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PROFÉTICA INSTRUCCIÓN PASTORAL


Ha sido promulgada hace 221 años pero parece que ha sido hecha para nuestros días. Se diría que el aliento profético recorre el texto dado a una cristiandad que en la Francia del clero juramentado era obligada a abrazar el cisma. La

Declaración de Derechos humanos que el clero tenía que aceptar

Declaración de Derechos humanos de la -revolución. El clero tenía que abrazarla

Constitución Civil del Clero pretendía entonces el juramento de obispos y sacerdotes que eran obligados así a formar parte de una nueva Iglesia parecida a la anterior pero con unos pastores que no reconocían la jurisdicción absoluta del legítimo Romano Pontífice. ¡Sólo unos pocos no juraron!. Me permito recordar el post de este mimo blog que reproduce las exhortaciones de un obispo legítimo valiente que exhorta y consuela a los pocos católicos que prefirieron entonces guardar su Fe sin sacerdotes, sin Misa y sin comunión antes de aceptar lo inaceptable (véase Áurea Regla de Conducta)

Traducción de Fray Eusebio de Lugo O.S.H

Ley de la Constitución civil del clero votada el 12 de julio de 1790

Ley de la Constitución civil del clero votada el 12 de julio de 1790

INSTRUCCIÓN PASTORAL SOBRE LA OBLIGACIÓN DE ADHERIR A LOS PASTORES LEGÍTIMOS

Jean René Asseline, (1742-1813) Obispo de Boulogne

Dada en Ypres, el octavo del mes de Agosto 1791

(Nota: Los comentarios del traductor irán en itálica)

He traducido los pasajes más significativos de esta carta para recordar a aquellos de nuestros contemporáneos que desean cumplir la voluntad de Dios, perseverando en el catolicismo verdadero, que eso supone, no sólo creer y profesar íntegramente toda la Fe, tal como enseñada y mandada por la Iglesia, sino añadir a ello la asistencia y la defensa del verdadero culto, en primer lugar la Misa tradicional, teniendo que observar también el mandato de estar unidos a los pastores LEGÍTIMOS. Olvidamos con demasiada facilidad que eso implica necesariamente rechazar enérgica y públicamente a los falsos pastores. En 1791, eran los antecesores de Vaticano II, los adeptos de la Revolución anticrística. Hoy día, son los prelados conciliares, 1789 en la Iglesia, como decía el card. Suenens. Desde los neoprotestantes kikos, hasta los adherentes de la FSSPX, todos ellos reconocen explícitamente a unos falsos pastores cismáticos y heréticos. Espero que después de leer este documento, que inspiró el comportamiento y vocación de un santo Cura de Ars, se den cuenta de la gravísima responsabilidad que asumen, fuera de la Iglesia visible, “No pueden estar seguros de su salvación”, como decía Pío IX.

La unidad, carísimos hermanos, es uno de los caracteres esenciales de la verdadera Iglesia…Esa unidad de la Iglesia que consiste en la profesión de una misma fe, la participación en los mismos sacramentos, la sumisión a los pastores legítimos, y especialmente al padre común de los fieles, el obispo de Roma, que tiene, por derecho divino, la primacía de honor, y de jurisdicción, no puede ser rota en modo alguno. Cualquiera que la viole en un punto, se pone por el hecho mismo, fuera del camino que conduce a la vida; Dios considera el cisma con sumo horror, lo mismo que la herejía, y se pierden los que se separan de los verdaderos pastores, lo mismo que los que renuncian a la verdadera Fe.

Sí, venerables hermanos, desde el momento en que, culpablemente, se desconoce a los pastores legítimos para adherirse a los que osan tomar ese nombre sin derecho alguno, o cualquiera que se separa de la Iglesia para unirse a una sociedad adúltera, queda excluido de las promesas hechas a la verdadera Iglesia; aquel que abandona la Iglesia de Cristo no tendrá parte en las recompensas hechas a la Iglesia.

No os basta pues con perseverar en la profesión de una misma fe, en la participación en los mismos sacramentos, en el ejercicio exterior de un mismo culto. Estáis además indispensablemente obligados a permanecer unidos y sometidos a los verdaderos pastores que, en virtud de una misión legítima, vienen encargados de cumplir en vuestro favor la misión de embajadores de JesuCristo, e igualmente obligados a huir de aquellos que no tienen otro título de autoridad que la de una sacrílega usurpación.

(y no cabe ninguna duda, después de 50 años, de que los prelados conciliares son usurpadores, cismáticos, herejes, y destructores de toda huella católica)

Tal es el mandato del Señor, Jesucristo mismo ha indicado a Sus discípulos una señal infalible con la que distinguir los pastores legítimos de los que no lo son, y les prescribió la conducta que deberían tener con los unos y con los otros. “Aquél que no entra en el aprisco de las ovejas por la puerta, sino que entra por otro lado, ese es bandolero y ladrón…y las ovejas le siguen, porque conocen su voz; pero no seguirán a un usurpador, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de esos extranjeros. (Jn, 10).

…(Ahí lo tienen, Hominem hereticum devita, tenía por lema San Hermenegildo, que murió antes que comulgar de manos de un obispo arriano, por muy “oficial” que fuera)

…Puesto que se atreven a erigir altar contra altar, formar un nuevo sacerdocio, ponen sus armas contra la misma Iglesia, son el enemigo de la paz del Señor y de la unidad divina. Su altar es un altar adúltero, su nuevo sacerdocio es un sacrilegio y una impiedad

…(Eso de altar contra altar, lo han cumplido los conciliares literalmente, poniendo en la misma iglesia un altar protestante delante del antiguo altar católico, evidenciando así su cisma respecto de toda la Tradición, cuando no es que lo han suprimido totalmente, como en numerosas “restauraciones” sufridas por nuestras iglesias y catedrales.)

Se os dice todavía, y ese es el artificio más peligroso que hayan podido emplear para seduciros, que no se ha operado ningún cambio en la religión, que los nuevos pastores os predican el mismo Evangelio, que ofrecen el mismo sacrificio, que administran los mismos sacramentos.

…(Lo mismo llevan 50 años asegurándonos, ahora con una cierta hermenéutica de la continuidad)

Esa astucia no es nueva, los fautores de cisma la llevan usando desde el S. III. “No, respondía san Cipriano de Cartago, todo esto no sirve para nada a los cismáticos. Porque Coré, Datán y Abirón reconocían el mismo Dios que Moisés y Aarón, vivían según la misma Ley y religión, invocaban al único verdadero Dios, pero porque se atribuyeron el poder de sacrificar contra el derecho del sacerdote Aarón, que el Señor había revestido del sacerdocio legítimo, fueron golpeados por Dios.

Es de manos del mismo Jesucristo N.S. que comulga el alma atribulada con gran deseo del Sacramento, que entrando espiritualmente en el Cenáculo, medita en ello, “como si presente me hallare” que decía San Ignacio.

…Lo mismo decimos hoy: Son culpables de cisma los que erigen altar contra altar; pero si los seguís, no seréis menos culpables, haciéndoos cómplices de su crimen.

…(¿Lo oyen, los que persisten en asistir a los cultos celebrados Una Cum los “papas” conciliares?)

…Se ha dejado al Sucesor de Pedro únicamente con una primacía de honor, la declaración que hacen de querer mantener con él unidad y comunión es manifiestamente ilusoria, puesto que es evidente que ya no profesan la misma Fe que él, y que es imposible permanecer en comunión desde que se deja de reconocer la primacía de jurisdicción que le pertenece por derecho divino. ¡Y se atreven a afirmar que no se ha hecho ningún cambio en la religión!

…(Eso es exactamente lo que han hecho en el Concilio con Lumen Gentium y su colegialidad, de la que aún no han extraído todas las consecuencias)

La autoridad que, según la institución de Jesucristo, debe ser ejercida por el obispo, ha sido realmente confiada a un consejo de sacerdotes, ¡Y se atreven a afirmar que no se ha hecho ningún cambio en la religión!

Es en la religión católica un artículo fundamental que los ministros de la Ley nueva no pueden, en virtud de su sóla ordenación y del carácter que se le imprime, ejercer jurisdicción propiamente dicha, sino que para ello, necesitan de una misión especial y determinada que no reciben sino de la Iglesia, según el orden por ella establecida.

Sin embargo, no se ha temido erigir en principio que no hay tal distinción entre ordenación y misión, afirmando que ésta última confiere una jurisdicción universal, cuya limitación pertenece a la potestad temporal, ¡Y se atreven a afirmar que no se ha hecho ningún cambio en la religión!

…(Los conciliares han invertido toda la Divina Constitución de la Iglesia, precisamente a través de esa doctrina revolucionaria, ya condenada por los Papas)

…Os dicen luego que los nuevos pastores os predican el mismo Evangelio. ¿Cómo confirmaremos ese testimonio? Fluctuantes como niños pequeños, se dejan llevar por todos los vientos de las opiniones humanas, (Ef. 4) esos pretendidos pastores no saben o no quieren huir de las profanas novedades en palabras y en todo lo que puede oponer una falsa doctrina que lleva engañosamente el nombre de ciencia (I Tim. 6) No, no predican el mismo Evangelio, predican una nueva religión de la cual se han hecho ministros; demasiado han probado ya que esa nueva religión no es la del Evangelio.

…(Nos va sonando, ¿Verdad?)

Así el pueblo, en lugar de recibirlo como pastor, debe rechazarlo con horror, como a un usurpador; sí, como el usurpador que ha omitido hacer profesión de la verdad que debía confesar. Todos los que han seguido las huellas de ese primer usurpador han merecido la misma condenación, puesto que han proferido los mismos errores, y cuántos incluso han mancillado sus Sedes con peores excesos todavía!

Añaden además que los nuevos pastores ofrecen el mismo sacrificio, lo cual concedemos, pero como ya lo hemos declarado, el altar sobre el cual tienen la temeridad de ofrecer el terrible sacrificio, es un altar adúltero; no os está permitido rodearlo. Consagrada por el sufragio de todos los siglos, esta regla de san Agustín: “Por mucho que un ministro predique en nombre de JesuCristo, administre los sacramentos y demás, no está permitido seguirlo si ello perjudica la unidad de la Iglesia de Cristo” (S. Ag. Contra Petilianum)

Así, esos pretendidos pastores bien pueden pretender ofrecer el sacrificio de Jesucristo, NO OS ESTÁ PERMITIDO ASISTIR A TAL CEREMONIA, que rompe la unidad de la Iglesia; reuniéndoos con ellos en los templos, os haríais cómplices de esa ruptura de esta santa unidad, de la que ellos se han hecho culpables. Con el fin de preservar a los fieles de tal complicidad, la Iglesia les ha prohibido, bajo severísimas penas, el ir a los oratorios de los mártires ocupados por los herejes, ni de ir a pedir allí curación, o recibir panes consagrados de manos de esos herejes o cismáticos. (Conc. Laodic, can.5).

Los cismáticos del S. III también ofrecían el sacrificio de Jesucristo; y ello no impedía que san Cipriano les dijera: “¿Qué sacrificio creen celebrar esos rivales de los sacerdotes? ¿Piensan que Jesucristo está con ellos, cuando están reunidos, ellos que se reúnen fuera de la Iglesia de Cristo?” (De unitate Ecclesiae)

…(¿Hará falta precisar que esto se aplica a toda ceremonia celebrada por clérigos que profesen estar unidos a los pontífices conciliares, salvo que quieran compartir la maldición de los conciliares mediante su complicidad?)

Sin duda, por mucha que sea la indignidad personal de esos sacerdotes prevaricadores, cuando cumplen lo que el Señor ha mandado, ese Dios salvador, fiel a su palabra, desciende sobre el altar entre sus manos. Pero por estar presente, no concluyamos que está con ellos. Está contra ellos y contra los que los acompañan. No viene como un Rey lleno de dulzura para repartir los tesoros de su misericordia; sino que viene como un Juez embargado por la cólera contra los rebeldes que Lo hacen servir a sus iniquidades; de modo que si rompiera su silencio, se oirían salir de su boca estas terribles palabras, ls mismas que dirigió antaño a sus sacerdotes y pueblo infieles: “Vuestros inciensos son para Mí objeto de abominación, vuestras asambleas son injustas, Mi alma detesta vuestras solemnidades; Me pesan y no puedo soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, Yo apartaré Mis ojos de ellas, en vano multiplicaréis las oraciones, no las escucharé” (Is. I)

…(Los usurpadores conciliares han caído todavía mucho más bajo que los clérigos de la Revolución Francesa. Éstos, al menos, todavía ofrecían un sacrificio válido, según las normas apostólicas, y eran sacerdotes y obispos indudablemente bien ordenados  mientras que sus herederos actuales ni están válidamente ordenados(excepto los más mayores), ni celebran una misa válida.)

No os expongáis, carísimos hermanos, a recibir tan terribles reproches. Absteneos, más bien, de asistir a la oblación de la víctima santa, si la intolerancia de los sectadores del cisma os reduce a tal extremidad, incluso en las mayores solemnidades. Sin embargo, no olvidéis el mandato de santificar esos días, y para cumplir con ello, imitad, en el interior de vuestras casas, el ejemplo del profeta Daniel, el cual, estando cautivo en tierra extranjera, habría sus ventanas hacia el lado de la Ciudad Santa, y, tres veces al día, doblaba las rodillas, y Le ofrecía un sacrificio de alabanza. (Dan. 6)

…(Ya saben, si no tiene la dicha de tener cerca a algún sacerdote non una cum,  unirse en espíritu a una de las Misas que se celebran en el mundo, todavía agradable a Dios, seguir en su Misal la Misa del día, comulgar espiritualmente, y procurar utilizar lo más posible el tesoro de oraciones y devociones autorizado por nuestra santa Madre Iglesia, en primer lugar, el rezo del Oficio Divino y el Rosario)

Por eso dice san Agustín: “Conservemos la unidad querida por Dios, según Su mandato…y los sacramentos de Cristo, que se reciben únicamente para nuestro juicio y maldición, cuando se reciben en el estado de cisma que los hace profanar, os serán útiles y saludables cuando, devuelta la paz a la Iglesia, tengáis a Jesucristo por jefe.”

…(Sobra comentario, pero sigo insistiendo en que asistir a una Misa en comunión con evidentes cismáticos y herejes nunca es algo “práctico”, por mucho “marketing que se le quiera echar al asunto)

Sigue diciendo: “Volved a la unidad, vosotros que la habéis abandonado comulgando en las cosas sacras con aquellos que han elevado altar contra altar. No os engañéis y os tranquilicéis pensando que no sois los autores de esas calamidades, y que no habéis hecho más que seguir a unos pastores aparentes. “Cuando se trata de crímenes semejantes, no son solamente los jefes y los autores los destinados al castigo, sino también los cómplices, si no se separan de la comunión de los malvados. Cuando Coré, Datán y Abirón intentaron usurpar las funciones del sacerdocio de la antigua Ley, Dios mismo, a través de Moisés, impuso este mandato a los israelitas: “Alejáos de las tiendas de esos hombres endurecidos, y no toquéis a nada de lo que allí se encuentre, para que no perezcáis con ellos, víctimas de la venganza que voy a extraer de su pecado. Y esta amenaza que Dios había hecho a través de Moisés, la ejecutó contra todo el queNO se separó de Coré, Datán y Abirón, que sufrieron enseguida el pago de su impía adhesión. Ejemplo que demuestra que todos los que se mostraron tan poco religiosos y suficientemente temerarios para unirse a los cismáticos en contra de los legítimos obispos y sacerdotes se hacen culpables y se exponen a un terrible castigo.” (S. Cipriano, Ep. 76 ad Magnum)

Sigue: Aun cuando hubiéseis dado abundantes limosnas, o derramado vuestra sangre por Cristo, debéis tener por seguro que si tenéis la desgracia de morir en esa funesta comunión, muriendo, por este hecho, FUERA DE LA IGLESIA CATÓLICA, EN MODO ALGUNO PODRÉIS LLEGAR A LA SALVACIÓN.(San Fulgencio, De fide ad Petrum)

(¿Qué más puedo decir? La única escapatoria que les queda a los que se empeñan en reconocer como autoridades legítimas a los “papas” y “obispos”conciliares, en nombrarlos en el Canon de la Misa, y en sostener conversaciones y acuerdos con ellos, está en sostener que a pesar de sus inacabables herejías y acciones cismáticas, infinitamente más claras, graves y numerosas que las de los obispos y sacerdotes constitucionales, les puede quedar alguna legitimidad, o sino, peor aún, sostener que hay que seguir perteneciendo públicamente a un cuerpo eclesiástico que engaña a toda la humanidad proclamándose Iglesia Católica, cuando lo cierto es que no pierde una sola ocasión para escupir sobre sus más sagrados tesoros, abusar de lo más precioso que tiene, la Eucaristía y la inocencia de sus niños, y llevar cuantas más almas al infierno, mejor.

Según ellos, habría que “influir desde el interior” hasta que por fin, gracias a su abnegada labor, y a pesar de la insolidaridad de esos hirsutos sedevacantistas, venga un Papa tradicional que lo arregle todo, y les premie por su eximia fidelidad…

Pues mediten sobre su responsabilidad, tal como viene luminosamente expuesta aquí, y piensen que en cualquier momento, podemos ser llamados a comparecer ante el justo Juez, que nos pedirá cuentas por no haber sido leales a nuestro deber de estado, en las circunstancias concretas en que nos ha colocado la admirable Providencia de Dios)

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