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EVOLUCIÓN EN LA COMPRENSIÓN DE LOS DOGMAS


Algunos oyen la palabra «evolución» y se ponen automáticamente en contra. La asocian a la condena del «evolucionismo» teológico por Pío X.

Pero en realidad hay un evolucionismo sano que es aquél que admite un cambio «homogéneo» preservando la sustancia de los dogmas. Es decir «en el mismo sentido y con la misma sentencia«.

Los que vienen siguiendo los avances del blog últimamente, se habrán  percatado de que estamos inmersos en la oposición de dos conceptos: Anti-infalibilismo (o dicho más sencillamente falibilismo) e Infalibilismo. Los dos aplicados a la enseñanza de la Sede de Pedro. Los partidarios del primero negarían que la enseñanza de los papas fuera siempre infalible. Los opositores tienen la sentencia opuesta: El papa en su enseñanza, por la asistencia del Espíritu Santo, no puede errar. Sea esta enseñanza extraordinaria u ordinaria.

Como la evolución en la comprensión de los contenidos de la Fe, es innegable que ha experimentado cambios, por ejemplo en la comprensión del dogma de la Inmaculada Concepción y en la comprensión de la necesidad del Bautismo para la salvación, muchos acaban diciendo que ha errado la enseñanza papal y aun del Magisterio ordinario  de los obispos con el papa. Si hay manifestaciones contrarias de los papas, dicen, éstas no fueron hechas ex-cathedra. En nuestro avance en la exposición de la cuestión, reproducimos un comentario que arroja mucha luz sobre la cuestión teológica que nos ocupa.

El siguiente comentario fue hecho en el post «Doctrina del magisterio sobre la Salvación». Allí reproducíamos la Carta de la Sgda. Congregación del Santo Oficio al arzobispo de Boston (USA), de fecha 8 de agosto de 1949, sobre el axioma que dice: “Fuera de la iglesia católica no hay salvación”. También se reprodujeron allí  las palabras de Pío XII sobre el Bautismo de deseo en su magisterio ordinario. (Por ejemplo en carta a la Unión Católica italiana Ostetriche escribe “El acto de caridad puede bastar a un adulto para adquirir la gracia santificante y SUPLIR EL BAUTISMO.” [29 oct.1951; AAS 43] ; para negar a continuación que esto valga a los infantes. Su magisterio fue el mismo que enseñaron los obispos en su magisterio ordinario unidos al Papa (infalible según la Dei Filius) que permitieron catecismos, predicaciones y obras teológicas con esta enseñanza, durante siglos. Lo mismo se diga del Código de Derecho Canónico de 1917.

Las discusiones sobre este punto que ya se han tenido en este blog en los cinco posts sobre el Bautismo de deseo, y en otros blogs de doctrina plenamente católica, han sido abortadas, consideradas como «no-apreciadas» por mí para su publicación. Siempre dan lugar a tomas de posición y a manifestaciones interminables. Cada uno es muy libre de hacer réplicas y contrarréplicas en sus blogs pero no en éste. Nuestro objetivo es más amplio, es enunciar la doctrina católica en su magisterio ordinario y extraordinario sobre el infalibilismo, así como en las sentencias de Padres de la Iglesia, y doctores. Fue sólo en este sentido que expresamos nuestras firmes creencias.

He aquí el comentario de Fray Eusebio de Lugo O.S.H. (nick) que incide en estas cuestiones y que consideramos relevante en el progreso de nuestra exposición del magisterio católico sobre el Falibilismo y infalibilismo.

Por Fray Eusebio

Está visto que estamos aquí ante un problema que va más allá del bautismo de deseo, implícito o no, y que tiene que ver con el modo en que entendemos la posibilidad de evolución homogénea del dogma en la Iglesia.

Si creemos que es el Espíritu Santo el que enseña a la Iglesia a través de un Magisterio y juicio papal que no puede NUNCA fallar, y que progresivamente, va desarrollando lo implícito, insistiendo más en unos determinados aspectos, o en otros, según los tiempos y las necesidades, estaremos seguros de no falsear el depósito recibido.

Así se expresa León XIII en su Encíclica sobre el Espíritu Santo, Divinum Illud:

Y entonces los apóstoles descendieron del monte, como escribe el Crisóstomo, no ya llevando en sus manos como Moisés tablas de piedra, sino al Espíritu Santo en su alma, derramando el tesoro y fuente de verdades y de carismas(25). Así, ciertamente se cumplía la última promesa de Cristo a sus apóstoles, la de enviarles el Espíritu Santo, para que con su inspiración completara y en cierto modo sellase el depósito de la revelación: «Aún tengo que deciros muchas cosas, mas no las entenderíais ahora; cuando viniere el Espíritu de verdad, os enseñará toda verdad»(26). El Espíritu Santo, que es espíritu de verdad, pues procede del Padre, Verdad eterna, y del Hijo, Verdad sustancial, recibe de uno y otro, juntamente con la esencia, toda la verdad que luego comunica a la Iglesia, asistiéndola PARA QUE NO YERRE JAMÁS, y fecundando los gérmenes de la revelación hasta que, en el momento oportuno, lleguen a madurez para la salud de los pueblos. Y como la Iglesia, que es medio de salvación, ha de durar hasta la consumación de los siglos, precisamente el Espíritu Santo la alimenta y acrecienta en su vida y en su virtud: «Yo rogaré al Padre y El os mandará el Espíritu de verdad, que se quedará siempre con vosotros»”

Mientras que si suponemos que el Papa puede fallar, y tolerar el error durante siglos, e incluso enseñarlo a través de sus propias sacras congregaciones, ¿A quién nos dirigiremos entonces para que nos señale el camino, y juzgue definitiva e inapelablemente sobre si esos desarrollos son homogéneos o no?

Al final, pensaremos, sentiremos, reaccionaremos y actuaremos como los “ortodoxos”, que se han quedado fijos en la repetición de lo que con tanta brillantez enseñaron los Padres y los primeros Concilios, pero que desde entonces, un milenio ya, son incapaces de ponerse de acuerdo sobre una infinidad de cuestiones no sólo doctrinales, sino también morales, determinando con ello una anarquía propiamente insoportable, y con gravísimas consecuencias sobre la vida ordinaria de sus fieles, que raramente se recuerdan en Occidente.

Con este tema ocurre como con otros, ya decididos y definidos, como por ejemplo, el de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, en que se afirmaban, y, aparentemente al menos, se oponían dos verdades contradictorias: ¿Cómo era posible que la Redención aportada por Cristo fuera absolutamente universal, de modo que no se excluyera ningún ser humano, y sin embargo, María, siendo Inmaculada, no hubiera necesitado esa redención?

No fueron pocos los teólogos, incluso grandes santos y devotos de Nuestra Señora, que rechazaron durante siglos esa (entonces) pía creencia, porque no eran capaces de reconciliar dos necesidades teológicas.

Lo mismo que ahora, en que por una parte, creemos firmísimamente en la absoluta necesidad de pertenecer a la Iglesia para salvarse, mientras que por la otra, intuímos que esa pertenencia va más allá de los límites visibles de esa Iglesia, que actúa mucho más allá de esas fronteras, por medios ocultos y misteriosos, que la Providencia irá desvelando según lo pidan y/o permitan las circunstancias.

Eso mismo hizo con el dogma de la Inmaculada Concepción. Fue mostrando poco a poco las riquezas y los cómo de ese misterio, y la Santa Sede fue favoreciendo cada vez más esa creencia, a medida que los esfuerzos conjugados de los teólogos y del resto del piadoso pueblo cristiano, bajo la influencia del Espíritu Santo, iban aclarando los términos del problema, y permitiendo que su solución pudiera ser plasmada en palabras y conceptos humanos, de modo que esa creencia pudiera ser pacíficamente adoptada por las inteligencias, y desarrollar de esa manera en las almas y corazones de los fieles todo su potencial de santificación e iluminación.

Igualmente infalibles eran las intervenciones de Sixto IV en el S. XV, que la definición solemnísima de 1854, pero el peso de obligación que el Papa entendía imponer a los fieles no era ni mucho menos el mismo:

Lo que Sixto IV dejaba a la libre discusión de los teólogos, y a la prudente aceptación de los fieles, se había vuelto estrictamente obligatorio en 1854.

Así ocurrirá sin duda con esta cuestión: Como bien advierte nuestro amigo Sofronio, aún deberemos andar un largo camino de reflexión, asistida por el Espíritu Santo, y plasmada en laboriosos ensayos de equilibrada formulación, hasta que la Santa Sede pueda tomar una decisión  firme, obligatoria para todos los cristianos so pena de herejía o alguna de las calificaciones que se le acercan.

La discusión sobre CÓMO actúa el Espíritu Santo para lograr que esas almas realicen los actos necesarios para su justificación e ingreso en la Iglesia aún es libre, y son bienvenidas las intervenciones equilibradas y prudentes sobre este tema.

Lo que ya no es tan libre, son las actitudes de los que se niegan a toda evolución homogénea de la doctrina católica sobre este tema, y se atreven a calificar de herejes no sólo a muchos santos, Padres, Doctores, místicos, y teólogos insignes y nunca condenados por la Sede Romana, sino a los mismos Papas, que cual hiciera Sixto IV, empiezan a desbrozar el camino, y a manifestar, discreta y eficazmente su pensamiento, mientras muestran su desaprobación hacia unas posiciones difícilmente asumibles por un católico, como las del P. Feeney, y las de sus sucesores.

Y como el mismo Sixto IV, y sus sucesores, también van prohibiendo que ciertos imprudentes, ignorantes y excesivos celadores del dogma vayan calificando a sus oponentes como herejes.

Como siempre, la gran escapatoria de los rebeldes a la voluntad expresada, aunque todavía no impuesta, de la Santa Sede, está en pretender que realmente no ha querido decir lo que dijo, o que había sido forzada, o que el Papa no sabía, etc…

Nuestro amigo Sofronio supone que el Papa Pio XII no tuvo conocimiento del acto de la Suprema Sacra Congregación encargada de la primaria labor de la Santa Sede, la defensa y exposición de la FE.

Eso es conocer mal el prudente proceder de la Roma auténtica:

El Papa, desde los días del glorioso San Pío V, es ex officio «Prefecto de la Inquisición», por lo que el cardenal encargado de ese Dicasterio tomaba el nombre de Secretario, o Pro-Prefecto, por ejemplo, Ottaviani.

En calidad de tal, el Papa despachaba todos los Jueves, infaliblemente, en las audiencias llamadas de tabella, con los responsables principales, y aprobaba in forma specifica todo lo que tuviera contenido doctrinal, como es el caso de la carta al arzobispo de Boston.

Si por ventura fuera cierto que no había dado, por una u otra razón, su asentimiento, aun así, la polémica suscitada en los Estados Unidos con toda seguridad debió llegar a sus oídos, por ejemplo, por conducto del Card. Spellmann, uno de los más cercanos a la persona del Pontífice.

Si no se incluyó el texto en las AAS, [después lo sería en 1952] fue por no infamar a la persona del P. Feeney, y permitirle llegarse a Roma para ofrecer las debidas explicaciones. A la vista de espíritu de rebeldía que presidía y aún preside las mentes y corazones de los sectatores de una mal entendida antigüedad, no quedó más remedio que hacerla pública.

Sólo les queda la cómoda escapatoria de todos los rebeldes y cismáticos cuando quieren justificar su resistencia: El Papa puede equivocarse, tolerar a sabiendas el error en materia tan delicada, durante siglos, e incluso ayudar él mismo a formularlo, como Pío IX…

Nos extraña poco la reacción de cierto obispo ortodoxo ruso, no precisamente de los menores, al leer una publicación de la FSSPX, en que venía expuesta esa postura de resistencia ante un Papa reconocido como verdadero pero errante: ¡Pero si piensan exactamente como nosotros! (Con 9 siglos de retraso)

Y, ni corto ni perezoso, hizo el viaje hasta Econe, para proponerles una unión con su Patriarca, preludio de una futura unión con una Roma más razonable y cercana a sus postulados eclesiológicos.

Ignoramos la conclusión de tan interesantes tractaciones, pero la reacción de alguien profundamente versado en esas cuestiones habla elocuentemente sobre ciertas derivas tradicionalistas, no exclusivas de la Fraternidad, puesto que hemos tenido el dolor de encontrarlas también en quienes se califican como sedevacantistas, y que hemos encuadrado en el epígrafe “sedevacantismo ilegítimo”.

Extráñense luego de que todo un heresiarca como Müller los llame herejes, con todas las letras, si ellos mismos le dan amplia materia, lo mismo que al P.Iraburu.

Como de la burra de Balaán, la verdad salió de la boca del hereje en jefe, pero ni por esas se darán por enterados los partidarios de cierto obispo británico, hasta que los persigan como herejes por lo eclesiástico, y también por lo civil (revisionistas).

Que es precisamente lo que se pretendía desde el principio, en que se alentó el desarrollo mediático de la FSSPX para permitirle ir fagocitando los demás centros de resistencia, que no aceptaban su postura galicana, y proporcionar los mismos seudo-argumentos envenenados que los están llevando al despeñadero.

Ahora llega la alternativa: O condenados definitivamente como herejes, con las consiguientes persecuciones civiles por integristas y negacionistas, o asimilados por la sinagoga conciliar, aceptando las bondades del Concilio y lo demás…

6 respuestas »

  1. Estimado WebMaster:

    Si se consulta el diccionario de la RAE (que sabemos no es el mejor!), u otro mas autorizado, encontraremos que la palabra «evolucion» esta intrinsecamente ligada al concepto de «mutar» (mudar, cambiar)

    Asi que hablar de «mutacion del dogma» es un poco como refererse a los «conejos blancos con chaleco», o a los «circulos cuadrados»

    la palabra que en castellano describe adecuadamente la situacion es «desarrollo» o «crecimiento» o «desenvolvimiento»
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    Por lo demas, se agradece el articulo…

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  2. Acepto lo que dice. Es posible que no sea la plabra más adecuada. Pero es la que usan teólogos plenamente ortodoxos cuando hablan de evolución homogéneadel dogma. El sentido que explico es caambio consevando la sustancia de lo dicho, profundadización en la comprensión de la Fe. No digo que la Fe evoluciones ino que evoluciona la comprensión del dogma. de todas maneras es una cuestión de terminología.

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  3. Es muy triste el final de este post. pero es la verdad se está desgarrando a la FSSX entre dos bandos opuestos (aparentemente) pero con un mismo fin debilitar la resistencia, dicen NO VAMOS A FIRMAR, pero el daño está hecho Reconocemos el 95 % del Concilio, y reconocemos al Papa aunque ha nombrado a Muller verdadero enemigo de la FSSX para demostrar cuan buenas son las intenciones que mueven a Ratzinger al invitarlos a formar parte del Panteón de todas las religiones, y para demostrarnos CUAN DORMIDOS ESTÁN LOS PASTORES QUE ESTAN SUJETOS A SU AUTORIDAD, LA VERDADERA RAZON DEL LEVANTAMIENTO DE LAS EXCOMUNIONES ES PARA SU EXTERMINIO, y los superiores se están repartiendo los despojos entre los «duros» (que no quieren ir a Roma porque ha apostatado, pero reconocen como autoridad a aquellos que la han hecho apostatar, a base de sofismas sin cuento y del temor a ser excluidos, aunque esta sea una aberración) y de los «blandos» (los que ya están listos para la asimilación) y a esos duros O LOS VUELVEN BLANDOS o los EXPULSARAN nuevamente hasta quedar en NADA.

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  4. ADRI: Mirando el proceso a grandes rasgos, sin necesidad de entrar en detalle, lo que se ve es lo siguiente: del acercamiento de la FSSPX a Roma lo que ha resultado es la destrucción de la FSSPX, mientras que Roma sigue en la apostasía. Ergo: hay que mantenerse lejos de Roma.

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  5. Es verdad que la palabra evolución puede entenderse en el sentido moderno apuntado por Derechos de Dios, pero he puesto esa expresión como reminiscencia de la obra del P. Marín Solá, que usa la palabra precisamente como una provocación hacia los modernistas, arrebatándoles el uso de uno de sus más queridos fetiches, y dándole un sentido plenamente ortodoxo.

    Por supuesto,puede sustituirse por desarrollo homogéneo, desenvolvimiento, explicación, explicitación, etc…

    El caso es que se conserve siempre el mismo sentido a lo creído, y se conserven también las expresiones exteriores perfectamente unidos con sus conceptos interiores, contenido y continente, sobre todo cuando tanto uno como otro han sido consagrados por un uso prolongado, y la misma Iglesia, por boca de sus pastores, ha recomendado, o mandado el uso de ellos. EODEM SENSU, EADEMQUE SENTENTIA.

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