Algunos periódicos que he ojeado en el día de hoy nos informan de la «homilía» (en realidad alocución del «Angelus») de Benedicto XVI ayer, domingo día 18 de Noviembre, penúltimo domingo del año litúrgico. Los sueltos periodísticos se centran brevemente en dos informaciones: «El papa dice que Jesús no era un adivino» y también «Jesús no habló del fin del mundo». Supongo que ambas cosas están enlazadas de la siguiente manera: «Jesús en el evangelio de hoy no hablaba del fin del mundo porque no era un adivino«.
Por ello me he propuesto analizar la alocución de Benedicto XVI en su integridad, para lo cual me ha sido útil el mensaje que me envió la Hna.María. Allí consta la alocución completa.
Traigo el texto completo de la alocución que precede al tradicional Angelus, de Benedicto XVI acerca del texto evangélico del penúltimo domingo del año litúrgico. Después de una rápida lectura me he quedado algo confuso sobre el significado de lo dicho en esta alocución.
Me propongo reproducirla en primer lugar, lo que hago a continuación. Más abajo apostillo las palabras de Benedicto con mis propias reflexiones que me surgen al hilo de ellas. En último lugar hago un breve comentario o conclusión de carácter totalmente personal.
Sí diré brevísimamente que he comprobado su carácter confuso o por lo menos difícil de entender leyéndosela a alguien allegado. ¡No ha entendido nada!.

El lenguaje de Nuestro Señor fue claro, conciso y sencillo
Me pregunto qué habrá entendido la multitud que suele asistir a estos actos. Me gustaría saberlo. Pero no creo que la respuesta a mi pregunta no esté muy lejos de lo que he obtenido en mi particular pesquisa. Es un texto que se presta a la confusión y divergencia en las interpretaciones. Hay un post en este blog
titulado «El lenguaje de la Verdad». En él se dice que la dificultad en la comprensión no es propia del lenguaje de los que pregonan la verdad.

Ratzinger y su mentor Rahner ambos conocidos como utilizadores de un lenguaje oscuro. Ambos también tachados de alejados de la verdad católicas.
Ejemplo Nuestro Señor Jesucristo. Como dice en el texto citado L.C Fillion, describiendo así su forma de predicar: “el método habitual de Jesús en la predicación o en la simple conversación es ‘intuitivo’ en vez de` discursivo “. Él no razona las cosas, como Platón, no hace ningún comentario, como los escribas, Él conoce las cosas plena y absolutamente, las contempla con visión directa. Él informa lo que ve y oye…” El lenguaje de Jesús se adaptaba maravillosamente a los oyentes por medio de parábolas y comparaciones. en todo caso sus afirmaciones no daban lugar a equívocos. La profundidad de las ideas de su discurso se prestaba a la meditación «guardándo sus palabras en el corazón» y rumiándolas para penetrar más su sentido, pero sus enunciados no admitían la tergiversación. Se me ocurren estas consideraciones para establecer la enorme diferencia con el lenguaje de Benedicto, que en caso de estar acertado el texto citado, no sería el lenguaje de la verdad. Sus libros, particularmente el último [¡y el que está a punto de salir sobre la infancia de Jesús!], sus homilías y alocuciones tienen un común denominador «son difíciles de entender«. A lo que se podría añadir que a primera vista se apartan notablemente de la Fe católica [Véanse los posts dedicados a sus visiones de los contenidos de ls Fe, Resurrección, Ascensión, Pascua celebrada por Jesús etc en la pestaña superior de este blog Benedicto XVI]. Algunos lo atribuyen a la inteligencia que posee a raudales, (como he leído recientemente). Pero entonces habría que decir que papas, doctores, catecismos, santos, padres de los concilios… y el mismo Señor Jesucristo eran unos mentecatos.
He aquí el texto de la alocución:
Texto completo de la alocución del Papa antes de rezar el ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
En este penúltimo domingo del año litúrgico se proclama, en la redacción de Marcos, una parte de las palabras de Jesús sobre los últimos tiempos, en término técnico «escatológico» (Cfr. Mc 13, 24-32).
Estas palabras se encuentran, con algunas variantes, también en Mateo y Lucas, y es probablemente el texto más difícil de los Evangelios. Esta dificultad deriva, tanto del contenido como del lenguaje: en efecto, se habla de un futuro que supera nuestras categorías, y por esto Jesús utiliza imágenes y palabras tomadas del Antiguo Testamento, pero, sobre todo, coloca un nuevo centro, que es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección.
También el pasaje de hoy se abre con algunas imágenes cósmicas de tipo apocalíptico: «El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas» (v. 24-25); pero este elemento es relativizado por lo que sigue: «Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria» (v. 26). El «Hijo del hombre» es el mismo Jesús, que une el presente con el futuro; las antiguas palabras de los profetas han encontrado, finalmente, un centro en la persona del Mesías nazareno: es Él el verdadero acontecimiento que, en medio de los trastornos del mundo, permanece el punto firme y estable.
Como confirmación de esto hay otra expresión del Evangelio de hoy. Jesús afirma: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (v. 31). En efecto, sabemos que en la Biblia la Palabra de Dios está en el origen de la creación: todas las criaturas, a partir de los elementos cósmicos – sol, luna, firmamento – obedecen a la Palabra de Dios, existen en cuanto «llamados» por ella. Este poder creador de la Palabra divina se ha concentrado en Jesucristo, Verbo hecho carne, y pasa también a través de sus palabras humanas, que son el verdadero «firmamento» que orienta el pensamiento y el camino del hombre en la tierra. Por esto Jesús no describe el fin del mundo, y cuando usa imágenes apocalípticas, no se comporta como un «vidente». Al contrario, Él quiere sustraer a sus discípulos de toda época de la curiosidad por las fechas, las previsiones, y en cambio, quiere darles una clave de lectura profunda, esencial y, sobre todo, indicar la vía justa sobre la cual caminar, hoy y mañana, para entrar en la vida eterna. Todo pasa – nos recuerda el Señor -, pero la Palabra de Dios no cambia, y frente a ella cada uno de nosotros es responsable del propio comportamiento. En base a esto seremos juzgados.
Queridos amigos, tampoco en nuestros tiempos faltan calamidades naturales, ni lamentablemente, guerras y violencias. También hoy tenemos necesidad de un fundamento estable para nuestra vida y nuestra esperanza, tanto más a causa del relativismo en el que estamos inmersos. Que la Virgen María nos ayude a acoger este centro en la Persona de Cristo y en su Palabra.»

La algarabía orwelliana no es muy diferente del lenguaje de la de los teólogos conciliares
Hasta aquí el texto de la que se hace eco la controvertida y resonante informacion en la prensa diaria.
Como he anunciado arriba transcribo mis apostillas exponiendo las impresiones y preguntas que surgen al hilo de sus palabras:
En este penúltimo domingo del año litúrgico se proclama, en la redacción de Marcos, una parte de las palabras de Jesús sobre los últimos tiempos, en término técnico «escatológico» (Cfr. Mc 13, 24-32). [con lo fácil que sería decir en el Evangelio de San Marcos en lugar de «en la redacción de Marcos» (que suscita dudas respecto de su inerrancia). Respecto de las palabras «una parte» uno se pregunta si hay que decir de cualquiera que hable sobre un tema que son «una parte» de sus palabras que en otras ocasiones habrán sido algo distintas o más o menos extensas, o más profundas o más explícitas, o descritas por distintas personas con alguna variación].
«el texto más difícil de los evangelios» [a tenor de las explicaciones que da de él sin duda lo será. Yo diría que sería incomprensible, pese que su sentido es obvio. Aunque sin dejar de lado el lenguaje metafórico y visual oriental, que cualquiera entiende en éste y en otros pasajes evangélicos]
en efecto, se habla de un futuro que supera nuestras categorías, [se habla y en esto, están contestes los exegetas y catecismos, del Juicio final. No entiendo que esto supere nuestras categorías. Quizás sea difícil de creer. Pero la Fe lo dice. Y nuestras categorías (si se refiere a las categorías del pensamiento o de la valoración] no se ven superadas de ninguna manera. Simplemente se nos exige que lo creamos. No hay dificultad en comprenderlo. Hay dificultad en creerlo. Pero siendo El quien lo dice lo aceptamos como ha hecho siempre la Iglesia y los fieles católicos creyendo a su predicación. El texto de referencia (Marc. 13, 26) lo trae el Catecismo Romano y también remite a Mat.24,80 y a II Thes. 2,11) y sobretodo a Da. 7]. Según el Catecismo estos textos aluden al Juicio Final y a la Sentencia que oiremos en él, a la que califica de nada más grato si somos del número de los elegidos. Si va a ser grato no se ve cómo puede superar nuestras categorías.]
..coloca un nuevo centro, que es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección. [Francamente no acabo de comprender que en virtud del texto evangélico y de las imágenes que usa Jesús, si están tomadas del Antiguo Testamento, como él dice, coloquen un centro en su persona, y mucho menos comprendo que este centro sea «nuevo«. Sabemos que Cristo es el centro de las predicciones del A.T. pero no comprendo que lo sea, precisamente en virtud de esas imágenes y texto, y mucho menos que establezcan el «centro» en Cristo de manera nueva o por primera vez. Como si esto no fuera así desde siempre, y además seguiría siendo así sin que existieran estas imágenes y palabras. Pero si se refiere, lo que es ms probable, a que Jesús-su muerte y resurrección- es el centro, creo que así es pero no acierto a comprender que antes no lo haya sido en las profecías del A.T. para que se diga que es el «nuevo centro» y sobre todo no veo la relación con el texto que BXVI comenta. El texto habla del Juicio Final que precederá al fín del mundo y nada más.]
«El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas» (v. 24-25); pero este elemento es relativizado por lo que sigue: «Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria» [el que las palabras de Cristo tan diáfanas y obvias-dejando aparte lo que haya en ellas de metafórico e imaginativo- estén relativizadas (y mucho menos por las palabras que siguen), yo no lo comprendo. Esto sí que supera «mis categorías» o sea mi comprensión intelectiva y emocional. No hubiera estado de más que él lo explicara, pero desgraciadamente no lo hace. Más bien creo que sobre la venida del Hijo del Hombre (como gustaba Cristo llamarse), lo cual es objeto de un artículo del Credo- et iterum venturus est cum gloria iudicare vivos et mortuos– no hay duda. Las palabras que anteceden, de las que él dice que están relativizadas por esta sentencia, creo más bien que son un magnífico exordio de tan importante acontecimiento. No están relativizadas, sino más bien al contrario.]
El «Hijo del hombre» es el mismo Jesús, que une el presente con el futuro; las antiguas palabras de los profetas han encontrado, finalmente, un centro en la persona del Mesías nazareno: es Él el verdadero acontecimiento que, en medio de los trastornos del mundo, permanece el punto firme y estable. [Todo esto sigue superando mis categorías intelectuales. Creo que Jesús es el anunciado por los profetas del A.T. Que El sea un «verdadero acontecimiento» también lo creo aunque hasta ahora nadie (doctrina, teología, doctores, catecismos, concilios..) haya usado este rebuscado lenguaje. Que esto suponga un punto firme y estable en medio de los transtornos del mundo, también lo creo. En realidad creo que es mucho más que eso. Cristo es el Redentor de los hombres, que con transtornos o sin ellos, nos juzgará al fin del mundo. Esto es un artículo de Fe. Y a esto se refieren los textos evangélicos a que BXVI alude. Lo de los «transtornos» creo que es secundario. Cristo no ha venido, solamente, a darnos un «punto firme y estable frente a ellos» lo cual sería un objetivo inmanente a la historia del mundo y a la historia personal, sino a darnos la doctrina de la salvación, y a redimirnos por su vida y pasión y muerte, lo cual nos puede dar la vida eterna, aunque tengamos que sucumbir a los acontecimientos y transtornos mundanos- a veces martiriales– que acabarán en la «grata» sentencia del Juicio, como dice el Catecismo romano. Y a esto se refiere este texto. Por lo menos es lo que siempre se ha dicho en la predicación católica]
El que la sentencia «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» confirme lo dicho por BXVI, no aparece nada claro. Lo que confirma es la revelación del Juicio final , que es difícil de creer y por eso Cristo dio la sentencia anterior. Las palabras de Cristo confirman lo que la Iglesia no ha dejado nunca de predicar. Y que está en el Catecismo romano, (Iª,8,8) para enseñarnos la Fe, y lo hace con palabras claras y meridianas, sin dificultad de comprensión para «nuestras categorías«, aunque sí con la dificultad propia de la Fe oscura, que se apoya en las claras palabras del Redentor y en las no menos claras de Trento y su catecismo y de la enseñanza posterior de la Iglesia.
Prosigue BXVI diciendo que la Palabra de Dios está en el origen de la creación: todas las criaturas, a partir de los elementos cósmicos – sol, luna, firmamento – obedecen a la Palabra de Dios, existen en cuanto «llamados» por ella. Este poder creador de la Palabra divina se ha concentrado en Jesucristo, [al parecer haciendo una analogía compara las palabras de Cristo en quien se concentra el poder creador, con las palabras de Dios en la creación. Para ello dice que las criaturas «obedecen» a estas palabras. No sé si obedecer es la palabra adecuada para unas criaturas, inexistentes, que mediante la palabra creadora entran en la existencia. Pero en todo caso la analogía remitiría a que análogamente a la Creación, las palabras de Cristo son el firmamento (creado por Dios al comienzo del mundo) de la conducta humana que por su repuesta a la palabra, será un día juzgada. Me faltarán categorías pero yo veo que ésta es más bien una analogía débil. Lo de que esta palabra es ¡un «firmamento» me parece traído por los pelos y es de difícil comprensión para las categorías normales de la gente (entre los cuales los oyentes de esta alocución, que al igual que los que oyen las homilías dominicales, o no se habrán enterado de nada o de casi nada. ¿No estará aquí la causa fundamental del masivo abandono en la Iglesia, o sea en una predicación incomprensible, «modernista«, con frecuencia errada, que deja en blanco a los fieles de buena voluntad?
Prosigue:
«Por esto Jesús no describe el fin del mundo, y cuando usa imágenes apocalípticas, no se comporta como un «vidente». Al contrario, Él quiere sustraer a sus discípulos de toda época de la curiosidad por las fechas, las previsiones, y en cambio, quiere darles una clave de lectura profunda, esencial y, sobre todo, indicar la vía justa sobre la cual caminar, hoy y mañana, para entrar en la vida eterna. Todo pasa – nos recuerda el Señor , pero la Palabra de Dios no cambia»..
En este último párrafo de la alocución están las ideas que más han impactado a los redactores periodísticos : Jesús no es un «vidente» (adivino en otras traducciones) para hablar del fin del mundo. Pero en esto BXVI se aparta de la enseñanza católica. JESÚS AQUÍ HABLA DEL FIN DEL MUNDO. Así lo han entendido la predicación católica. Así lo dice el Credo. Así lo entiende el catecismo de Trento.(II,Cap.8, $8). Otra cosa es que no haya querido dar fechas y con esto no haya querido propiciar especulaciones vanas. En el mismo discurso escatólógico lo dice poco antes.. Pero el tachar la conducta del Señor, de no haber querido comportarse como un adivino, es incongruente. El Señor es y era Omnisciente. Si no lo ha hecho es porque no lo ha juzgado prudente y acorde con las disposiciones divinas. Por eso dice del día o la hora que «ni el Hijo lo sabe«. Frase enigmática que explican rectamente todos los catecismos y se aclara en nota en todas las Biblias.
De todas maneras hay en la alocución un vicio lógico evidente: La conclusión que extrae Benedicto es la siguiente: «Como Cristo no ha querido dar fechas, se sigue que no ha hablado del fin del mundo.» Pero esto no es así. Una cosa no implica la otra. La verdad es que ha hablado del fin del mundo aunque no ha querido dar fechas. La Iglesia, en su credo, en su teológía, en su magisterio, en sus catecismos, en las notas aprobadas de sus biblias, dice que en el discurso escatológico (en los tres evangelistas sinópticos) Jesús habla del fin del mundo. Y el Catecismo romano, refiriéndose al mismo versículo Marc.13,26, y paralelos, habla del Juicio Final.
Por consiguiente lo que añade de que Cristo quiere sustraer a sus discípulos de de la curiosidad por las fechas, las previsiones, y en cambio, quiere darles una clave de lectura profunda, esencial y, sobre todo, indicar la vía justa sobre la cual caminar, hoy y mañana, para entrar en la vida eterna, no sería acertado si se quisiera decir que Cristo pretende que la vía justa para entrar en la vida eterna es no creer o pensar en el fin del mundo. Más bien es lo contrario, el meditar en el fin del mundo, en el Juicio final cuando todo lo que vemos y los elementos serán abrasados y quedarán nuestras obras sobrenaturales, para que por ellas seamos juzgados, es lo acertado. Pero nadie debe entretenerse en el cálculo de fechas [aunque sí habrá señales, como lo advirtió Cristo]. Más bien debe estarse preparado, en vigilancia, porque «el ladrón puede asaltar la casa en cualquier momento». El fin vendrá como ladrón. Para conjurar este hecho, hay que pensar en el fin, como el padre de familia que defiende sus pertenencias, del asalto del ladrón. QUE ES JUSTO LO CONTRARIO DE LO QUE DICE BENEDICTO.
Por último. Benedicto termina su alocución así:
Queridos amigos, tampoco en nuestros tiempos faltan calamidades naturales, ni lamentablemente, guerras y violencias. También hoy tenemos necesidad de un fundamento estable para nuestra vida y nuestra esperanza, tanto más a causa del relativismo en el que estamos inmersos. Que la Virgen María nos ayude a acoger este centro en la Persona de Cristo y en su Palabra.»
Aquí intenta conjurar las desgracias y calamidades naturales, que muchos asocian, quizás erróneamente, con la cercanía del fin del mundo, diciendo que estas no tienen nada que ver con ese fin, DEL QUE DICE QUE CRISTO NO HA HABLADO. Para ello repite lo dicho acerca de que «Cristo es el fundamento (firmamento dijo antes) estable de nuestra vida y esperanza». Lo contrario, sería un efecto del relativismo, en el que estamos inmersos. Pero contra ello está el hecho de que el mismo Cristo en el mismo discurso, con variantes en los tres sinópticos, nos previene acerca de estas calamidades (guerras, terremotos) que dice que antecederán al Fin. aunque añade «sed necdum erit finis». Me parece que puede comprobarse una oposición ipsis verbis, entre lo dicho en los santos evangelios, no importa en cual de las ¡redacciones» y las palabras de Benedicto.
O sea HAY QUE PENSAR EN EL FIN DEL MUNDO, Y EN EL JUICIO FINAL(como dice el catecismo), pero sin entretenerse en especulaciones de fechas. Tenemos que estar preparados. Y los católicos de todas las épocas han tenido cuidado en relacionar las calamidades naturales, con las calamidades que sí habrá precediendo al fin que sabían vendría de improviso, como un ladrón. Lo contrario sería no estar en vela, como hicieron las vírgenes locas al quedarse sin aceite para sus lámparas.
CONCLUSIÓN
La alocución de Benedicto, más allá de las obviedades y observaciones contra la exégesis común, va en dirección contraria a lo predicado siempre por la Iglesia.
Cristo es mucho más que el fundamento firme o firmamento de la conducta, frente los transtornos naturales. Es el Redentor que nos proporcionará la vida eterna, si en el jucio nos diera una «sentencia grata» (catecismo) de acuerdo con nuestras buenas obras.
Las calamidades personales y generales nos deberían hacer pensar, por analogía, en los dos juicios, el particular y el Universal, por los cuales pasaremos para ser juzgados por el Juez Cristo. El mundo tendrá fin y el Señor nos advierte de ello, precisamernte en el evangelio que comenta Benedicto intentando- a lo que parece- que apartemos nuestra mirada de estas realidades escatológicas. Las cuales han sido la predicación común de la Iglesia en todas las épocas. Menos en ésta, en donde no faltan falsos profetas, que intentan apartarlas de nuestra consideración. Como dijo Cristo «como en los dias de Noé la gente comía y se casaba pero vino el diluvio..» Igual sucederá al fin de los tiempos. TUNC ERIT FINIS.
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¿Es el lenguaje retorcido lo que les impide comprender o no comprenden porque usan impropiamente el lenguaje? A ver, si Cristo habla explícitamente del fin, y no hay otras fuentes que interpretar que las palabras de Cristo recogidas en los Evangelios ¿de donde obtienen estos conciliares enloquecidos que Cristo NO habla del fin? No será ciertamente de los textos. Será mas bien de su descompuesto cerebro modernista que estima que aquello que a ellos les supera, simplemente NO PUEDE SER: como los milagros, la propia resurrección, la transubstanciación y la presencia real. Ahora bien, ¿por qué a ellos les superan ciertas noticias que han acompañado a la fe católica desde siempre? Porque no tienen fe. Eso les impulsa a buscar explicaciones puramente racionales, y por tanto insuficientes. Et voila! Cristo habla del fin y ellos entienden que no existe tal fin. Cristo manda bautizar y enseñar y ellos entienden que no deben ni bautizar ni enseñar. et caetera.
Por lo demás, todos los modernos usan el mismo lenguaje, confuso, ambiguo, difícil de entender. Parecieran sentir horror a la claridad. Allá donde basta una palabra ellos usan cuatro o cinco. Allá donde siempre se usó un término ellos usan otro. Allá donde un término tuvo siempre un significado ellos le atribuyen otro distinto. No me atrevo a juzgar del latín que se usa hoy en día en el Vaticano, porque mi latín es muy pobre. Ahora bien: leo a Santo Tomás y lo entiendo. Leo a San Roberto Belarmino y lo entiendo. Incluso leo a San Bernardo o a San Agustín y lo entiendo (casi). Pero leo textos contemporáneos en latín salidos de las oficinas vaticanas y no los entiendo…
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Estimado Blogger,
me ha dado gran gozo leer su post. Su análisis de la alocución de BXVI no tiene desperdicio.
Lo compartiré con mis conocidos gustosamente.
Un saludo.
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Es bien sabido que cuando alguien te quiere engañar, procura envolverte con un montón de palabras, lo más incomprensibles posible, para que no puedas reaccionar, y te pueda colocar su mercancía averiada.
Por eso, una de las señales infalibles por las que los buenos cristianos, incluso analfabetos, sabían descubrir a los embaucadores, era precisamente porque hablaban oscuramente, cuando sus catecismos y sus predicadores procuraban hablar claro.
Por las palabras de este señor, se ve claro que ya no cree en nada, y que intenta esconder su infidelidad bajo todo ese palabrerío indigesto.
A las que no sabemos tanto como él, nos queda un recurso: El sano sentido común, que nos coloca un cartelito rojo donde pone: «¡Peligro, pírate!»
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Y se cumplen nuevamente las Sagradas Escrituras:
«…los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los sabios entenderán» (Daniel 12:9,10).
Este negar el sentido de la Palabra de Dios, el obscurecerla, ¿es porque su impiedad les impide ver? La oscuridad de su lenguaje nos remite a la oscuridad de su sabiduría?, ¿su erudición los traicionó porque estaba edificada en la soberbia y el orgullo? «nosotros comprendemos mejor que todos nuestros antecesores, la verdad» o engañan por el placer de engañar, y son de aquellos infiltrados que entraron para destruir la Iglesia desde dentro?
Solo Dios lo sabe
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