declara que tal o cual verdad hace parte del conjunto de la doctrina divinamente revelada, cada uno debe creer con certitud que eso es verdadero; pues si esto pudiera de alguna manera ser falso, se seguiría, lo que es evidentemente absurdo, que Dios mismo sería el autor del error de los hombres” (León XIII: encíclica Satis cognitum, junio 29 de 1896).
Todas las encíclicas que condenan los errores modernos de 1789 son del dominio del magisterio ordinario. Ahora bien, León XIII afirma que a este respecto, “cada uno debe atenerse al juicio de la Sede apostólica y pensar como ella piensa. Si pues, en estas coyunturas tan difíciles (crisis de la Iglesia y de la sociedad), los católicos nos escuchan como hace falta, sabrán exactamente cuáles son los deberes de cada uno tanto en teoría como en práctica” (Inmortale Dei, noviembre 1 de 1885). Luego, el magisterio pontificio ordinario es infalible. El papa es infalible cotidianamente.

La expresión “infalibilidad cotidiana del papa” sorprende probablemente al lector, porque es raro leer una aseveración parecida en las revistas o libros actuales. No obstante, esta interpretación de Vaticano I es realmente el reflejo de lo que el papado mismo ha enseñado al respecto de la infalibilidad del magisterio pontificio ordinario. Hemos citado ya Humani generis, citemos todavía otra interpretación auténtica de la definición de Vaticano I, que debería contar con la adhesión del lector, visto que ella emana de un papa:

El magisterio de la Iglesia – el cual, siguiendo el plan divino, ha sido establecido aquí abajo para que las verdades reveladas subsistan PERPETUAMENTE y que sean transmitidas fácilmente y seguramente al conocimiento de los hombres – se ejerce CADA DÍA por el pontífice romano y por los obispos” (Pío XI: encíclica Mortalium animos, enero 6 de 1928).

Conclusión: La enseñanza del papa será siempre irreprochable. Es simple de probar, comparando los prólogos de dos textos de Vaticano I:

1. La Iglesia enseña la verdad todos los días (prólogo de Dei Filius)
2. Esta infalibilidad cotidiana de la Iglesia docente reposa sobre la fe indestructible del papa (prólogo de Pastor aeternus)
3. Luego el papa predica la verdad todos los días así como los obispos en comunión con él.
Esta conclusión es corroborada por otros documentos de Vaticano I presentes en el capítulo siguiente.

RESUMIDO: Según el concilio Vaticano I un papa no enseñará jamás un error en la fe

17 respuestas »

  1. Mons. Ocariz estaría encantado con esta magnífica y erudita exposición. Tanto él como el 99% de los obispos, tras leer este impresionante trabajo que les ahorra esfuerzo en su formación, concluirían: «luego ‘Ut Unum Sint’, ‘Redemptor Hominis’,….’Caritas in veritate’ o el libro ‘Jesús de Nazaret’ , parte I y II de Bendicto XVI, así como por supuesto, ‘Gaudium et Spes’, ‘Lumen Gentiun’, ‘Dei Verbum’, ‘Unitatis Redintegratio’ , ‘Nostra Ætate’.. y las alucociones, mensajes..de su santidades Pablo VI, Juan Pablo II, etc, son todas infalibles porque el Papa no se puede desviar de la Fe ni siquiera como doctor priivado ya que afirmar eso es un error condenado por el Conclio Vaticano I.

    Claro que alguno contestará: »es que esos no son papas; la sede está vacante»

    Pero ante este tipo de argumento me perdí ¿En qué momento ocurrió la vacancia de la Sede? ¿ quién lo decididió? ¿Quién osará juzgar al papa, si sólo Cristo lo puede hacer? ¿Cómo explicar que Cristo ha dejado a la Iglesia sin nadie que confirme en la fe (Pedro) durante 50 años o más, según dónde cada grupo ponga la fecha de la imaginada vacancia? ¿Y quién ‘investirá’ entonces al verdadero sucesor de Pedro, y con qué criterios ? ¿ Cómo se distinguirá al verdadreo Pedro, entre los muchos que se investirían, conforme a los ‘gustos’ y ‘fobias’ de cada grupo, todos, sin embargo, seguidores puntillosos de la concepción aquí expuesta? ¿ Cómo Cristo permitiría que los seguidores de la doctrina de este artículo tuvieran a un sucesor de Pedro distinto en cada grupo? Demasiéee

    Por otra parte sólo y nadie más que la Iglesia puede juzgar sobre la herejía ¿Acaso Pío XII por sí mismo o a través de una institución de la Santa Sede, había declarado hereje a Angelo Giuseppe Roncalli, de manera que invalidara su elección más tarde como Juan XXIII? No que yo sepa ¿Acaso Juan XXIII había declarado hereje a Montini, de manera que invalidara su elección más tarde como Pablo VI? No que yo sepa. Y así podemos seguir con respecto a los siguientes papas. Luego si los Papas válidos y legítimos no declararon que los que más tarde iban a ocupar la Cátedra de Pedro, habían caido en herejía con anterioridad , de manera que esa circunstantancia les impedía la validez de su elección ¿Quién se arroga la potestad de declarar hereje a alguien con anterioridad a su elección, cuando no lo hizo el Papa elegido válidamente, por ejemplo Pio XII respecto a Roncali?

    Y si se afirma que no son papas porque luego de elegidos cayeron en la herejía, se contradice con ello la doctrina sobre la infalibilidad que aquí mismo y en este artículo se sostiene, dado que habría que suponer, en ese supuesto, que la promesa de la inaflibilidad no se ha cumplido. Lo que sería un agravio a Cristo ,que jamás miente porque es la Verdad misma. Y por otra parte ¿quién, individualmente, se arrogará el cometido de la Iglesia para declarar hereje nada menos que a un Papa elegido válidamente?

    Esto planteamiento supone una contradicción in terminis que mi entendimiento no puede aceptar.

    Buen trabajo. Ocariz, si lo lee, se lo agradecerá de corazón. Porque dada la dificultad de esta tesis, no quedan más que dos posiciones, matizables, eso sí. 1º. Todo el magisterio emanado del Concilio vaticano II y el de los Papas Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y II y Bendicto XVI y de los obispos unidos al papa es infalible. 2º Si bien el Papa es infalible en su magisterio Solemne y ordinario, pues efectivamente sería un error afirmar que sólo habla de forma infalible cuando lo hace ex cathedra, no siempre el Papa tiene intención de ‘definir’ ni de imponer a toda la iglesia por lo que hay diferentes grados de asentimientos.

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  2. El Sr. Sofronio ciertamente, tiene un punto valido…

    Desde cierta optica, este erudito trabajo CONFIRMA que hemos de apechugar con lo dicho y promulagdo por Juan XXIII, Paulo VI, juan pablo ii, y benedicto xvi.

    Aunque, hay algunos asuntos que el Sr. Sofronio no incluye en su analisis…
    a) las herejias aceptadas o difundidas publicamente, tiene por contrapartida una excomunion ipso facto… no requieren de que exista una sentencia de algun tribunal o autoridad
    b) Quien las determina?… Simple: en cuanto se apartan de lo enseñado por sus predecesores («enseñan un Evangelio diferente…») lo SABEMOS los que hemos creido lo mismo que se ha creido siempre en todas partes…
    c) Me consta (porque he visto sus escritos) que, por lo menos Wojtyla y Ratzinger ya eran LIBERALES (herejes) ANTES de su «ascencion» al Papado… por lo que sus elecciones son nulas e invalidas… por mas que hayan sido con apariencia de legalidad… Asi que, en esos casos, el Dogma esta a salvo…
    d) De Montini, se sabia de su herejia, por lo cual fue enviado a tierra de nadie… que luego fue «rescadado» por Juan XXIII, ese es otro asunto… Sigue a salvo el Dogma…
    e) de Roncalli, no tengo idea… alguien mas docto que un servidor, podra argumentar…

    Ciertamente, hasta donde se, tambien esta definido dogmaticamente que «un Papa no puede ser juzgado por nadie (en la tierra de los hombres mortales)» Y nadie hemos visto el Jucio Visible de Dios sobre sus «vicarios»…

    Pero, por otro lado, contra los hechos no hay argumentos, y los hechos son que estos señores han contradicho la Doctrina de la Iglesia (fallado en enseñar la Fe), y tambien, por lo tanto, aplica el silogismo

    «Pedro no puede enseñar el error (o contradecir a Pedro)… Ergo, NO SON Pedro»

    E insisto, este terreno escabroso de los papas actuales, esta intimamente ligado al problema o misterio de

    «El Pontifice que decidio la muerte de Cristo, era un autentico pontifice?»….

    La solucion que se aplique alla, sera seguramente, la misma que se aplique aca…
    —————————————————————————————–
    Pregunta:
    cual es el link de la fuente? de «misterio de iniquidad»?
    —————————————————————————————–
    Que opinion les merece el asunto de que YA tenemos «obsipos casados» en el «rito latino» de la iglesia conciliar?

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  3. Mi muy estimado Sofronio:

    Me imagino que Mons. Ocáriz conoce perfectamente estos textos, y la tesis que de ellos se desprende. Pero se le plantea básicamente el mismo problema que a Ud, aunque por motivos opuestos: Tiene que salvar la posibilidad de descartar como relativamente errónea una parte del Magisterio Pontificio, la que condena las barbaridades conciliares, mientras mantiene la obligatoriedad de la enseñanza actual, porque la tiene que imponer por la fuerza a los católicos. Tiene que adoptar una vía media, porque si adopta la postura católica, enseguida le preguntaremos por qué no acepta toda la enseñanza antiliberal, y si afirma una falibilidad casi completa, entonces los católicos le dirán que no tienen ninguna obligación de aceptar las enseñanzas conciliares. Ud. Tiene el mismo problema, descartar unos documentos y aceptar otros, sin dejar de aceptar la infalibilidad pontificia, que no queda otro remedio que modificar por necesidades de la causa. Llevamos más de 40 años con la misma cuestión a vueltas, por no querer aceptar la única solución posible: Sí, esos no eran Papas, y por consiguiente, no pueden gozar de ninguna infalibilidad.

    Fíjese en que los enemigos que han conseguido tomar el control de las estructuras eclesiásticas han pensado en estas cosas mucho antes que nosotros, de hecho, desde hace por lo menos un milenio, y en ese tiempo, han ido refinando la técnica, inventando un montón de falsas cuestiones, falsas soluciones, múltiples vías de garaje que compliquen una cuestión en sí bastante sencilla y que además, ya ha sido resuelta por la máxima autoridad hace siglos. Todo ello para desesperar a los católicos deseosos de encontrar una solución, y paralizarlos, sino en la inacción total, al menos divertirlos en una serie de luchas secundarias que no pongan en peligro su dominio sobre dichas estructuras.

    Entre los mismos católicos identificados más o menos acertadamente como sedevacantistas, existen notables divergencias que me hacen harto comprensible la perplejidad que se desprende de sus preguntas, que procuraré contestar brevemente:

    Parece suponer que un Papa verdadero, legítimamente elegido, pierde en algún momento su cargo. No hay tal: Un Papa no pierde el Pontificado, por lo que no hay que buscar un momento inexistente. Nadie ha decidido de lo que es imposible. Nadie juzga al Papa, ni tiene poder para ello.

    Nuestro Señor, Cabeza de la Iglesia, no abandona su Iglesia dejándola temporalmente sin Papa, y desde luego, no la dejaría indefensa en manos de unos lobos que ella se vería obligada a reconocer como pastores legítimos, y por lo tanto, a obedecer unas órdenes que son directamente mortales para ella.

    Si existen varios grupos, cada uno con su propia ideica sobre el momento y circunstancias de la vacancia, se debe en parte a que los católicos preconciliares no hicieron caso de los muchos avisos celestiales que les advertían de la situación que venía, por lo que no se prepararon estudiando la enseñanza y la práctica de la Iglesia para esos casos, y se dejaron llevar por la punta de la nariz por las mil y una trampas que de antemano habían preparado sus enemigos, llevándolos a polémicas tan estériles como imposibles de resolver. Y se debe también al miedo de muchos a perder su pequeño confort y a ser perseguidos si afirman claramente la total vacancia no sólo de la sede romana, sino de todas las demás sedes episcopales.
    Por eso inventan cualquier tipo de escapatoria, complicando una cuestión harto sencilla cuando se plantea bien.

    ¿Quién designará entonces un nuevo sucesor de Pedro, y con qué criterios?
    He aquí la pregunta del millón, precisamente la que hace retroceder a todo el mundo, que prefiere reconocer a un falso papa en vez de esperar lo que NS disponga…

    En un futuro post largo contestaré circunstanciadamente, aquí sólo apuntaré lo mínimo:
    Igual que en el Siglo XIV, cuando el cisma de Occidente, no tenemos electores indudables, sino meramente putativos, lo que se conoce en derecho como título colorado, es decir, que aunque no tengan ninguna legitimidad, tienen cierta facultad para aglutinar el consenso general de los fieles en torno a la persona del futuro elegido. En el Concilio de Constanza, se juntaron los cardenales de las distintas obediencias, se adjuntó un obispo para cada uno, y todos ellos hicieron elección. Prescindiendo por ahora de intervenciones sobrenaturales, lo mismo ocurrirá en el futuro: Unos cardenales al menos tan dudosos como los de Constanza, pero capaces de suscitar unanimidad sobre el elegido, designarán, y la unanimidad moral de pastores y fieles validarán la elección, lo mismo que ocurrió con Martín V en 1417.

    Estará pensando en los diferentes intentos de ciertos grupos llamados conclavistas, con resultado entre inútil y ridículo, es evidente que no me refiero a nada de esto.

    Veo que a continuación, considera la tesis correcta: Nunca han sido Papas, por herejía antecedente a la elección. Pero confunde el delito de herejía, que exige declaración de autoridad, con pecado de herejía, que puede ser simplemente oculta, y no necesita de ninguna declaración autoritativa.

    Debería ser evidente que los electos conciliares eran herejes ocultos, taimados y enormemente bien preparados para no dejar traslucir sus intenciones y pensamiento, arriesgándose a comprometer su elección si manifestaban el más leve indicio, sobre todo en el caso de Juan XXIII.

    Por eso la práctica codificada por Pablo IV supone que la herejía sólo podrá ser evidenciada a posteriori, y por ello, cuida mucho en precisar a todos los católicos que no deben esperar ninguna declaración autoritativa para separarse del usurpador, denunciarlo y expulsarlo de la sede que ocupa contra derecho.
    Nisiquiera sería necesaria una afirmación claramente herética. Como ocurrió en el caso de Pascual II, una decisión de gobierno que hiciera sospechar de las intenciones del electo sería suficiente para determinar el comienzo de un proceso que podría acabar con la dimisión del interfecto no arrepentido…

    Por sus últimas palabras, me alegra comprobar que ha entendido por qué no es posible que un Papa verdadero pierda su cargo por herejía.

    Resumiendo:

    Habiéndose demostrado por muchos y graves autores que de Juan XXIII en adelante, por sus hechos, palabras y omisiones, los ocupantes del trono petrino han demostrado haber sido elegidos en fraude de ley, por lo que su magisterio en modo alguno pudo gozar de infalibilidad,

    Y quedando igualmente claro que un verdadero Papa nunca podría haber obrado y enseñado según lo visto en los susodichos,

    No cabe reconocerlos como Papas ni siquiera «materialiter».

    Última escapatoria ocariciana: No hace falta que el Papa quiera definir o no, el Espíritu Santo cubre al Papa y lo protege del error SIEMPRE, lo de los grados de asentimiento no va relacionado con unos inexistentes grados de infalibilidad, sino con la voluntad de la Iglesia de imponer con más o menos fuerza una determinada doctrina.

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  4. Estimado Fr. Lugo (o Fr. Chebo?):

    Despues de ese analisis, quedan, ademas, las siguientes conclusiones:

    a) La FSSPX no tiene autoridad, al estar adherida «materialiter» a un papa «materialiter» (al menos en sus dirigentes actuales)
    b) Tal cual lo apuntan los obispos del Patriarcado de Ucrania, TODA la jerarquia adherida a roma (obispos, monseñores, sacerdotes, monjas, frailes y acolitos) (quienes, curiosamente, no se quejan del CVII, sino del ‘metodo historico-critico’) estan fuera de la olla, en la apostasia…
    c) Toda la feligresia adherida a los susodichos sacerdotes, frailes, obispos, etc. son, al menos, herejes materiales (es decir: conforman entre todos una secta)

    Donde quedaria, en este analisis, la Iglesia Catolica?… SS Pio XII nos hace recuerdo de que la Iglesia es VISIBLE tanto por sus miembros como por su Jerarquia… Y por sobre todo: donde quedarian los Sacramentos (validos, desde luego)?

    La Iglesia conciliar (ya quedamos que es secta?) no puede porque «no hacen lo que quiere la Igleisa»… la FSSPX no puede porque esta adherida a la misma secta conciliar…

    Y entre el sedevacantismo disperso, vaya Ud. a saber quienes si (en las ordenaciones) guardan La Fe…

    En todo caso, a mi me parece que «el obstaculo fue removido» (que era La iglesia, apuntalada por Pedro) para que se haya suprimido «El Sacrificio» Perpetuo…

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  5. Estimado Derechos de Dios:

    a) Es verdad que la FSSPX no tiene ninguna existencia canónica real, como tampoco ninguna jurisdicción canónica, por mucho que alguno de sus miembros quiera considerar a los sacerdotes resistentes como «vagus», mientras que ellos gozarían del privilegio de una posición reconocida.

    b) Desde el punto de vista meramente externo y jurídico, sin entrar a valorar el estado interno de cada uno, efectivamente, pertenecen a un cuerpo eclesiástico que ya NO es la Iglesia católica. Buena parte de ellos, posiblemente, sólo de manera material, porque cometen un error involuntario y muy comprensible sobre dónde se encuentra la verdadera Iglesia, y se fían de lo que quieran contarles los pastores aparentes. Se encuentran en una situación análoga a la de los ortodoxos, que en su mayor parte identifican la Iglesia con cada una de sus iglesias, y a quienes resulta enormemente difícil reconocer actualmente a la Iglesia Romana como Madre y Maestra, vistas las enormes calumnias que desde hace bastante más de un milenio vienen sembrando algunos obreros de iniquidad, esos sí, formalmente herejes y cismáticos.

    c) No todos los fieles que declaran adherirse a los usurpadores conciliares pueden a la vez ser tenidos por herejes materiales, puesto que una parte sustancial de ellos rechazan todos los errores conciliares, aunque una mal entendida fidelidad, la inseguridad, o el escrúpulo hacen que sigan unidos a ellos.

    La Iglesia Católica sigue existiendo visiblemente en todos los católicos no comprometidos con la Iglesia conciliar.
    Si bien es verdad que esa visibilidad se traduce ordinariamente en la existencia visible de unos ritos sacramentales y una jerarquía de jurisdicción, puede perfectamente haber tiempos y/o lugares en que éstos no existan, sin que falte visibilidad. Fue el caso, por ejemplo, de los kakure kirisitan, los cristianos escondidos de Japón, evangelizados por los jesuitas en el S. XVI, y perseguidos, sin sacerdocio ni casi sacramentos hasta el S. XIX, y conservando sin embargo una visibilidad mínima, mientras aspiraban al restablecimiento del régimen normal de esa visibilidad. Mientras exista esa preocupación de restablecer el régimen normal, no puede considerarse que la visibilidad se ha perdido, como en las comunidades protestantes, por ejemplo.

    Los conciliares deberían saber que los nuevos ritos de todos los sacramentos menos el del bautismo y el del matrimonio han sido invalidados, por lo que les quedan cada vez menos obispos o sacerdotes válidamente ordenados, carentes además, del poder de jurisdicción.

    Los sacramentos válidos perseveran en todos los sacerdotes y obispos válidamente ordenados o consagrados, tanto de rito latino como oriental, y de momento, no se hallan en peligro.

    Lo que sí falta, es el poder de jurisdicción. Ningún jerarca latino ha sido nombrado por una verdadera autoridad, y en cuanto a los 4 obispos ucranianos,si bien cabe esa posibilidad en el derecho oriental, tengo mis dudas de que se les pueda aplicar, tendré que investigarlo…

    Pero como el derecho de los antecesores permanece virtualmente en los sucesores, aunque entre uno y otro haya transcurrido mucho tiempo, volveremos a tener jerarquía de jurisdicción cuando las circunstancias hagan posible la elección de un nuevo Papa, fuente de toda jurisdicción en la Iglesia.
    Como dicen los Doctores, lo realmente importante es que siempre permanezca en los fieles ese cuidado y preocupación de dar un sucesor, de modo que no se interrumpa la cadena moral con los antecesores, y se inaugure una nueva sucesión, de modo que no pueda estimarse que la sede ha caído en desherencia, como es el caso de muchos antiguos obispados en tierras cristianas ocupadas por los musulmanes.

    Es indudable que los fieles católicos, tanto los aprisionados en la Iglesia conciliar como los otros, desean con toda su alma tener un Papa verdadero, aunque no sean conscientes de la verdadera situación de la institución.Mientras sigan así hasta que se den las condiciones para una elección, no hay solución de continuidad.

    Lo que sí se daría, en el caso de plantearse seriamente la posibilidad de elegir a un hipotético Papa que ya no sería obispo de Roma, sino que trasladaría su sede a Jerusalén, (para los ucranianos), o a Fátima(según algunos extremistas).
    Ahí sí que habría ruptura de la línea, y esa Iglesia ya no sería la fundada por Cristo.

    Es por ello que cuando los Papas tuvieron que residir en Aviñón, seguían siendo Obispos de Roma, y la Curia era la Curia Romana residente en Aviñón.

    Y lo mismo que los fieles de los SS XIV y XV tuvieron que esperar las condiciones propicias para una buena elección, así tendremos que esperar que la Providencia las disponga. Mientras tanto, tenemos el deber de secundarLa, explicando con discreción y paciencia a nuestros hermanos católicos cuál es su situación, de modo que puedan aceptar la elección que en el futuro se verifique.

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  6. Estimado:
    La fuente está en la barra lateral. Hay un capítulo del libro en el que se demuestra que Juan XXiii [y los otros papas conciliares] cayeron en la herejía ANTES de ser elegidos papas. Aunque tb después de la elección, lo que corroboraría la herejía o herejías anteriores. La herejía cuando es notoria y pública no necesita sentencia de nadie para inhabilitar a alguien para ser elegido papa. (cfr.San Roberto en este mismo blog)
    Mire lo que se puede ver poniendo el cursor sobre la imagen de Benedicto XVI : Como hereje…… de Mons.Williamson

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  7. Estimado Sofronio:
    Sus objeciones son algunas de las refutadas en el texto de la barra lateral objeciones…
    Algunas tb están refutadas por la Hª (Avignon- 40 años sin papa cierto, Arrianismo con todos los obispos herejes, cristiandad japónica 300 años sin sacramentos… testimonio de San Atanasio que puede leer en la barra)
    Creo que en su posición reluctante hay más de emoción que razón. Lea la pag. Tiempos apocalípticos.
    También tiene que confiar en N.S. que pondrá fin a la actual situación con modos extraordinarios u ordinarios (hay muchas profecías que aseguran lo primero (léalas en Santa Iglesia Militante)
    A nosotros nos toca mantener una fe intachable de la mano de 260 papas que han precedido a la actual situación(Magisterio ordinario o extraordinario). El premio es la paz del alma que Xto infunde solamente a los que guardan y creen en su palabra. Mire a los conciliares cómo se pelean continuamente, siempre denunciando a otros o despreciandolos sin caridad… y en el fondo están inseguros de su propia posición. Además los que estamos con los papas además de disfrutar de unidad, verdad y paz, estamos en el camino del cielo. Los conciliares o quien están una cum un papa hegeliano(cursor en la imagen del papa) que cree que la verdad es temporal y relativa (mire el post último) si lo hacen FORMALITER NO PUEDEN SALVARSE. NO HAY PAZ PARA LOS IMPÍOS

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  8. » de modo que puedan aceptar la elección que en el futuro se verifique.»

    Espero que mi pesimismo, no sea desmedido… Pero, tengo la impresion de que el destino nos alcanzara antes de que esto suceda (para emplear una frase de Hollywood).

    Tengo la creencia de que lo unico que impide la destruccion del mundo o humanidad, es la Real Presencia en los sagrarios… Es decir: que lo que sostiene a este mundo en pie, es la presencia del Redentor en suelo terrestre, donde algunos (como en los tiempos del Profeta, que pedia 20,10,5 hombres para no destruir la ciudad) aun rinden culto de Latria al Autor de la Vida… Y que, faltando esta, ya no hay razones para que la Justicia Divina no ajuste cuentas con un mundo que ha rechazado a su creador…

    Lo demas, ya estara en el campo de lo especulativo, pues, quien conoce los secretos de Dios?…

    Aunque hay un hecho que es esperanzador: Sn Juan Evangelista, probablemente no murio… Y en su Apocalipsis, el «Angel Fuerte», le dice, despues de que manducara el libro, que debia de evangelizar «nuevamente»… Asi que puede ser el quien cierre el cliclo de las Naciones…

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  9. Tks por la informacion… no habia notado los links en la barra lateral…

    En cuanto a la opinion de Mons. Williamson:
    Puede ser (puede, considerar la posiblidad) de que la FSSPX sea hoy en dia, «oposicion controlada»… Porque? porque, aun cuando justamente reconocen las notorias, publicas y freneticas herejias vaticanas, (y lo designan con la palabra adecuada: herejias), no aciertan a reconocer al AUTOR de las herejias como hereje… Y aun mas: buscan un reconocimiento por parte de esa autoridad a la que, indirectamente, identifican como heretica…

    Suena o parece ser mas a que, sabiendo quien es el enemigo, aun asi, quieren dormir con el…

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  10. Por si les interesa al WebMaster y a Fr. Lugo: estamos tomando posts de este blog en la animada discusion sombre la vacancia de la Silla en el post:

    http://eccechristianus.wordpress.com/2012/03/22/respuesta-a-la-carta-abierta-de-mons-nicola-bux/#comment-1533

    Las opiniones y comentarios, desde luego, seran apreciadas para intentar llevar luz a los lectores (y los que ahi debatimos… Y ese post, que ya esta un tanto largo, es en parte , lo que me ha mantenido ocupado, (demas de las obligaciones propias))

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  11. Pero contra esta interpretación rigorista del magisterio ordinario, que en mi modesto entender y en el de muchos, incluso de entre los denominados ‘sedevacantistas’, están la distinción e interpretación católica.

    Por una parte, Pastor Aeternus, establece la infalibilidad del Pontífice cuando habla ex cathedra y a la vez, las notas que distinguen esta manera de enseñar, sobre todo para que no usen indebidamente los teólogos con abuso, para sus propios fines e ideologías.

    De otra parte, es obvio que dicha infalibilidad prometida a la Cátedra de de Pedro no cesa cuando él, sin hablar solemnemente, quiere ejercer el supremo magisterio. Sabemos que confirma el ejercicio de ese magisterio supremo cuando expone y explica la doctrina definida por sus antecesores en el mismo sentido; en este caso, el fiel católico no tiene duda porque, permítaseme la expresión, “llueve sobre mojado”; pero cuando el papa no compromete su autoridad pontificia sobre una doctrina nueva o cuando de alguna forma no expresa la obligación universal (v. gr. Para el desarrollo implícito de una doctrina), le resultará imposible al católico fiel distinguir entre la doctrina infalible y la meramente auténtica, más aún si en otras alocuciones o documentos del mismo tenor hay duda fundada de contradicción y a ambas le falta el compromiso de su autoridad y la obligación universal.

    Ejemplo históricos hay muchos; como el caso del Papa Honorio, que fue condenado por dos concilios ecuménicos, pero como no es admitido como argumento ya que se dice que las actas de dichos concilios fueron falsificadas (¿es posible saberlo con certeza?), según otros debates en este blog, no insistiré sobre él ni lo traeré como defensa, ni tampoco la Fórmula de Sirmio del papa Liberio por la misma razón, ni el concilio cadavérico y el papa Formoso, ni la carta a los Gálatas, pero sí me apoyaré en otros ejemplos y en distinto orden, en este caso sobre la ley litúrgica.

    Por ejemplo el Pontifical Romano indicó, durante mucho tiempo, que la porrección del cáliz, en la ordenación sacerdotal, constituía la materia del sacramento. Pero Pío XII definió lo contrario (Sacramentum ordinis, 1947), a saber que la sola imposición de manos por el obispo constituye la materia del sacramento de orden.

    Otro ejemplo: El Pontifical Romano del siglo XIII afirmaba que la consagración del vino se podía realizar sin las palabras de la consagración, por el solo contacto del vino con una hostia consagrada.

    En estos casos es evidente que la ley litúrgica no constituía una afirmación dogmática, ni infalible, y además errónea.

    Que esta posición que defiendo también es reconocida entre muchos sedevacantistas es evidente: Sólo un ejemplo más: Los hermanos Dimond, en su libro ‘Fuera de la Iglesia Católica no hay Salvación’, esgrimen como argumento contra el bautismo de deseo in re, o in voto, que se deriva de la doctrina de Pío XII en la encíclica Mysticis corporis, que no todas las declaraciones del Pontífice son infalibles: No se trata de entrar en el debate del bautismo de deseo ahora con este ejemplo, sino de mostrar que, al menos, en este tema, admiten algunos ‘sedevacantistas’ que no todo el magisterio de un Pontífice, en este caso válido, es infalible.

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  12. Muy estimado Sofronio:
    La interpretación que Ud. llama rigorista es la que se ha tenido en la Iglesia siempre antes del Concilio (Que Pedro no puede errar es una creencia de la Iglesia Universal- todos los católicos de todos los tiempos y de todos los lugares lo han creído: luego, esto es verdad. San Roberto Belarmino. Mire la cita en el post).
    Que muchos en la actualidad la nieguen es cierto, pero no son verdaderos católicos tal como estos lo fueron siempre.Que haya algunos sedevacantistas que la nieguen, es verdad pero no son fieles sedevacantistas sino jansenistas o heréticos fundados en su juicio privado.
    Mire por favor el post «Sedevacantismo ilegítimo».
    El caso de los Dimond que Ud. cita es paradigmático de adonde se puede llegar, abandonando la roca de Pedro tanto en su magisterio solemne como en el ordinario.
    Los Dimond, niegan el bautismo de deseo. Esto nunca se oyó en la Iglesia hasta Feeney desde el Concilio de Trento. En él se afirma categóricamente que por el deseo del bautismo se adquiere la justificación (ellos lo niegan retorciendo el sentido del canon y diciendo arbitrariamente que «aut»» es «et» Pero esto nunca es así en las frases subordinadas que siguen a la preposición «sine». (Mire el post Roma locuta).En el otro canon que afirma que los sacramentos de la justificación, sin ellos o «sine eorum voto»,ellos afirman que no se refiere al bautismo. Pero éste es el principal sacramento de la justificación, por delante de la penitencia.

    El fallo de los Dimond estriba en que no reconocen el magisterio universal infalible de la Iglesia, o sea de todos los obispos, unidos al papa, incluso en el magisterio ordinario y universal. Esto es una verdad definida en Dei filius y en Pastor Aeternus. Negarlo es simplemente caer en la apostasía. Porque se rechaza la Iglesia de todos los tiempos que ha hecho uso de este magisterio. Para ellos toda la Iglesia en sus santos, doctores (tres después de Trento), papas, teólogos con sus obras aprobadas, Derecho canónico y fieles en general habrían caído en la herejía. Si bien matizan esta barbaridad diciendo que fue herejía material. Como si los papas pudiesen caer en herejía material. O los obispos de la Iglesia Universal.
    Ellos establecen que una vez ellos han hablado ya no es herejía material creer en el bautismo de deseo, sino formal, y por consiguiente a los que esto crean les espera el infierno eterno. Incluso prohiben rezar por ellos después de muertos. Esto es el colmo del orgullo. Ellos son los papas. Ellos saben los que han ido al infierno.
    Me pregunto como puede citar Ud. a esos herejes y apóstatas a quienes San Alfonso condenó diciendo que la creencia en el bautismo de deseo es «de fide». Y después de él todo los teólogos, diciendo que por lo menos es «proximum fidei».
    Sólo hay un sedevacantismo y es el que se identifica con la Fe de la Iglesia tal como fue mantenida en toda su historia. Los sedevacantistas gozan de perfecta unidad. Esta no la tienen ni los herejes (todos son sdevacantistas ilegítimos), ni los lefrebvianos que llegan al extremo de decir que un papa si no ejerce la infalibilidad (concepto nuevo) puede ser hereje y aun anticristo. El mismo Rizo lo dice (mire el post «Rizo desafina…». También le ruego lea el post «El hereticismo» donde queda claro que Lefebvre fluctuó miserablemente en muchas cosas y al fin cayó en la herejía que el autor llama hereticismo (tener por legítimo a un papa que creen hereje)
    Ud. acepta, o no niega con contundencia, las mentiras de arrianos, ortodoxos, protestantes, jansenistas sobre papas errados y herejes. Pero contra ellos está el concilio Vaticano I que lo niega. Útimamente son los lefebvrianos quienes han resucitado estas fábulas para apoyar su posición herética de la resistencia a un papa legítimo. Dignos hijos del galicanismo, jansenismo etc..
    De los hechos concretos que cita aunque no creo que sean verdad, Ud.debe reparar que no versan sobre la doctrina que un papa da a toda la Iglesia.
    Pero también hay que rechazar la fábula del «Doctor privado» nunca creída en la Iglesia. Ha sido tomada de los protestantes por los lefebvrianos.
    Ud que acepta el «realismo» en la doctrina eucarística de las palabras eucarísticas de Cristo, debería también aceptar, con realismo y humildad la promesa de Cristo en los cuatro textos más importantes del primado: «Confirma a tus hermanos», «Tu eres la roca contra la cual no podrán las puertas del infierno- herejías, Yo rogaré por tí para que Tu fe no falle, apacienta mis ovejas.. y sobretodo Yo estaré con vosotros hasta…
    Sinceramente yo creo que Ud. está muy influído por las divagaciones cuasi heréticas de los filolefebvrianos y también de los conciliares que apoyan una iglesia plagada de herejías, con un pastor que no cesa de dar la doctrina perversa. ¡Hágase católico!

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  13. Mi perseverante Sofronio:

    Le agradezco el trabajo que se toma en diversificar los argumentos que nos propone, en este caso, los de orden litúrgico.

    Como diría el ángel de las escuelas,

    Videtur…existir una contradicción entre la enseñanza de la Iglesia expresada en el Pontifical Romano tradicional, que parece tomar partido por la opinión que sostenía que la porrección, o entrega de los instrumentos constituía la materia esencial del sacramento, mientras que Pío XII entraría en contradicción con esta primera sentencia al decidir infaliblemente en 1948 que solamente la imposición de manos debía ser considerada como la materia necesaria y esencial del sacramento del Orden. Si una sentencia infalible puede desautorizar otra que se desprende de los libros litúrgicos, debemos concluir que los Papas que los aprobaron no son infalibles en la aprobación que otorgan a tales libros.

    Sed contra:

    1. Cuando uno se acerca al venerable Pontifical Romano, en el capítulo «De Ordinibus conferendis», lo que uno se encuentra es que la Iglesia amonesta al Obispo «para que ponga buen cuidado en no cometer fallo en la expresión de las formas, o en la colación de los instrumentos de esas mismas Órdenes, mire frecuentemente al Pontifical, y proceda con madurez. Advierta a los ordenandos de que deben tocar los instrumentos a través de cuya entrega se les imprime el carácter. etc…»

    Ello es así porque aún cuando se olvide frecuentemente, el sacramento del Orden se recibe por grados, a partir de la misma prima tonsura, que es su puerta de ingreso, hasta la Consagración episcopal y la coronación real, que es su culmen. Y la materia común a todos esos diversos grados no es la imposición de manos, sino la entrega de los diversos instrumentos, precisada por la significatio ex adjunctis proporcionada por el resto del rito, y en primer lugar, por las distintas oraciones cantadas por el Pontífice, así como por la imposición de las vestiduras litúrgicas propias de cada Orden.

    Por lo que con justicia se puede llamar a esa entrega de los instrumentos la materia general del sacramento del Orden. Pero como ya sabe quien haya leído alguno de nuestros posts sobre la validez de las órdenes conciliares, o haya tenido la curiosidad de asomarse a los trabajos de Rore Sanctifica, esa materia general , para ser eficaz, necesita ser precisada en cada una de las diferentes órdenes.

    Y para las que han sido consideradas en todo lugar y tiempo desde los tiempos apostólicos como mayores, es decir, el diaconado, el presbiterado y el episcopado, esa precisión viene dada principalmente por la imposición de las manos, cosa que ha sido siempre tan conocida que el Pontifical omite hacer mención de ella, suponiendo, como diría san Ignacio, que tenemos inteligencia.

    Es evidente que el Pontifical entiende que tanto la materia general como la materia específica de cada Orden son indispensables, sin pretender decidir en qué modo son indispensables, ni zanjar la cuestión de si sólo con una o con otra, se realiza válidamente el sacramento.

    2. Y no lo hace, porque siendo buena parte del Pontifical muy anterior a las cuestiones escolásticas que empezarán a plantearse a partir de los siglos XII y XIII, no se planteaba realizar disecciones en un organismo vivo que se presentaba como un todo. Proyectar sobre él una polémica muy posterior y absolutamente ajena al ethos litúrgico tradicional es como mínimo una grave falta metodológica, que evidencia en sus autores una grave carencia en el conocimiento teórico-práctico de las cosas litúrgicas, cuya causa pudiera ser el desprecio que por ellas han sentido muchos teólogos afectados, quizás sin saberlo, por el espíritu racionalizador, cuando no racionalista, tan típico de la Modernidad.

    3. Conviene además examinar la razón por la que Pío XII emitió un dictamen definitivo e infalible:
    En aquellos años, la persecución comunista vigente en muchos países del mundo amenazaba con reducir las cristiandades de numerosas naciones a una situación japónica, en que los fieles se verían privados de clero, puesto que los jefes comunistas sabían perfectamente lo importante que era transmitir el sacerdocio, y procuraban evitar por todos los medios que los obispos encerrados en los campos de concentración pudieran disponer de los elementos necesarios para la realización del sacramento.

    Se entiende bien que los teólogos se plantearan con urgencia si sólo con la imposición de manos, único rito al alcance de estos ilustres perseguidos, era posible transmitir el sacerdocio; presbiterado o episcopado.

    Urgía tomar una decisión, porque eran muchos los que habían sido consagrados u ordenados en esas condiciones, gravemente oprimidos por unas muy comprensibles dudas sobre la validez de sus órdenes, compartidas por Roma, que durante mucho tiempo no incluyó a esos obispos en el Anuario Pontificio.

    A pesar de que Pío XII sabía que su decisión iba a ser maliciosamente aprovechada por los partidarios de la validez de las órdenes anglicanas, como por los revolucionarios litúrgicos que ya estaban preparando alevosamente la desolación litúrgica posconciliar, y que necesitaban una declaración sobre lo único estrictamente necesario para la validez del sacramento, para poder arrasar mejor todo lo demás, con la excusa de que no era esencial, luego era accidental, es decir prescindible;

    declaró que bastaba para la validez con la imposición de las manos junto con la breve forma que determina una por una.

    Nótese que ello rige solamente para el diaconado, presbiterado y episcopado, porque la porrección es absolutamente necesaria para la validez de las órdenes inferiores.

    Y sobre todo, Pío XII ordena que se conserven inviolablemente todos los ritos hasta ahora observados.

    Por una importantísima razón: Porque las órdenes conferidas por el rito esencialísimo descrito por Pío XII es válido únicamente porque está precisado implícitamente por el rito oficial al que pertenece el ordenante. Ello significa que si esos ritos adjuntos, como el de la entrega de los instrumentos, fuera suprimido de los libros litúrgicos, sin ser sustituido por un equivalente, como el que se encuentra en el rito griego, o en cualquier otro rito apostólico, la materia no estaría suficientemente precisada en su significación, por lo que se encontraría en la situación de los anglicanos, que suprimen todo lo específicamente católico de sus ritos, por lo que demuestran no tener la intención objetiva de hacer lo que hace la Iglesia.

    4. Que esa sea la mente de Pío XII, lo demuestra el hecho de citar el rito griego, en que las porrecciones no existen, pero sí otros ritos equivalentes estimados absolutamente necesarios a la expresión adecuada de la significación del rito, y que por ende, a nadie se le ocurriría suprimir de los libros griegos.

    La mentalidad moderna, minimalista y antitradicional, se ha fijado unilateralmente en lo imprescindible «para que funcione», sin leerse todas las instrucciones, ni menos aún, penetrarse de su espíritu, por lo que no se ha dado cuenta de que también las demás partes del rito eran necesarias, al menos de manera implícita, como las manifestadoras de la intención objetiva de la Iglesia, que se supone tienen los ordenantes clandestinos, a menos que éstos manifiesten claramente una contra-intención.

    Como ve, ninguna contradicción.

    En cuanto a su segunda afirmación, según la cual el Pontifical Romano del S. XIII afirmaba que la consagración del vino podía hacerse sin las palabras de la consagración, por el sólo contacto de la Hostia con el vino sin consagrar, le pediría que me mostrara en qué lugar exacto de ese libro dice tal cosa, porque yo no lo he visto nunca…

    Sabrá sin duda que en el siglo XIII, aún no existía un Pontifical Romano oficial, en el que los Papas empeñaran su autoridad. Cada Iglesia metropolitana o primacial tenía sus costumbres, que se fueron fijando, y cuyo resultado recibido, codificado y fundido en bronce para la eternidad es el venerable Pontifical Romano.

    Pero es probable que las fuentes sudamericanas de la FSSPX en que ha ido a pescar su argumento lo hayan engañado. Sin duda, no le habrán contado que esa historia fue inventada por un profesor de la Universidad de Estrasburgo, llamado Michel Andrieu, que publicó en el París de 1924 una monografía titulada «Inmixtio et consecratio», en la que defendía que en muchas iglesias o monasterios, creían que el vino se consagraba por simple contacto con la Hostia.
    Se basaba en las costumbres de ciertos monasterios orientales, en que los monjes, casi todos laicos, se reunían para la Misa dominical, pero como se mantenían recluidos o lejos el resto de la semana, mojaban el pan consagrado en vino sin consagrar, lo dejaban secar, y lo partían en trozos pequeños que les servían para comulgar.

    O en que la liturgia de presantificados, en Oriente o en Occidente, hacía mezclar un trozo de pan consagrado en vino no consagrado.

    De todo ello, nuestro profesor concluía que existía una creencia más o menos difusa en esa posibilidad de consagrar sin las palabras de la consagración, doctrina errónea, y sobre todo nunca existente, que la FSSPX ha atribuido calumniosamente, y sin una sola sombra de prueba, nada menos que a los Papas, en su desesperado intento de sorprenderlos en alguna falta que susceptible de respaldar sus heréticas doctrinas acerca de la no infalibilidad de los Papas en su sanción de los libros litúrgicos.

    Igual que hemos visto antes cómo los modernistas habían perdido el sentido de las cosas litúrgicas, aquí vemos que ignoran totalmente que esa costumbre sigue existiendo en todo su vigor en ciertos monasterios de Oriente, sin que jamás se les haya ocurrido pensar en tan absurda teoría.

    Todo se entiende cuando uno recuerda que los años 20′ eran los de la moda ortodoxizante en no pocos modernistas, entre los que agentes subversivos ya estaban esparciendo un ecumenismo desviado que será condenado por Pío XI en Mortalium Animos, escrita pensando precisamente en el monasterio de Amay-Chevetogne, fundado por el benedictino Dom Beaudouin, que será el gran inspirador de Mons. Roncalli unos años más tarde, lo mismo que del P. Bernard de Menthon , hasta ahora prefecto de estudios del monasterio de Bellaigue, afiliado a la Fraternidad san Pío X, y que reproduce los mismos errores de sus antecesores benedictinos preconciliares…

    Tal vez convendría recordar que esa doctrina de poder consagrar el pan y el vino sin las palabras de la consagración, ha sido la Iglesia conciliar la que la ha aceptado, cuando el 20 de Julio 2001, el card Kasper, en un intento de acercarse a la Iglesia caldea, admitió que la anáfora de Addai y Mari, análoga a nuestro Canon Romano, pero carente de su núcleo, las palabras de la consagración, podía servir para consagrar válidamente la Eucaristía, con el peregrino argumento de que estaban «eucológicamente» presentes en el texto.

    Con ello tiraba a la basura 2000 años de doctrina sacramental siempre y entodas partes afrimada, y sancionada por la voz infalible de los Papas y de los Concilios de Florencia y Trento.

    Todo ello con el asentimiento explícito de su jefe JP el Magno, y de un tal Card. Ratzinger, presunto custodio de la Fe, y que juzgó expediente no manifestarse.

    Por supuesto callaron completamente el hecho de que hasta no hace tanto, las palabras de consagración eran tan sacrosantas que no se escribían, sino que los sacerdotes las debían recitar de memoria, por lo que no aparecen en el texto escrito.

    Fijémonos en que los saqueadores de la Tradición siempre siguen el mismo patrón de conducta:

    Primero protestan de infinidad de supuestos abusos, deformaciones, excesos, superfetaciones, etc…

    Después sacan la podadera, para volver a la «áurea simplicidad de los tiempos apostólicos»

    Arrasan con todo lo inequívocamente católico, con la excusa de que es accidental, pero que van a poner mejor en relieve lo esencial.

    Y cuando han dejado a la Iglesia rapada, revestida de harapos y en los huesos, reducida a lo que ellos estiman «lo esencial», proceden a eliminar ese esencial, con cualquier excusa, sobre todo si favorece la pereza e incuria tan corrientes entre los eclesiásticos hodiernos…

    Le recomendaría que se leyera lo que Pío Vi escribía en Auctorem Fidei a los jansenistas de Pistoya, ancestros de los herejes actuales, y que enseñaban que los Papas y toda la Iglesia podían caer en el error y enseñarlo por medio de los textos y ritos litúrgicos.

    Creo que sus actuales imitadores, entre los que Ud. parece encontrarse, no son conscientes de la gravedad del pecado que están cometiendo, acusando calumniosamente a la Santa Sede de tolerar, es decir, enseñar el error, a través de la voz primaria de la Iglesia, que se expresa en su liturgia, porque como decían los santos obispos fundadores de nuestras Diócesis, «La primera cátedra de Teología es el Coro de nuestras Iglesias», por lo que no es extraño que los vándalos litúrgicos los estén eliminando uno a uno.

    Pero infinitamente más grave es tener por mentiroso a Dios mismo, que protege con su Providencia especialísima al Papa de caer en cualquier error, y le asiste con abundantísima luz en la determinación de los menores detalles de la liturgia, razón por la que se reconocía a la liturgia de la Iglesia de Roma, tal como viene recogida en sus libros codificados para siempre, y en las declaraciones de la Congregación de Ritos, una especial preeminencia.

    Recordemos todos que el negar la infalibilidad incondicionada, perpetua y cotidiana de los Papas legítimos es una verdadera y propia herejía, condenada como tal no sólo en la Pastor aeternus, sino también en la Dei Filius, del Concilio Vaticano I.

    Que el santo Apóstol Pedro, fuente de toda infalibilidad, y de todo poder de Orden y de jurisdicción, nos conserve la Fe virginal que él mereció recibir de Nuestro Señor, en medio de estos anticrísticos días que preludian los días del triunfo de la Iglesia en esta tierra…

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  14. Fray Eusebio,

    no sabe cuánto agradezco estos debates y la calidad de las preguntas y respuestas ofrecidas. Dios los bendiga a todos, y a Ud. le conserve y aumente abundantemente la ciencia y la facilidad para explicar con tanta claridad en momentos tan graves como los que vivimos…

    Yo, lamentablemente, he sido «maleducado» en estos temas y con los mismos argumentos del concilio cadavérico y de las «equivocaciones» que se pueden cometer, incluso citando un trabajo del actual secretario de BXVI, Ganswein (lo citan como autoridad en la materia). Por ello, le pido mil disculpas, Fray Eusebio, pero le agradecería que me indicara si el famoso concilio cadavérico realmente sucedió y qué sería correcto pensar de él.

    Respecto del papa Liberio, he leído que el mismo Atanasio (al igual que San Jerónimo) cuenta que fue obligado a firmar y que no resistió la presión a causa de los años de destierro y la debilidad, lo cual permite que se comprenda el hecho.

    En fin, aguardo su respuesta y lo saludo en el Señor.

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  15. Estimado Adversus Haereses:

    Corren por ahí muchas argumentaciones pseudohistóricas harto difíciles de refutar, y que aún habiendo sido abundantemente refutadas, siguen reapareciendo incansablemente, llevando al error a no pocos, con gravísimas consecuencias para las almas de los atormentados fieles católicos de nuestros días.

    No conozco el estudio de Mons. Gaenswein al que Ud. ha tenido acceso, pero en relación al caso del Papa Formoso y del sínodo en que fue juzgado, parecería que bastantes detalles escabrosos sean fruto de la fértil imaginación de Luitprando de Cremona, obispo de Pavía.

    Pero parece históricamente cierto que el Papa Formoso dió lugar a ciertas sospechas de no haber subido canónicamente al Trono pontificio, por haber hecho una promesa de no volver a Roma, ni aspirar al solio, y por haber cambiado de sede episcopal, cosa que vetaban los cánones.

    También se cuestionaban la validez, o al menos la licitud, de su ordenación, por razones canónicas que aún no decisivas, podían plantearse en esos tiempos en que todavía no se habían operado ciertas distinciones.

    El problema fue la forma en que se desarrolló el proceso, muerto ya el encausado, que no podía defenderse, obligados y temerosos los asistentes, y cegados muchos acusadores por unas pasiones partidarias que invalidaban todo el proceso.

    Una vez inicuamente declarado ilegítimo, ciertos desaprensivos llegaron a violar la sepultura del Papa, y a tirar el cadáver al Tíber.

    Unos años más tarde, el Papa Juan IX anuló todo el proceso y sus conclusiones, rehabilitó y enterró convenientemente al papa Formoso.

    Los anti-infalibilistas abusan de este episodio aduciendo que habría contradicción en las decisiones de uno y otro papa, por lo que se demostraría no ser infalibles en sus decisiones sobre hechos, como la declaración de legitimidad de algún predecesor suyo dudoso.

    A lo que cabe responder que Esteban VI no se pronunció sobre la legitimidad de Formoso, y que cualquier juicio celebrado en las condiciones en que se dice haber sido celebrado el dicho sínodo es nulo de pleno derecho, por la propia naturaleza de las cosas, por lo que no cabe igualar su sentencia con un verdadero acto de la potestad pontificia.

    Esto es tan evidente que los enemigos de la Iglesia jamás intentaron siquiera utilizar ese argumento, hasta que ciertos ignorantes lefebvrianos exhumaron el asunto…

    Por lo que toca al santo Papa Liberio, estamos ante un caso clarísimo de mala fe por parte de los actuales proponentes de un argumento que ha sido refutado desde hace siglos por los mejores historiadores, y vuelto a examinar por el Concilio Vaticano I antes de la definición de 1870.

    Se ha comprobado sin dejar hueco a la duda que todos los escritos que han llegado hasta nosotros, atribuidos a ciertos santos Padres como Atanasio, Jerónimo, Ambrosio, y varios otros, son puras falsificaciones e interpolaciones que los herejes introdujeron maliciosamente con el intento de acreditar sus tesis con la autoridad de algún Papa, cuando lo cierto es que Liberio es santo, incluido en el Martirologio, y con Misa y Oficio propio, dedicándole muchos escritores eclesiásticos de la época encendidos elogios por la firmeza con la que siempre defendió la Fe de Nicea, hasta rechazar los halagos y regalos del emperador, y preferir el exilio y la prisión. Cuando el emperador quiso hacer elegir a un antipapa, hizo correr el ruido de que el Papa había caido en herejía, firmando una confesión de Fe semi-arriana, razón por la cual el clero romano eligió a Félix II. San Liberio, en bien de la Iglesia, y sabiendo que el elegido mantenía la Fe verdadera, abdicó en su favor, hasta que habiendo vuelto del exilio, fue triunfalmente restaurado en su sede por el pueblo romano, en perpetuo testimonio de su inocencia.

    Los falsarios herejes no sólo fingieron acusaciones diseminadas en las obras de los Padres más venerables, sino que llegaron a escribir toda una serie de falsas cartas supuestamente escritas por el propio Liberio, que llegaron a engañar a no pocos, hasta que la verdad se hizo sitio, y se reconoció que eran pura propaganda.

    Esas calumnias funcionaron no sólo en el caso del Papa Liberio, sino también para el gran Osio de Córdoba, a quién muchos siguen culpando de haber cedido ante los herejes a causa de la debilidad de la vejez, razón por la que nunca fue canonizado.

    Una cosa más, san Liberio debe sernos muy querido, porque es el fundador de la Basílica Liberiana, conocida como Santa María la Mayor, bajo el patrocinio de España.

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