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SANTA HILDEGARDA DE BINGEN: DOCTORA Y CREACIONISTA


Traigo este artículo de la santa medieval de gran actualidad en los últimos años. Su concepción de la creación del mundo coincide en líneas generales con la doctrina católica de la creación y también con los llamados creacionistas (frenta a los que sustentan la perversa doctrina de la evolución), quizás con mayor acercamiento a los  que se llaman de la «tierra joven» (frente a los llamados de la «tierra vieja»).  (Véase las la página «101 pruebas» en tre las páginas  seleccionadas de este blog en la barra lateral))

El post es de JuanC. y está tomado de su blog Creacionismo especial

Sobre esta santa tenemos en el blog varios posts, como Cosmovisión de Santa Hildegarda de Bingen  y Santa Hildegarda de Bingen.
Sobre la doctrina católica de la creación hay estos dos relacionados Las edades del mundo y Doctrina católica sobre la creación del mundo

A continuación el post del blog citado a cuyo autor, JuanC. agradecemos por la labor que realiza en su interesante blog que animamos a visitar por tratar exhaustivamente de estas cuestiones y de otras relacionadas, y en particular invitamos  a leer los comentarios que, a veces rebatiendo, otras ilustrando sus concepciones, nos enseñan mucho sobre estas cuestiones (Geocentrismo, Heliocentrismo, creacionismo, evolución,  etc…)

Una creacionista Doctora de la Iglesia

  Benedicto XVI, que últimamente ha manifestado un posicionamiento netamente creacionista, ha decidido proclamar próximamente (quizás en octubre) a la santa y profeta Hildegarda de Bingen como Doctora de la Iglesia.  El Papa ha comparado sus visiones a las de los profetas del Antiguo Testamento, la cita con frecuencia y ha dedicado dos catequesis específicamente a ella. La ha señalado como ejemplo de mujer teóloga, ha alabado sus composiciones musicales que todavía hoy se pueden escuchar, como también el coraje que la llevó a enfrentarse a Federico Barbarroja, al cual le transmitió advertencias divinas.
  Hildegarda, última de diez hermanos de la noble familia de los Vermesseheim, nació en 1098 en Bermesheim, en Renania, y murió con ochenta y un años en 1179.  Desde joven había recibido visiones místicas, que hacía poner por escrito a una hermana. Temiendo que fuesen sólo ilusiones, pidió consejo a san Bernardo de Claraval, que la tranquilizó. Y en 1147 obtuvo la aprobación del Papa Eugenio III que, mientras presidía un sínodo en Tréveris, leyó un texto de Hildegarda. El Pontífice la autorizó a escribir sus visiones y a hablar en público. Su fama se difundió pronto: sus contemporáneos la atribuyeron el título de la “profetisa teutónica” y la “sibila del Rin”.
La canonización de Hildegarda nos sirve como un recordatorio de que todos los grandes místicos de la Iglesia Católica –sin excepción- han sostenido la doctrina tradicional de la creación y la verdad literal de Génesis 1-11. En realidad si hubiera algo de verdad en laevolución teísta se podría esperar que algún alma santa, reconocida por la Iglesia, hubiera recibido alguna visión sobre los misterios de nuestro pasado evolutivo. Jamás se ha oído tal cosa de un místico oficialmente reconocido.
En sus escritos místicos, Santa Hildegarda describe detalladamente lo que Dios le había revelado sobre la obra de la creación, y de una manera especial lo concerniente a la creación de Adán y Eva.  En el Liber Divinorum Operum, «Libro de las Obras Divinas», trata fundamentalmente de la armonía entre el ser humano y el resto de la Creación.
En la Primera de las tres partes de este libro, Hildegarda describe la estructura del universo, la creación de los ángeles y la caída de algunos ellos, la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios, su caída y la promesa de Redención. A continuación se ocupa de las fuerzas que actúan en del universo, simbolizadas en círculos, astros y vientos, y especifica su misión y la forma en que actúan. Explica las relaciones entre los elementos que componen el universo, la influencia de la caída de los ángeles, la relación e influencia del resto del cosmos en el alma y el cuerpo del hombre, y finalmente el juicio del hombre por Dios.
Dios hizo al hombre: al varón provisto de una mayor fuerza, a la hembra provista de una mayor delicadeza. La forma de ambos fue ajustada en la correcta medida en todas sus partes, así como también Él prescribió la longitud,  altura y anchura exacta y precisa del resto de todas las criaturas, tal que ninguna pudiera exceder ni sobreponerse indebidamente a las demás.
Así Dios destinó la creación entera hacia el hombre. En él, sin embargo, puso la semejanza del espíritu del ángel, esto es el alma.  La cual ninguna criatura mortal puede alcanzar a ver, cono tampoco la divinidad puede ser vista por ninguna criatura mortal. El alma se origina en el Cielo, el cuerpo en la tierra; el alma se conoce por la fe, el cuerpo, en cambio, gracias a la facultad de ver.  Dios creó al varón y a la hembra humana: Primero al hombre, después a la mujer, la cual fue formada a partir de él, y es quien produce en su cuerpo la descendencia humana, así como el hombre por la capacidad de procrear también engendra aquello que el poder creativo se esconde en él… Así muchos son engendrados a través del hombre y la mujer, y sin embargo, todos ellos provienen de un único Creador.  Si el hombre hubiera estado solo o si la mujer se hubiera quedado sola, entonces nadie hubiera llegado a la existencia. De esta forma hombre y mujer son como una unidad necesaria, en la que el hombre es como el alma y la mujer como el cuerpo. .. Y Dios les ordenó que se multiplicaran y que crecieran y que aumentaran en número y que llenaran y conquistaran la tierra a través de su dominio… Y que ellos gobernarían sobre los animales que nadan en el agua y los que vuelan por el aire… porque ellos [los hombres] son superiores al resto de animales debido a la gloria de la razón… [Dios] actuó con el hombre como un padre hubiera hecho con su hijo, al darle en herencia  aquello a lo que le corresponde en derecho, al confiarle los peces y las aves y todas las criaturas que viven sin razón y moran la tierra.
  Que a través de las oraciones de Hildegarda de Bingen y de todos los santos,  llegue Dios a restaurarnos en el verdadero conocimiento de nuestros orígenes, salvándonos de las trampas del evolucionismo.
Publicado por en 03:29

8 respuestas »

  1. De todas las refutaciones del evolucionismo, me quedo con una particularmente breve: la lógica rudimentaria nos enseña que si A implica B, entonces no-B implica no-A. La evolución implica la generación espontánea. Y la experimentación no sólo no la encuentra, sino que decididamente la niega. Por consiguiente la no-generación espontánea de los seres vivos implica la inexistencia de la evolución. Así pues, quien afirme la evolución tendrá que demostrar su implicación lógica, la g.e. La Creación por tanto no sólo es conforme a la Revelación, sino, como no podía ser de otro modo, a la razón. Más todavía: la Creación es conforme a la evidencia experimental, que nos enseña que la vida procede únicamente de la vida.

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  2. Leyendo este título, y como mujer que soy, no he podido dejar de preguntarme: ¿Puede una mujer ser Doctora de la Iglesia?

    Es posible que esa pregunta extrañe a no pocos de nuestros contemporáneos, que tienden a dar por sentado la igualdad funcional absoluta entre hombres y mujeres, cual si se tratara de un dogma que no necesitase demostración, y cuya negación mereciera poco menos que la muerte civil, sin que el interfecto pueda manifestar su pensamiento y razones.

    Pero como yo ya estoy curada de espantos, y conozco las de mi propio sexo, que no género, seguiré haciéndome preguntas incómodas, sin que las talibanas feministas, con toca o sin ella, puedan cerrarme la boca.

    La primera vez que la cosa se planteó en serio, fue con el caso de la gran santa Teresa de Jesús, o de Ávila, como dicen los franceses…

    ¿Quién puede negar el importantísimo magisterio espiritual de esta santa desde sus tiempos hasta los nuestros? Ya en las primeras ediciones de sus Obras Completas, se la llamaba Doctora mística, se le levantaban capillas con ese título, y se le representa con muceta y birrete, en idéntica postura doctoral que sus compañeros prelados de la Iglesia griega y latina, e incluso perorando, el dedo levantado, desde la cátedra universitaria.

    ¿Cómo no, cuando fue la misma Universidad de Salamanca la que concedió a la imagen de la santa reformadora, en solemne ceremonia, el uso de las insignias doctorales, popularizando, por ejemplo, un san Enrique de Ossó (1840-1896) el uso de tales imágenes.

    Extraordinaria también la inscripción grabada en el pie de la inmensa escultura que la representa en la Basílica de San Pedro, en Roma: «Mater spiritualium»

    Cuando una visita Alba de Tormes, una de las cosas que más llama la atención es el birrete doctoral que viste la imagen procesional de la santa, elaborado en metal, esmaltes y piedras preciosas, y regalado a la santa por otra santa, la Madre Cándida María de Jesús, (1845-1912), fundadora de las Jesuitinas. Luego te explican que aquello se hizo por etapas, y que como las anteriores insignias «colaban», porque nadie protestaba, fueron añadiendo las demás hasta tener la panoplia doctoral completa. Júzguen por ustedes mismos:

    -En 1857, estrena la paloma del Espíritu Santo.
    -En 1860, un libro en plata.
    -En 1876, el birrete susodicho, aunque ya tenía uno, más discretito, desde 1558.

    No es extraño que en 1920, al final del doble centenario de la beatificación y nacimiento de la santa, las fuerzas vivas de Ávila hicieran llegar a las más altas instancias eclesiales una petición de declaración formal que les permitiera adornar con el birrete doctoral a la imagen procesional magistralmente esculpida en el S. XVII por Gregorio Fernández, esta vez con la autorización oficial, y no de «estranjis», como los de Alba de Tormes…

    Por fin, cuando se celebró la canonización de Santa Teresa (1922), la Universidad de Salamanca se señaló concediéndole el título de Doctor «Honoris causa», celebrándose el solemne acto de investidura en la propia Universidad, a 6 de Octubre 1922, presidido por los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, viajando éstos luego hasta Alba, donde le impusieron personalmente el birrete cincelado por el orfebre Félix Granda, y la pluma de oro, regalo del propio rey de España.

    A tantas, tan calificadas y tan reiteradas peticiones, que parecían tan justas y puestas en razón, tratándose de la gran santa de Ávila, contestó siempre Roma con la callada por respuesta.

    Hasta que en 1926, cuando el Papa Pío IX trataba de proclamar Doctor a san Juan de la Cruz, y ante la auténtica avalancha de solicitudes que le rogaban procediera a una proclamación conjunta de los dos restauradores del Carmelo, recibieron una respuesta tan lacónica como definitiva: «Obstat sexus». Roma locuta, causa finita.

    El Papa de la Casti Connubii había hablado, y como tenían bien experimentado sus subordinados, una vez examinada una cuestión a la luz de los principios eternos de los que la Iglesia no es dueña, sino humilde custodia, y tomada una decisión en firme, no era hombre que se echase para atrás. No en vano, la profecía de san Malaquías le atribuía el lema Fides Intrepida.

    Para explicarnos esos principios eternos que impedían satisfacer tantísimos deseos en apariencia, al menos, plenamente legítimos, Tendremos que remontarnos hasta su raíz última, que no es otra que la voluntad de Dios expuesta por la Sagrada Escritura y la voz de la Iglesia a través de la Tradición y el Magisterio infalible de esa misma Iglesia.

    Los dos sistemas universales de Dios:

    Dios Creador y Rector del Universo ha establecido dos sistemas básicos: El de la Gracia y el del Gobierno.

    EL SISTEMA DE LA GRACIA:

    Todo lo que se refiere directamente a la labor interior del Espíritu Santo en las almas, los sentimientos y procesos espirituales de la Gracia divina, la relación hombre-mujer es de estricta igualdad, de modo que puede acontecer, y de hecho acontece, que una mujer sea preferida al hombre, al modo en que la siro-fenicia recibió la Gracia de Dios antes que el centurión romano, o María Santísima mucho antes y más abundantemente que Pedro, o que Marta y María han recibido tanto como su hermano Lázaro.

    Siendo nuestra esencia humana común, tenemos también una igual dignidad humana, y un mismo destino común, el Cielo. Luego, lo que hagamos con la Gracia que Dios nos ofrece, determinará nuestro puesto según el grado de Gracia y de Gloria que hayamos alcanzado.

    EL SISTEMA DE GOBIERNO:

    Este sistema viene igualmente de Dios, pero es enteramente diferente del de la Gracia.

    El gobierno de Dios es un sistema independiente en que Él es sólo y único Juez. Y cuando creó al hombre, lo creó macho primero, y hembra, después.
    Lo mismo que primero nutrió a los hombres de modo vegetariano, y después de la caída también lo hizo carnívoro, en un acto de soberanía del que nadie puede pedirle cuenta.

    Lo mismo que confundió las lenguas en Babel, o señaló Reyes a los pueblos cuando Él quiso.

    Los dos sistemas funcionan perfectamente armonizados, según un orden que sólo Dios entiende completamente, por lo que nosotros, pobres humanos, debemos cuidar de no mezclar un orden con el otro.

    Cuando muchos sostienen que hombre y mujer son jerárquicamente iguales según el orden del gobierno, están atribuyendo al gobierno lo que corresponde al orden de la Gracia y de la dignidad radical del ser humano.

    Lo cierto es que son muchos los lugares de la Sagrada Escritura en que Dios mismo, desde el principio y antes mismo de la Caída, constituye a Adán como cabeza de la Creación, y por ende también de la mujer, mientras constituye a la mujer como el Corazón, del que el hombre siempre estará necesitado, en formas tremendamente variadas.

    Por eso dice el Apóstol san Pablo en ICor. 11, 2-3: «Os alabo porque os acordáis de mí en todo y observáis mis instrucciones tal como os las he dado. Y quiero sin embargo recordaros que Cristo es la cabeza de todo hombre, que el hombre es cabeza de la mujer, y que Dios es cabeza de Cristo.» Y dice que Dios Padre es cabeza de Cristo porque aunque en el orden de la esencia divina las tres personas son iguales (equivalente del orden de la Gracia para las cosas creadas), en el orden de las hipóstasis- Gobierno son diferentes, por lo que Cristo siempre se reconoce obediente a la voluntad de Dios Padre.

    Una marca de la sujeción que Dios ha querido para la mujer es la obligación de llevar velo, como mínimo en la Iglesia, por eso dice la misma I Cor 11, 4-5: «Todo hombre que profetiza con la cabeza cubierta la deshonra. Y toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta la deshonra, como si estuviera rapada.»

    Por donde se ve que el no aceptar la mujer el Orden que Dios ha dispuesto, es tan grave como si el hombre negara estar sujeto a Cristo.

    Y sigue: «El hombre no debe cubrirse la cabeza, porque es imagen y gloria de Dios, mientras que la mujer es la gloria del hombre»
    «El hombre no ha sido sacado de la mujer, sino la mujer del hombre; y el hombre no ha sido creado para la mujer, sino la mujer para el hombre.»

    Y es tan importante que la mujer recuerde esto hasta con una señal externa, que los mismos ángeles se avergüenzan delante de Dios de la mujer que rehúsa obedecer la Ley divina.

    Conociendo ese orden, no nos costará mucho entender por qué san Pablo dice lo siguiente, que toca directamente a nuestro tema:

    I Tim 2, 11-15: «La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción, PORQUE NO PERMITO A LA MUJER ENSEÑAR, NI EJERCER DOMINIO SOBRE EL VARÓN, SINO ESTAR EN SILENCIO.
    Porque Adán fue formado primero, después Eva. Y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión».

    I Cor 14, 34-35: «Como en las demás reuniones, callen las mujeres en las iglesias, pues no les está permitido hablar; deben estar sometidas a sus maridos, como dice la Ley. Y si quieren aprender algo, que pregunten en su casa a sus maridos, porque no está bien que la mujer hable en la asamblea.»

    Creo que está bastante claro. Santa Teresa podía enseñar a sus hermanas con la autoridad de Madre que tenía, pero enseñar con autoridad a toda la Iglesia, no sólo hombres, sino a los mismos prelados de ella, es algo perfectamente aberrante, tanto según la misma razón natural, como según la Revelación explícita de Dios, siempre enseñada por la Iglesia a través de los siglos.

    Como dice el catecismo de Astete; Eso no me lo preguntéis a mí, que soy ignorante, DOCTORES tiene la Santa Madre Iglesia, que os sabrán contestar, porque los doctores, cuando las Universidades eran verdaderos órganos del deber de enseñar propio de la Iglesia, era una función de autoridad que en modo alguno convenía a una mujer.

    Si consideramos además que era una función eclesiástica cuasi clerical, mucho menos aún.

    Sin embargo, una devoción mal entendida hizo que generaciones de cristianos, en la católica España, echaran en saco roto el mandato de Dios, y quisieran obligar a la Santa Sede a violar el mismísimo Orden natural elevando a una fémina a un papel para el que no había sido destinada.

    Se me ocurre que las fuerzas subversivas que ya actuaban en la España del Siglo de Oro, y que acabarían destrozando a las Españas de ambos hemisferios, no debieron ser ajenas a esa absurda pretensión, verdadera inversión del Orden natural; cuando vemos que autores como Vitoria o Mariana eran capaces de teorizar la misma inversión en el orden político, pretendiendo que la autoridad de los soberanos les venía de sus gobernados, pudiendo por ende éstos últimos rebelarse, deponer e incluso asesinar al Rey, padre natural de todos y cada uno de sus súbditos, y Padre y Esposo de la Nación como unidad de destino en lo Universal.

    Tampoco nos extrañará que los mismos partidarios de ambas perversiones también hayan sostenido que los Papas podían errar en su enseñanza, ya que esos mismos Papas desautorizaban y siguieron desautorizando esas deletéreas teorías que acabarían envenenando todo el mundo cristiano, hasta prorrumpir en las Revoluciones que aún no han cesado.

    Se comprende que Pío IX, en Casti Connubii, tras haber restablecido el recto orden jerárquico en el matrimonio, y haber condenado enérgicamente las pretensiones de absoluta igualdad de los cónyuges, haya apuntado las palabras siguientes: 108. «Para que, por tanto, ilumine las mentes de los hombres y rija sus costumbres no una ficción o una corrupción de la ley divina, sino el verdadero y genuino conocimiento de la misma, es menester que a la piedad para con Dios y al deseo de servirle se añada una sincera y humilde obediencia a la Iglesia. Cristo Nuestro Señor mismo constituyó a la Iglesia en maestra de la verdad incluso en aquellas cosas que tocan al régimen y ordenación de las costumbres, aun cuando muchas de tales cosas no son de suyo inasequibles a la razón humana. Pues Dios, igual que, en lo relativo a las verdades naturales de la religión y de las costumbres, añadió a la luz de la inteligencia humana la revelación a fin de que las que son rectas y verdaderas «pudieran ser conocidas por todos de una manera expedita, con firme certeza y sin mezcla de error aun en la condición presente del género humano», así también, y en orden al mismo fin, constituyó a la Iglesia en maestra de toda verdad sobre religión y costumbres; préstenle, pues, obediencia los fieles y sométanle su inteligencia y voluntad para conservar sus mentes libres de error y de corrupción sus costumbres. Y para no verse privados de un auxilio concedido por Dios con tan liberal benignidad, deben prestar necesariamente esta obediencia no sólo a las definiciones solemnes de la Iglesia, sino también, en la debida proporción, a las demás constituciones y decretos, mediante los cuales se reprueban y condenan algunas opiniones como peligrosas o perversas.

    109. Guárdense, por consiguiente, los fieles cristianos, incluso en aquellas cuestiones que hoy se agitan en torno al matrimonio, de confiar demasiado en su propio juicio o dejarse arrastrar por esa falsa libertad o «autonomía», según la llaman, de la razón humana. Es totalmente ajeno de todo verdadero cristiano, en efecto, confiar con tal soberbia en su propio ingenio, que sólo preste asentimiento a lo que llegue a conocer él mismo por razones intrínsecas de las cosas, y estimar a la Iglesia, destinada por Dios para enseñar y regir a todos los pueblos, menos conocedora de las cosas y circunstancias actuales, o prestar asentimiento y obediencia también sólo a lo que ella estableciere por medio de las mencionadas definiciones solemnes, como si fuera lícito opinar prudentemente que los restantes decretos o implicaran falsedad o no se apoyaran en motivos suficientes de verdad y honestidad. Por el contrario, es propio de todo cristiano de verdad, docto o indocto, dejarse dirigir y llevar, en todo lo que se refiere a fe y costumbres, por la santa Iglesia de Dios, por medio de su supremo pastor el Romano Pontífice, que es regido por Jesucristo Nuestro Señor.»

    Porque ya estaba viendo cómo los modernistas de su tiempo estaban «reinterpretando» la Palabra de Dios hasta hacerle decir lo contrario de su sentido obvio, para satisfacer el orgullo y soberbia de aquellos y sobre todo aquellas «que ya no soportaban la sana doctrina, sino que daban oído a doctores perversos que halagaban sus oídos»

    Y que sabía que esos mismos doctores de perdición pretenderían que la palabra ordinaria de los Vicarios de Cristo podía no ser infalible ni definitiva, y que toda la Iglesia junto con sus Papas se habían equivocado durante 2000 años en la comprensión de este importantísimo punto de Fe y costumbres.

    Eso es lo que hará el pseudo concilio Vaticano II, y hacen hoy día todos los eclesiásticos conciliares, e incluso, ¡o dolor! no pocos entre los llamados tradicionalistas, que de cobardía en cobardía, no sólo no predican estas verdades, sino que han dejado de creerlas en el fondo de su corazón, si es que no se les han hecho completamente incomprensibles…

    En 1970, por fin, Pablo VI llevaba a cabo lo que todo verdadero Papa sabía no poder hacer, y proclamaba Doctoras de la Iglesia a santa Teresa, junto con santa Catalina de Siena.

    El Magno no podía ser menos, y proclamó como Doctora a santa Teresa de Lisieux,

    Finalmente, BXVI proclamará a la en su tiempo llamada Sibila del Rhin, por sus dones proféticos, y que hubiera quedado muy sorprendida y escandalizada si hubiera visto nuestros días de perversas inversiones.

    Por último, fijémonos en que los conciliares no dan puntada sin hilo, y que esta maniobra ya está siendo utilizada por las demónicas monjas feministas para adelantar su agenda tendente a lograr el sacerdocio y el episcopado femenino. Total, si una perversión ha tenido éxito, ¿Por qué no habría de tenerla esta otra, una vez reinterpretados en clave de hermenéutica de reforma en la continuidad todos los textos que le hacían obstáculo?

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  3. Tea Tephi:
    Reciba mi felicitación por su contundente comentario, y aprovecho la ocasión para solicitar de usted me se concedido copiarlo en mi web, con las referencias que usted desee.

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  4. Les dejo un libro que -cómo católicos, creyentes y lectores de la Biblia- puede interesarles. En él se analiza el relato de la Creación del Génesis en un ida y vuelta desde la ciencia actual, partiendo de la base de la existencia de un observador-narrador del texto. Este observador, su visión de la Creación y su ubicación terrestre y humana serían la clave para desentrañar el misterio de los siete días. Lo pueden descargar de http://www.albertocanen.com

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