He recibido un artículo de Fray Eusebio de Lugo O.S.H., después de haber publicado una entrada sobre los errores teólogicos mostrados en el artículo de Ecce Christianus, «¿Que debemos pensar de los sedevacantistas»?.
El artículo, como verá el lector es espléndido. El que incida en los mismos argumentos que el anterior publicado en el blog, no quita para que se publique. Porque lo hace completándolo, perfeccionándolo y dando muy buenas citas. Yo, personalmente, me congratulo de pensar al milímetro como nuestro admirado Fray Eusebio.
En los dos artículos no nos habíamos puesto de acuerdo sobre el contenido. Lo cual hace sorprendente la coincidencia de fondo- y casi de forma- que muestran. Quizás sea un indicio de la unidad interna de los sedevacantistas legítimos (también los hay ilegítimos y hasta extravagantes con sus múltiples papas, y queriendo imponer sus averiadas doctrinas ajenas al magisterio pontificio).
Este es el artículo en cuestión, al que doy el mismo título que al anterior, si bien como segunda parte, que en este caso no cumple el conocido adagio sobre las segundas partes.
Me he permitido hacer resaltes tipográficos para facilitar la lectura. en particular dejando claro cuáles son las citas del artículo que refuta.
GRAVE ERROR DE ECCE CRISTIANUS
Vista la presentación gravemente deformada que del sedevacantismo ha perpetrado Ecce Christianus, contestaremos aquí brevemente, y punto por punto, a tan desacertado artículo:
[Se intercalan textos en cursivas del artículo]
Ante el escándalo que supone que un Papa pueda firmar laDignitatis Humanae, cambiar radicalmente la liturgia de la Misa, codificar una nueva eclesiología, o convertirse a sí mismo en protagonista de un aberrante ecumenismo, algunos han llegado a la conclusión de que los últimos Papas no pueden haber sido verdaderos Papas, o incluso que perdieron su Pontificado a causa de dichos escándalos. Se remiten a las discusiones de los grandes teólogos de la Contrarreforma sobre la pérdida del pontificado (por abdicación, incapacidad, herejía, etc.) y argumentan de la siguiente manera: quien no es miembro de la Iglesia, no puede ser su cabeza; pero un hereje no es miembro de la Iglesia; ahora bien, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II son herejes; luego no son ni miembros ni cabezas de la Iglesia, y por tanto todos sus actos deben ser completamente ignorados.
Los católicos que afirman que los Pontífices conciliares no han sido ni son verdaderos Papas no lo han hecho por un movimiento sentimental, causado por un grave escándalo dado a la Iglesia, como parece insinuar el artículo. Tampoco han basado sus conclusiones en los autores de la Contrarreforma, ni sostienen que un Papa legítimo pueda alguna vez caer en herejía y perder el Pontificado.
Mucho más que mero escándalo, hay que hablar de verdaderas y propias herejías previamente condenadas, que se intentan imponer por autoridad a los católicos, así como de la destrucción de todo lo que manifiesta y protege la Fe católica, cosa que ningún Papa legítimo puede hacer.
Nuestra afirmación no es elaboración nuestra, sólo seguimos la enseñanza y práctica multiseculares de la Iglesia, codificadas por el Papa Paulo IV en su Bula Cum ex apostolatus Officio, que os guardáis muy mucho de citar, no vaya a ser que alguien se entere de las disposiciones de los Papas.
En ella, Paulo IV, contestando de antemano la calumnia de que un Papa puede caer en herejía, enseña que si alguna vez ocurriera que un ocupante aparentemente legítimo del Solio pontificio enseñara la herejía, es que nunca ha sido Papa, por haber caído en ella, o haberse desviado de la Fe previamente a su elección. Y que por ende, esa elección es insanable, y todo su Pontificado es nulo, por mucho que dure.
Pero a su vez, siguiendo el argumento, los mismos escándalos son verdad de todos los obispos diocesanos del mundo, que en consecuencia tampoco son miembros y carecen de autoridad; y la Iglesia Católica debe identificarse sólo con aquellos que no han transigido en su fe y rechazan la comunión con esos “Papas” y “obispos”. Una minoría de éstos elegirá su propio “Papa”.
Todos los que aceptan los errores conciliares salen ipso facto de la Iglesia visible, y pierden cualquier poder de jurisdicción ordinaria que pudieran tener. El artículo demuestra una fenomenal mala fe haciendo amalgama de los fieles católicos con las decisiones de ciertos grupos minoritarios cuyas imprudentes decisiones en nada afectan a las conclusiones del problema del que aquí tratamos.
La fuerza del argumento reside en el escándalo real del ímpetu dado por las autoridades conciliares a la “nueva dirección” de la Iglesia; su debilidad, en que no es capaz de probar que ninguna de esas autoridades es formalmente herética.
En efecto, se es hereje “material” si se contradice objetivamente lo que Dios ha dicho; se es hereje “formal” si se hace eso pertinazmente, es decir, sabiendo que se está negando la palabra o la voluntad de Dios. Ahora bien, la vía ordinaria con que la Iglesia averigua la pertinacia (y con ella las consecuencias sociales de la herejía profesada: excomunión, pérdida del cargo, etc.) es por medio de admoniciones (62) autorizadas al delincuente y despreciadas por éste (CIC [1917], can. 2314.1).
Una vez más, el artículo engaña a sus lectores confundiendo escándalo con herejía pública, notoria, divulgada y perseverante.
Sigue engañando cuando afirma que para ser hereje formal, son necesarias admoniciones oficiales, cuando todos los autores resumidos por el Diccionario de Teología Católica enseñan que el juicio erróneo unido al conocimiento del Magisterio de la Iglesia es suficiente, sin que sean necesarias moniciones de parte de la Iglesia, (por ej. Cayetano in II-II, q XI a.2).
¿Alguien se atreverá a afirmar que Juan XXIII o Benedicto XVI NO conocen la doctrina de la Iglesia, ellos que han prestado varias veces el juramento antimodernista, destinado entre otras cosas a evitar la típica excusa de los herejes, mansos corderitos que balan “pero yo no sabía…”
Si hubiera sido necesaria una monición para ser hereje formal, salir de la Iglesia, y perder ipso facto cualquier poder y carga dentro de ella, Lutero o Calvino no hubieran dejado de ser católicos durante mucho tiempo.
Como bien dice san Roberto Belarmino: “Los herejes, aun antes de ser excomulgados, están fuera de la Iglesia, y privados de toda jurisdicción. Pues se han condenado por su propia sentencia”.
Pero nadie puede amonestar al Papa con autoridad (can. 1556) (y los obispos sólo pueden serlo por su superior, el Papa [can. 1557], que no lo ha hecho). Por lo tanto, la pertinacia, y en consecuencia la herejía formal, no puede probarse
Primero yerran suponiendo lo que deben probar: Que ese “Papa” verdaderamente lo es, pero como hemos visto, no son necesarias moniciones para poder afirmar la pertinacia de un hereje. Además, los Papas, el día de su Coronación, prestan un solemne Juramento en el que ellos mismo se declaran anatemas si hicieran alguna de las cosas vedadas en él, y ello, precisamente porque saben que nadie más tiene autoridad en la tierra para ello. Se han anatematizado de antemano.
¿Pero no podría presumirse la pertinacia por la insistencia de estos Papas en los nuevos caminos, contra toda la Tradición y sus testigos actuales? Respuesta: tal vez; pero no socialmente, esto es, en lo que concierne a la pérdida del cargo, la cual, si no queremos que las sociedades se colapsen, debe ser no sólo presumida, sino también demostrada.
El argumento no prueba su objeto, y resulta todavía menos probable si se considera que no es la única explicación de que “el hereje material siga siendo Papa” (a) y se hace muy improbable si se consideran sus peligros (b) o consecuencias (c).
Interesante pero arriesgada tesis: Podríamos tener la seguridad de que el presunto papa es un fiero hereje, perfectamente consciente de lo que hace, con pleno consentimiento, y ello, a pesar de los avisos de su mismos consejeros, pero no podríamos inferir lógicamente que ha perdido por ello su cargo… Buen ejemplo de lo que suelo llamar logicovacantismo.
Reiterando lo dicho, que un Papa verdadero no puede caer en herejía ni perder por esa causa el Pontificado, nada hay que demostrar cuando el mismo Papa ha hablado, enseñando, que todo su Pontificado, administración, actos, enseñanzas, son nulos y de ningún efecto, por mucho que dure.
Aun cuando los Papas no hubieran hablado, los doctores, como san Roberto, afirman que perdería inmediatamente el Pontificado, si fuera posible que cayese en herejía…
Y aun sin eso, es tal el mal gobierno de esos prelados, que deberían dimitir por falta de regibilidad, como san Celestino V.
a) La mentalidad liberal de Pablo VI o Juan Pablo II puede explicar su pretensión de ser católicos y simultáneamente su traición, en la práctica, al catolicismo. Ellos aceptan las contradicciones; es lo que cabe esperar de una mentalidad subjetivista y evolutiva (63). Pero esa estructura mental sólo puede ser convencida de herejía por vía de autoridad…
¡Cómo no! La tesis Williamson! Bien llamada por el abbé De Tanouarn “mentevacantismo”. Tendrían un corazón católico y una mente liberal…
Además de ser desmentida por los hechos, por ejemplo, la ingente obra teológica de Herr Doktor Ratzinger, esa separación casi ezquizoide que les haría ineptos para el uso del principio de no-contradicción los asemejaría a los insanos de mente, inhábiles para el Papado, e incapaces de ejercer el Pontificado, una vez elegidos, sin que nada pueda hacer la autoridad, que por cierto, me pregunto cuál sería, un buen psiquiatra quizás.
b) La Iglesia es indefectible (fP-3) no sólo en su fe y deseo de santificación, sino también en su constitución monárquica (fP-4), lo cual incluye el poder de gobernar, es decir, la jurisdicción, y de ahí la proclamación del Concilio Vaticano I de que Pedro tendrá sucesores a perpetuidad. Ahora bien, podemos comprender una brecha en la línea de los Papas desde la muerte de uno a la elección del siguiente, y que pueda prolongarse (la más larga que conocemos fue la del 304, San Marcelino, al 307, San Marcelo I). Pero ¿estaría preservada la indefectibilidad si no hubiese Papa desde 1962 ó 1958 (ó 1955, si nos referimos a la legislación litúrgica), o si no hubiese nadie con jurisdicción ordinaria? ¿A quién podrían señalar los sedevacantistas que la tuviese? La Iglesia es visible (fP-3), y no sólo una sociedad compuesta por quienes se han unido a ella mediante vínculos internos (estado de gracia, misma fe, etc.). Y en cualquier sociedad, y también en la Iglesia (cfr. León XIII, Satis Cognitum), la autoridad es un punto focal necesario para la unidad de dirección y propósitos de la sociedad.
Una vez más, suponen lo que deberían probar, a saber, que una vacancia larga de la Santa Sede comprometería la indefectibilidad de la Iglesia. Olvidando que el más y el menos no altera ni el género ni la especie. Es indiferente que la vacancia sea de dos días o de dos siglos, los principios no cambian.
La Iglesia y la Santa Sede son personas morales, de naturaleza perpetua, por lo que no sufren ni desaparecen incluso si están momentáneamente privadas de titular legítimo. Resumiendo lo dicho por Pablo IV “Cualquiera que fuera la duración de esa situación”, y otros Papas, escribe el ínclito Dom Guéranger:
“Que un Decio produzca por sus violencias una vacancia de cuatro años en la Sede de Roma, que se eleven antipapas sostenidos los unos por el favor popular, los otros por la política de los príncipes, que un largo cisma haga dudosa la legitimidad de muchos pontífices, el Espíritu Santo dejará correr la prueba, fortificará, mientras ella dure, la fe de sus fieles; en fin, en el momento señalado, producirá su elegido, y toda la Iglesia lo recibirá conaclamación” (Dom Guéranger: El año litúrgico, miércoles de Pentecostés)
O como dice el P. Barbier:
Si se demorara muchos meses o muchos años sin elegir un nuevo papa, o se elevaran antipapas, como ha ocurrido algunas veces, el intervalo no destruiría la sucesión, porque mientras tanto el clero y el cuerpo de los obispos subsiste siempre en la Iglesia con la intención de dar un sucesor al papa difunto tan pronto como las circunstancias lo permitan” (“P. Barbier: Los tesoros de Cornelius a Lapide…, París 1856, t. 1, p. 724-725)
c) Si la Iglesia no tiene Papa desde los días del Vaticano II, entonces ya no hay cardenales legítimamente creados. Pero entonces, ¿cómo volverá la Iglesia a tener Papa, si la disciplina habitual sólo otorga a los cardenales el poder de elegir Papa? La Iglesia podría haber ordenado que hubiese “electores del Papa” no-cardenales capaces de hacerlo, pero no podemos ir por una vía distinta a la que establece la disciplina ordinaria, que establece que sean los cardenales quienes lo elijan. Sedevacantistas “menos serios” sostienen que ha sido o será designado directamente por revelación celestial privada.
“Ore tuo te judico…” Bien hablan de disciplina HABITUAL. Pero…¿Es que todavía no nos hemos dado cuenta de que vivimos una situación totalmente inhabitual?
La Iglesia ordena que sea la Iglesia de Roma, es decir, la Diócesis de Roma y diócesis suburbicarias, la que elija a su Obispo. En ausencia de sus electores ordinarios, serían el cuerpo de los obispos, clero y pueblo de Roma el que tendría que aprobar una designación, que podría verificarse a través de procedimientos variados, que deberían manifestar que realmente el conjunto de la Iglesia universal conoce la situación anómala en que se encuentra, y que consiente en esa designación extraordinaria, de modo que no se produzcan ulteriores divisiones.
El precedente más claro lo constituye el Gran Cisma de Occidente, en el que durante 40 años no se supo quién era el Pontífice legítimo, tragedia que se solucionó convocando un Concilio imperfecto, y ya que los cardenales de cada una de las obediencias eran al menos dudosos, adjuntando a cada uno de esos cardenales un obispo en representación de la Iglesia universal, para que no hubiera duda sobre la validez de la elección.
Lo importante es el consentimiento de la Iglesia Romana, e implícitamente, de la Iglesia Universal. El modo de designación puede ser muy variado, cabiendo incluso la posibilidad de una intervención celestial, como aquella en que un niño señaló a san Ambrosio, todavía laico, o una columna de luz señaló el paradero de san Gregorio Magno, cuando éste se había dado a la fuga, sabedor de que pensaban en él para Papa. Mientras luego se dé la actividad humana requerida en derecho, es un modo posible.
El sedevacantismo también tiene consecuencias espirituales: el sedevacantismo es una opinión teológica, no una certeza, y tratarlo como una certeza lleva a condenar con aspereza a quienes no lo comparten (quienes de “tal vez equivocados” se convierten en “herejes”); e invariablemente conduce a no reconocer ningún superior espiritual sobre la tierra, convirtiéndose cada cual, en la práctica, en su propio “papa”, regla de la fe y de la ortodoxia, juez de la validez de los sacramentos, etc. (64)
Esto ya es surrealista. Los que procuran cumplir su deber de católicos obedeciendo no su fantasía, sino a los Papas que previeron hace siglos la situación en la que nos encontramos, se ven tachados de rebeldes por aquellos que adoptan un comportamiento cismático, reconociendo la legitimidad de los ocupantes conciliares, para seguidamente desobedecerles sistemáticamente.
Por no hablar de sus teorías negacionistas de la infalibilidad ordinaria y cotidiana de los Papas, o las subversivas tesis sobre la resistencia a la autoridad soberana de los Papas, todas ellas condenadas en las personas y obras de galicanos y jansenistas.
Siendo esto así, ¿podemos asociarnos (65) con ellos? Con aquellos que aceptan el sedevacantismo sólo como una opinión teológica, sí; con aquellos que lo consideran una certeza teológica, y si no hay más remedio y puede hacerse sin ser presionados a pensar como ellos, sí (si no, no); con quienes sostienen que es una verdad de fe, no; con quienes han nombrado su propio “papa”, definitivamente no.
¡Y estos son los que acusan a los demás de hacerse jueces de la fe y ortodoxia…!
Rechazan estar en comunión con unos católicos que procuran seguir la doctrina y práctica común de la Iglesia, sintetizada, enseñada y estrictamente mandada por la autoridad soberana e infalible de los Papas, y que no se han hecho reos de otros delitos.
Esa es la definición misma, si no del hereje, al menos del cismático, como mínimo material.
Breviario sobre la HSSPX
“In cauda venenum”. Ahí tienen la fiabilísima fuente en la que se han inspirado, o mejor, que han fusilado los autores del artículo.
Esa Fraternidad que sigue adorando a aquél a quién su fundador llamaba “la serpiente”, y que sigue confiando en quien más ha hecho para irlos reduciendo a la insignificancia.
Esa Fraternidad que no sólo trata a Mons. Fellay como si fuera Papa, sino que actúa como si Menzingen fuera Roma, hasta crear su propia Rota, en la que dan sentencias matrimoniales, incluso de nulidad, o se permiten expulsar a uno de sus propios obispos, sin juicio ni posibilidad de defenderse, y donde lo habitual es un comportamiento sectario con los de dentro y los de fuera.
En cuanto a las notas con que acaban su artículo, sólo diré que no afectan a los sedevacantistas legítimos, que no tienen ninguna intención de elegir “su” papa, ni han olvidado la teología sacramental más elemental.
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Una humilde acotación a la afirmación hecha por el autor del blog «Ecce christianus» que dice:
«Pero ¿estaría preservada la indefectibilidad si no hubiese Papa desde 1962 ó 1958 (ó 1955, si nos referimos a la legislación litúrgica), o si no hubiese nadie con jurisdicción ordinaria? ¿A quién podrían señalar los sedevacantistas que la tuviese? La Iglesia es visible (fP-3),(…)»
Me permito traer a colación las siguientes palabras, llenas de realismo, ciencia y buen sentido, que hago mías completamente:
«(…) Dios no determinó la duración de esa vacancia: ella ya ocurrió más de 260 veces en la Iglesia con duraciones variables y «magis et minus non mutat speciem». De allí que si fuese imposible una vez, todas lo serían.
Y ESA DURACIÓN ES MAYOR HOY, SÓLO POR ESA MISMA «RESISTENCIA HUMANA» A LA LEY DE LA VACANCIA, POR PARTE DE AQUELLOS QUE TIENEN EL DEBER DE EXTINGUIRLA Y QUE QUIEREN PROLONGARLA, ESTABLECIENDO A UN HEREJE PÚBLICO EN EL PAPADO. Sustituyen la Sede vacante temporaria y fáctica por una sede vacante doctrinaria y atingente a la naturaleza de la Iglesia, la cual se ve así pervertida. SI DIOS «no podría permitir una sede vacante prolongada», ¿PODRÍA PERMITIR EL HERETICISMO PROLONGADO SIN QUE ESO MUDASE LA NATURALEZA DE LA IGLESIA?» (Dr. Homero Johas, «El carácter heterodoxo de la postura lefebvrista»).
O sea, estimado autor de las objeciones a la realidad, LA CAUSA DE ESTA PROLONGADA USURPACIÓN DE SEDE y del estado de agonía de muchos cristianos, no son más que dos: (1) USTEDES MISMOS, que teniendo ante los ojos la realidad descarnada NO QUIEREN recurrir a lo que la Iglesia enseñó siempre y siguen causando ceguera en sus hermanos; (2) LA JERARQUÍA, que debía hacer frente a la ocupación petrina y que no está del todo perdida en los obispos reales que todavía existen. Cuando estos dos culpables se decidan a actuar como deben, entonces habrá un principio de solución.
Mientras tanto, los pocos fieles que saben la realidad y estudian los documentos de la Iglesia harán todo lo posible por difundir lo que sucede y hacer tomar conciencia del hecho de la usurpación… Porque, de venir primero la Parusía del Señor, no creo que Uds. lo pasen muy bien…
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Y si… se hace lo que se puede por difundir lo que sucede…
Y al mundo le vale una pura y dos con sal!
Los «catolicos lite» de hoy, ni saben ni quieren saber del asunto. Nada. Si implica modificaciones a sus creencias, a sus valores, a su materialismo, a su escala de valores donde «primero es comer que ser cristiano», no quieren saber nada del asunto.
Les va la vida en ello! y no lo saben, y no lo quieren saber!
Realmente no se como este sostenido este mundo de hoy… si la razon de ser que tenia (el dar Culto a Dios) practicamente ha desaparecido de la faz de la tierra…
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Mateo 24:15
Por tanto, cuando Veáis establecida en el lugar santo la Abominación desoladora, de la cual Habló el profeta Daniel (el que lee, entienda)
Daniel 10:
Y se elevo contra la fortaleza del cielo, y derribo al suelo parte de los fuertes y de las estrellas, y las hollo.
Y se engrandecio hata contra el Principde de la Fortaleza o de los fuertes y quitole EL SACRIFICIO PERENNE, y abtio el lugar de su santificacion.
Y le fue dado poder CONTRA EL SACRIFICIO PERPETUO a causa de los PECADOS DEL PUEBLO, y la Verdad sera abatida sobre la tierra, Y EL EMPRENDERA CUANTO SE LE ANTOJE Y Y SALDRA VICTORIOSO DE SU EMPRESA.
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A cuales pecados puede referise la profecia?
Al mayor de todos: el volver la espalda a Dios.
El mundo, seducido por el materialismo, por el hedonismo y por el culto al propio hombre («nosotros tambien tenemos la religoin del hombre»), ha relegado a Dios a un mero espectador de fondo (y eso si no es que se le niega la existencia! («la muerte de dios», dijera Sartre).
Hombre!… te has volcado a ti mismo!… pretendes explicarte a ti mismo, al universo y a la finalidad de tu propia existencia SIN DIOS!… Temi
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La verdad es clara y hasta el más pequeño puede comprenderla. La mentira y la media verdad enloquecen. Tratar de justificar el error con un sinúmero de propuestas es solo para mal del que así obra, solo queriendo hacer valer su posiciony no la verdad, pura sin mácula.
Por eso es difícil seguir sus pensamientos porque igual que los modernistas hacen decir a los dogmas y al Magisterio aquello que precisamente no pueden ni quieren decir. Pero en sus subterfugios de conciencia pierden el rumbo.
Es verdad lo que dicen Adversus Haereses y Derechos de Dios, y se reconoce porque ES TAN LIMPIDA Y SENCILLA LA VERDAD.
En tanto veamos todos los ditirambos de ECCHE C. cuando falta solo escuchar una sentencia: Si nosotros o algun ángel os predicara un evangelio diferente SEA ANATEMA. bástenos la palabra de Dios que no muta, ni evoluciona, es siempre válida porque es verdad, y esos tales permanecen en la sede, porque la mayoría temerosos más de los hombres que de Dios no han tenido las agallas para decir Maldición a todo lo que ellos hacen y a quienes le siguen, y se esconden en mil intringuilis como esos malandrines abogados que acaban demostrando que el asesino es inocente aunque tenga en las manos el arma y traiga sus ropas empapadas de la sangre del inocente.
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