Quizás parezca raro el enunciado de esta entrada. Quizás se piense que con mayor propiedad habría que decir Jesús modelo de obediencia.
Es indudable que la obediencia del Mesías es un dato fundamental de su Persona, que es Persona divina. De hecho San Pablo resume en Fil. 2,8 los misterios de la Pasión y muerte en Cruz, en aquel memorable texto: «Se humilló a Sí mismo hecho obediente hasta la muerte y muerte en Cruz.» Pero no es de ello de lo que quiero tratar, sino de la «obediencia de Dios» a lo que volveré más abajo.
La figura de Jesús escapa a toda comprensión si no tenemos en cuenta que fue modelo de obediencia. Tengo escrito el siguiente texto:
Sin embargo el obedientísimo Jesús había dicho: “antes pasarán el cielo y la tierra que se frustre una tilde de la Ley”(Lc.16,17). Igualmente había dicho (en Jn. 15,10):” …como yo guardo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”. O también “mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra”, (Jn.4, 34). No cabe duda que Jesús no transigía con las sutilezas de los fariseos en apartarse de las ordenanzas de Dios para favorecer sus propósitos personales. De hecho cuando Jesús se apartaba aparentemente de la Ley era para darle un más pleno cumplimiento. Como es patente en todo el sermón del monte ( matrimonio, homicidios, ofrendas v. Cap.5 de San Mateo). Pero en cuanto a su fidelidad a la Ley llegó a decir “No penséis que he venido a abolir la Ley y los profetas. No he venido a abolir sino a cumplir” “Cualquiera que anule uno sólo de estos mandamientos aun de los más pequeños…pero cualquiera que los guarde…” (Mt.5,17-20).
Nos preguntamos si tiene algo de particular el que Jesús se hubiera apartado de la tradición de los fariseos también en este punto particular de la celebración de la Pascua para salir por los fueros de su Padre Celestial. La imagen de Jesús como obediente y cumplidor hasta los mínimos detalles de los mandamientos divinos (uno de estos mandamientos más pequeños), quizás no es aceptada en nuestro tiempo ( frente a la publicitada de rebelde y revolucionario). Pero es la que nos ofrecen los evangelios. Y su propósito de volver al mandamiento divino de la celebración de la Pascua es perfectamente coherente con su predicación y su personalidad. ¿Se puede pensar que Jesús se uniera a los hipócritas fariseos en las celebraciones pascuales tal como ellos las habían alterado en su tradición?
Creemos y con razón que si Jesús fue un modelo y maestro de la obediencia es porque quería complacer a su Padre Celestial. Porque El mandó en diferente ocasiones que obedeciéramos a La Ley de su Padre y que le complaciésemos de esta manera,
Pero lo que se escapa con frecuencia a nuestra consideración es que Él también mandó en repetidas ocasiones que imitásemos al Padre Celestial. Por ejemplo el dijo : Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Lc.6,36) y en otras ocasiones recomendó expresamente que le imitásemos como en (Mt, 5,48) Sed perfectos como lo es vuestro Padre.. Se podrían multiplicar las citas evangélicas.
El mismo se presentó como imagen del Padre: «Quien me ha visto a mí a visto al Padre«.
Nos preguntamos si la perfecta obediencia de Jesús es también imagen de la perfecta obediencia del Padre. Es decir si Dios, el Padre, es también modelo de una obediencia que resplandece en Jesús y que, a su vez, Jesús incluye en lo que hay que imitar del Padre, como expresamente lo dijo de la Misericordia y la Perfección que nos manda alcanzar semejante a la del Padre.
Objeción: ¿Puede el Ser Supremo omnipotente y omnisciente, obedecer a alguien y mucho más ser modelo de obediencia de alguien, incluso modelo del mismo Jesús? ¿No parece un absurdo el decir que Dios es modelo de obediencia? Habría que decir, se piensa, que el Padre, Dios, que es modelo en todas las virtudes reflejadas en sus perfecciones infinitas, podrá ser modelo de perfección en todo- Bondad, Misericordia, Clemencia, Justicia, incluso análogamente que es la forma ejemplar, en la Unidad Divina, Inmensidad, Eternidad, ..pues todas estas perfecciones tienen su correlato análogo en el ser de la criatura, de la misma Iglesia que reclama ser Una, y se extiende por la tierra.
¿Pero puede ser el padre Celestial modelo de obediencia? ¿No habría más bien que excluir la obediencia de cualquier perfección divina que deba realizarse, aunque análogamente, en las criaturas?. ¿Acaso puede ser obediente, Aquél a quien se debe todo honor y toda gloria, y quien tiene el sumo poder?
La respuesta es que no se debe excluir la Obediencia de las virtudes o perfecciones divinas, que nosotros debemos imitar. Y eso es lo que voy a razonar.
Antes tengo que rebatir una idea leída recientemente en un blog amigo:
Allí se dijo que la Omnipotencia divina quedaría mermada si la Voluntad Divina, fuera posterior lógicamente a la Ciencia Divina. En otras palabras, sería posterior, si Dios quisiera las cosas porque hubiera visto antes su conveniencia o verdad. Para explicarlo más : Dios querría algo, como allí se dijo, independiente y soberanamente. Es su Voluntad la que decide cualquier decreto o determinación de lo existente. Incluso la bondad de los actos humanos, las normas del pensamiento, los primeros principios, y como corolario de todo ello la predestinación de algunos hombres. Incluso habría determinado «ab aeterno» las gracias «eficaces ab intrínseco«.
Con lo arriba expuesto se pretendía establecer la verdad de la sentencia de Báñez O.P. frente a la de Molina en el tema de la predestinación y la llamada cuestión «de auxiliis«. La verdad de la sentencia dominicana frente a la del jesuita Molina que establecía la predestinación «post praevisa merita» no sería más que un corolario de la precedencia lógica (no pensemos que estoy hablando en términos de precedencia real como si en Dios hubiera momentos temporales) de la Voluntad divina sobre su Ciencia. Y esto a su vez sería consecuencia de la Omnipotencia divina que no puede tener límites porque en tal caso ya no sería Omnipotencia.
Para que se entienda, esto es la afirmación del «Voluntarismo» divino ya enunciado por William Occam en la edad Media. Después, el filósofo Descartes dijo lo mismo. Lutero y Calvino serían ejemplos también de este voluntarismo negando el primero la libertad o libre albedrío del hombre frente a Dios, cuya gracia, Sola Gratia, sería la autora única de la salvación, sin dar lugar a nuestras obras como agentes necesarios. Por su parte Calvino es el autor de la teoría que establece la Predestinación voluntarista de Dios, que a unos hombres los predestina a la salvación y a otros a la condenación, sin que hubieran razones previas.
La Escuela dominicana se acerca a la teoría de Lutero o de Calvino. Pero mantiene la libertad o libra albedrío, pero precedida del decreto de Dios, que manejaría la libertad humana de manera que sin dejar de ser libre, fuera movida como un instrumento racional por la Voluntad de Dios. Por lo mismo las gracias eficaces «ab intrínseco» harían que infaliblemente la libertad humana eligiera el bien y de esta manera llegase a la salvación.
No hay que decir que el jesuita Molina adoptó la solución contraria, como es de todos sabido.
Este voluntarismo establece que la Ley Aeterna es producto de la Voluntad divina. Dios manda unas cosas en su Ley moral y por eso mismo esas cosas son buenas. Si hubiera mandado sus opuestas serían también buenas. La última razón de la bondad de la Ley divina sería la Voluntad de Dios.
Contra esto la teología católica establece que la Ley, y las cosas a que obliga, no son buenas por que lo quiera Dios, sino que Dios las quiera porque son buenas..Un acto impúdico es malo no porque Dios lo prohiba, sino Dios lo prohibe porque es malo. Lo mismo había que decir de los primeros principios. El de No-Contradicción , v.gr. existe ab aeterno e independientemente de la voluntad divina. O para decirlo más pedestremente 2+2 =4 desde siempre, en todos los lugares del universo e independientemente de la voluntad divina. Existe un mundo de esencias que no son las ideas de Platón, sino la misma esencia divina a la que Dios, el Padre, se «somete» sin poder hacer otra cosa.
Dios ve las cosas buenas como son en su divina Esencia y las acepta como son. En esto radica la Santidad divina. Dios obedece a esta Ley Eterna, como Jesús obedecía a la Ley dada por Yavé, a lo mandado en la Torá, y como nosotros tenemos que obedecer a la Ley santa de Dios, si queremos salvarnos.
Algunos tienen dificultades en admitir la coexistencia de la Bondad, y la Justicia divina. Como Dios es bueno quiere llevarnos al cielo, como es justo nos castiga en el infierno. Pero les sería más fácil admitirlo, si consideraran que Dios como es Santo obedece a la Ley eterna y ama la Verdad y el Bien en un grado infinito; que siendo Bueno, lo es porque también se lo impone la esencia divina y espera pacientemente nuestra conversión; como es Misericordioso, otra imposición de su divina Esencia, perdona al pecador arrepentido; como es Justo, no tiene más remedio que castigar al pecador que no se arrepiente; como es clemente lo castiga menos de los que merece; etc. Vemos que todos los atributos divinos no son más que el efecto de su Obediencia la Ley Eterna que no está por encima de Dios, sino que es el mismo Dios. como si un hombre actuara cumpliendo las exigencias de su honestidad y bondad. Su personalidad «obedece» a su íntima naturaleza.
Dios no es una persona, ni es personal como dicen. Es tripersonal. Son tres personas, aunque en las tres se agota la divina Esencia. Esta esencia que es el Ser de Dios impone sus leyes y sus perfecciones a las tres Personas. Ellas no pueden dejar de ser lo que son, ni tampoco pueden saltarse lo impuesto por la Esencia divina, porque son Santas. No es el caso de las amorosas madres terrenales. Ellas pueden llegar a cometer lo injusto si ello redundara en beneficio de sus hijos.
Los atributos divinos concuerdan armoniosamente en los actos divinos y decretos establecidos ab aeterno, dictados por la Obediencia a la divina Esencia. Mejor que concordancia habría que decir que son la misma cosa. La bondad no es más que la misma Justicia porque nada más justo que ser bueno. La Misericordia es Justicia porque nada más justo que ser misericordioso, ni nada más misericordioso que ser justo y equitativo. La Santidad es a su vez Bondad (que es la difusión del bien ) porque siendo bueno se es santo.. La Clemencia por su parte se impone a un ser que castiga con justicia, porque quien castiga ha de ser clemente en el castigar y no por ello deja de ser bondadoso.. Y así todos los atributos divinos llevan impresa la Infinita Obediencia de un Ser Supremo a su íntimo ser, su Esencia, que le impone la Santidad, que comprende cosas como la bondad, la Justicia, la Misericordia etc.. Y obedeciendo así, es como demuestra mejor, tanto su Omnipotencia como su Ciencia infinita. Esta no coharta su Omnipotencia como algunos piensan, sino que al contrario nunca es Dios más Omnipotente que cuando con infinito poder alcanza (a nuestro modo de hablar) la perfección de sus atributos de una manera que le hace ser nuestro modelo de suma perfección a la que todos debemos tender. Si Dios no se «plegara» a lo que sabe y conoce, no es que dejaría de ser Omnipotente sino que se convertiría, «ipso facto» en un ser caprichoso y arbitrario como el Dios de Calvino. Si no respetara el libre albedrío humano, y suprimiera la libertad del hombre, como quiere Lutero se haría responsable de nuestra maldad, y adoptaría el sistema de Lutero, que pretende que sólo hay Gracia sin contar con la correspondencia humana. Un Dios obediente a los dictados de la Razón Eterna, tiene forzosamente que identificarse con las exigencia de la Revelación y en última instancia con la teología católica, que es el reflejo de la Escritura y de la Revelación.
Estas consideraciones tienen múltiples aplicaciones.
Quizás la mejor de ellas es la señalada en la entrada «La Gracia suficiente virtualmente eficaz». En ella se aceptaba la concepción de la gracia suficiente, como la que hace el gran teólogo español, Francisco Zumel, mercenario, que vivió en lo años de Báñez y Molina, y le tocó presidir la célebre disputa tenida en 1582, en Salamanca. En su concepción se resuelve el duro dilema de molinistas y bañezianos, intentando una concepción intermedia en la que la predestinación sería tanto decreto eterno de Dios, no post «previsa merita» sino ante previsa merita, porque los méritos caen dentro de la predestinación, pero al mismo tiempo se deja al hombre la libertad de «orar» para conseguir gracias eficaces que sí serían «ab intrinseco». Dios preveería no los méritos sino la oración del hombre con la que infaliblemente alcanzaría su salvación.
A la predestinación precedería el conocimiento divino. Al fin y al cabo esto es lo que dice claramente San Pablo «A los que conoció los predestinó». «Nam quos praescivit et praedestinavit» (Rom. 8, 29). ¿Que había conocido Dios para predestinar? No las obras meritorias, sino la buena voluntad del alma que ora a Dios y pide su salvación. Después San Alfonso diría «el que ora se salva, el que no se condena«. antes ya había dicho San Agustín «si quieres ser un predestinado haz que lo seas» ¿Como podemos ahora hacer que ab aeterno hayamos sido predestinados». Por nuestra oración. Ésta habrá sido vista en la eternidad de Dios, ya que en ella predestinó a quien la hiciere, a la salvación. La vida no es más que la disposición providencial de Dios, de las cosas de nuestra vida- nacimiento, educación, avatares humanos, etc lo que se ha llamado substancia vitae, para que desemboque en la gratuita, no merecida, gracia de la perseverancia final. Digo gratuita sí, pero que ha sido humildemente pedida en la oración perseverante. Por ejemplo con el Rosario de María Santísima, al que se ha prometido la salvación.
Como puede adivinar el lector hay muchas más cosas a las que la explicación dada de la Obediencia de Dios , tiene aplicación. Nosotros nos salvaremos por la obediencia. Sobretodo por la «obediencia de la Fe» por encima de la obediencia a los hombres», como dijo San Pedro.
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