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LA MISA DE SIEMPRE FRENTE A LA NUEVA MISA


Con frecuencia se oye y se lee en blogs, o comentarios a sus entradas,  juicios que creo enteramente falsos, al establecer la comparación entre la Misa de siempre y la nueva misa, que es fruto de una reforma habida después del CVII. 

En efecto dicen/escriben con evidente ignorancia o quizás atrevimiento que entre ambas misas no existe una esencial ruptura sino más bien un proceso de continuidad que garantizaría  la Fe de la Iglesia, la lex credendi encarnada en  los ritos y oraciones de la lex orandi. Ambas misas como provinientes de dos pontífices, San Pío V y el ¿venerable? Pablo VI, deberían ser aceptadas por los fieles, como igualmente santas, con diferencias, eso sí, accidentales– no en latín, altar/mesa, frente a la congregación etc..- pero en el fondo siendo la misma acción representando el único Sacrificio del Calvario, la misma Víctima, el mismo Sacerdote.. o sea sin modificación sustancial alguna. El fiel debería asistir a la nueva misa sin reserva alguna, confiado en que se le participa del rito milenario, que vertebró la piedad de los santos y de todos los fieles católicos, durante casi dos mil años.

Pues bien el artículo que traigo refuta estos beatos prejuicios. Es de fácil lectura y no es demasiado extenso.

Extraigo estos dos párrafos que resumen lo expuesto y demostrado en él:

Ahora bien, esta labor de San Pío V no puede en modo alguno parangonarse con el nuevo rito de la Misa.El nuevo rito es una obra de fabricación, no de tradición, y si bien no podemos hablar propiamente de creación — ex nihilo— porque pretende emplear el material de escombro tras haber derribado el edificio de San Pío V, el resultado es prácticamente el de una creación. ¿La causa? En nombre del Concilio Vaticano II, en su decreto Sacrosanctum Concilium, pretendiendo reformar un rito multisecular para hacerlo más claro (n° 50), en realidad se reformó el rito de la Misa sobre una base completamente opuesta a la teología católica del Santo Sacrificio. El rito reformado no descansa sobre pilares católicos. En parte está elaborado con elementos del rito anterior, pero la obra es completamente nueva; no sólo nueva, sino humana; y no solamente humana, sino protestantizante y heretizante. 

En síntesis: el nuevo rito no profesa la «lex credendi» de la Iglesia, sino una nueva doctrina de sabor heterodoxo, y así no puede decirse que sea «ortodoxo»; ni que sea el rito de la Iglesia; ni que sea «la fuente primera e insustituible del verdadero espíritu cristiano » (San Pío X). La única actitud que un católico debe adoptar ante el nuevo rito es una «negativa categórica a aceptar la reforma » (Monseñor Lefebvre) y atenerse a la liturgia tradicional.

Cosas con las que estamos de acuerdo, aunque añadiendo, como hemos hecho en numerosos lugares del blog, que la nueva misa está afectada por la nulidad de los ritos  de ordenación aprobados por Pablo VI. Además no ha sido promulgada por un verdadero papa, cosa que explicaría lo dicho en el artículo, pues no se puede pensar que un legítimo papa haya aprobado ni los ritos ni la Misa.  La infalibilidad pontificia que protege al Sucesor de Pedro, le habría preservado de aprobar y promulgar cosas que tan patentemente se apartan de la doctrina y  la santidad de la Iglesia. En suma la Nueva Misa como los nuevos ritos sacramentales son a la vez una consecuencia y un argumento de la usurpación de la Sede de Pedro, de la misma manera que lo es el Concilio Vaticano II, del que la misa nueva  es la concreción de su espíritu y sus documentos.

El artículo es del autor que se cita y apareció donde se señala.  Yo lo he visto en el blog  Sursum Corda y tal como lo he visto lo traslado.

El motivo de hacerlo es la importancia dada en el blog a dicho tema y la coherencia con lo explicado y admitido en él.

LA REFORMA DEL RITO DE LA MISA

Por el R. P. Jesús Mestre

Tomado de Revista Iesus Christus número especial 125-126 / Septiembre-Diciembre de 2009

La Fraternidad Sacerdotal San Pío X presentó en 2001 a las autoridades romanas un breve libro sobre la reforma del rito de la Misa, siendo la reforma de ésta la que marca profundamente la desastrosa época litúrgica que estamos viviendo.

De hecho, este librito, «El problema de la reforma litúrgica»,1 es un libro breve, pero denso, que se propuso condensar hasta sus elementos fundamentales la oposición entre el rito multisecular de la Misa romana — Monseñor Marcel Lefebvre prefería denominarla «Misa de siempre «, pues no se trata de un rito elaborado por San Pío V sino tan sólo codificado por él— y el nuevo rito.

Ya que tocamos el tema de la codificación, conviene aclarar en qué consistió. Pensemos sencillamente en lo siguiente. Hasta San Pío V no había en ningún altar del mundo (sí: en ninguno) un misal impreso, cosa que a nosotros nos puede resultar un tanto curiosa. Repetimos: hasta 1570 no había en ningún altar del mundo un misal impreso; todos los misales eran manuscritos, muchos de ellos venerables y ya antiguos, pues la imprenta todavía no había sido empleada para la liturgia. San Pío V encargado de homogeneizar en todas partes el venerabilísimo Misal Romano, debido a las inevitables pequeñas diferencias entre copia y copia manuscrita, decidió volcar el texto del misal —basándose para ello en los mejores manuscritos de las iglesias de Roma— al molde de la imprenta, logrando hacer así de un solo golpe miles de copias perfectamente idénticas, que podían hacerse llegar a las diversas naciones de la cristiandad para que a su vez copiaran el mismo e idéntico texto. El respeto por este legado de la Tradición es tan grande como el que se le concede a la Sagrada Escritura: nihil innovetur nisi quod traditum est. Se trata de un rito cuyos últimos añadidos se debían a San Gregorio Magno (+ 604). San Pío V no creó ni elaboró rito alguno, sino que transmitió en imprenta el texto manuscrito de la Tradición.

Ahora bien, esta labor de San Pío V no puede en modo alguno parangonarse con el nuevo rito de la Misa.

El nuevo rito es una obra de fabricación, no de tradición, y si bien no podemos hablar propiamente de creación — ex nihilo— porque pretende emplear el material de escombro tras haber derribado el edificio de San Pío V, el resultado es prácticamente el de una creación. ¿La causa? En nombre del Concilio Vaticano II, en su decreto Sacrosanctum Concilium, pretendiendo reformar un rito multisecular para hacerlo más claro (n° 50), en realidad se reformó el rito de la Misa sobre una base completamente opuesta a la teología católica del Santo Sacrificio. El rito reformado no descansa sobre pilares católicos. En parte está elaborado con elementos del rito anterior, pero la obra es completamente nueva; no sólo nueva, sino humana; y no solamente humana, sino protestantizante y heretizante. Esto es lo que trata de mostrar el librito de la Fraternidad. No se trata de una mera comparación de ritos, de confrontarlos para ver qué oraciones se han suprimido, cuáles se han modificado y cuáles se han añadido, sino de ir hasta el corazón del problema y de preguntarse cuál es la causa.

Por ello, el estudio de la Fraternidad San Pío X va aún más lejos que el «Breve examen crítico «2 publicado en 1969, pocos meses antes de la inminente entrada en vigor del nuevo rito, prevista para el 30 de noviembre. Después de casi treinta años del «Breve examen… «, el estudio de la Fraternidad devela las causas doctrinales subyacentes a todas las reformas introducidas en el rito de la Misa y ha probado que tales causas doctrinales son totalmente opuestas a la fe católica.

Vamos, pues, a explicar la doctrina contenida en el librito de la Fraternidad, esperando poder esclarecer al lector sobre las oposiciones (no únicamente diferencias) entre ambos ritos, las oposiciones consiguientes entre la doctrina que funda cada uno de ambos ritos y, por último, el rechazo total y absoluto que se impone del nuevo rito de la Misa.

Este estudio consta de tres partes:

La primera parte es litúrgica, o sea, analítica. Compara los ritos reformados con los tradicionales, y halla una verdadera ruptura entre ambos.

La segunda parte es teológica, o sea, deductiva. Considera la doctrina implicada en la reforma a partir de su primer principio, encuentra que está en ruptura con la doctrina de la Tradición.

Tercera parte es dogmática, o sea, judicativa. Acude al Magisterio infalible para resolver si las opciones doctrinales son legítimas, y confirma que la ruptura afecta, en grados distintos, el dogma revelado.

De este modo, llegamos al corazón del problema: el denominado «Misterio Pascual», que es la clave de interpretación de toda la reforma litúrgica.

PRIMERA PARTE: UNA RUPTURA DE RITOS

La Constitución «Missale Romanum » de Pablo VI del 3 abril de 1969 promulgó un nuevo ordinario de la Misa. Cabe destacar que ese día no se publicó el nuevo misal, sino tan sólo el nuevo ordinario de la Misa, pues todo el resto del misal estaba en preparación.4 El hecho es que supuestamente este ordinario de la Misa tomaba el lugar del anterior.

El rito tradicional de la Misa corresponde claramente a la estructura de un sacrificio, pues como enseña el Concilio de Trento, la Misa es un sacrificio visible, verdadero, propio; este sacrificio consiste esencialmente en una inmolación incruenta, por la que Cristo hace lo mismo que hizo en la Cruz, ofreciéndose al Padre como Hostia; este sacrificio es el mismo que el de la Cruz, pues Sacerdote y Víctima son idénticos, siendo distinto sólo el modo de ofrecerse; y este sacrificio tiene una finalidad satisfactoria, pues por medio de la Misa se aplican a las almas los frutos del sacrificio infinitamente meritorio que ofreció en la Cruz. La Cruz es,
pues, el único sacrificio de la Nueva Ley, siendo el Calvario el sacrificio meritorio y la Misa el aplicatorio. Pío XII resumiría de modo muy sencillo esta verdad con una comparación: «Para que se lleve a cabo la redención y salvación de todos los individuos es de necesidad absoluta que les sean transmitidos los méritos wque se derivan del sacrificio de la Cruz. Se puede decir que Cristo construyó en el Calvario una piscina de expiación y salvación que elevó con la Sangre por Él derramada; pero si los hombres no se sumergen en sus aguas y no lavan en ellas las manchas de sus culpas, no pueden ser purificados ni salvados «.

Ahora bien, el nuevo rito de la Misa ofrece a quienquiera que lo examine una nueva estructura, completa mente diferente a la de un rito sacrificial propiamente dicho. A primera luz, salta a la vista que se trata de la estructura de la ceremonia de un banquete (comida conmemorativa), que destaca la presencia espiritual de Cristo más en su palabra y en la asistencia reunida, y que resalta su finalidad como acción de gracias a Dios por la salvación concedida. Esto supone un cambio radical del concepto de Misa con relación al rito tradicional.

Vamos a ver cada uno de estos tres puntos por separado: primero el cambio de un rito sacrificial por el rito de un banquete; segundo, el cambio de la presencia de Cristo en la Víctima y el sacerdote celebrante por la presencia espiritual de Cristo en la asamblea; y tercero, el paso de la finalidad de la Misa de propiciación a acción de gracias.

1) DEL SACRIFICIO A UN BANQUETE CONMEMORATIVO*

Aunque a primera vista el nuevo rito presenta bastante parecido con el rito tradicional, un análisis más detallado muestra que el cambio es muy profundo, pues se ha reemplazado la estructura sacrificial de la Misa por la de la comida ritual judía.

a) ESTRUCTURA DEL RITO TRADICIONAL SACRIFICIO:

Como la Misa es un verdadero sacrificio en el que se inmola de modo incruento Aquel que se ofreció de modo cruento en la Cruz, el rito de la Misa es explícitamente sacrificial. Pero como no se puede captar toda su riqueza de una sola mirada, el rito se presenta como una irradiación del único misterio. Así la Misa tiene la estructura esencial del sacrificio (como los sacrificios del Antiguo Testamento): ofrecimiento de la víctima (ofertorio), inmolación (doble consagración) y consumación (comunión). Todo el rito es la irradiación de la única acción sacrificial contemplada y ofrecida por adelantado (ofertorio), llevada a cabo y adorada (consagración), y finalmente consumada (comunión).

b) ESTRUCTURA DEL NUEVO RITO BANQUETE CONMEMORATIVO:

La Ordenación general del misal romano1 en el n° 2 identifica la Misa con la «Cena del Señor»: instituida «como un memorial de su pasión y resurrección «. La estructura del nuevo rito se define por los tres actos propios de la comida ritual judía: Berakah o bendición de los alimentos (denominada ahora «Presentación de dones «), acción de gracias conmemorativa (denominada ahora «Plegaria eucarística»), y fracción del pan y manducación (Comunión). Examinemos cada una de estas tres partes.

– «Presentación de dones». No es ningún secreto que la nueva oración de presentación de dones ha sido tomada «palabra por palabra a la bendición judía de la mesa » (Cardenal Hoeffner). Por lo tanto, desaparece totalmente el clima sacrificial del rito tradicional. Antes se hablaba del sacrificio por nuestros pecados, ofreciendo do la Hostia inmaculada y el Cáliz de salvación; ahora se ha pasado a una simple presentación y colocación de los dones.

– «Plegaria eucarística». A pesar de la semejanza exterior, la diferencia es enorme con el rito tradicional. Se nos explica que la «Plegaria eucarística » tiene dos partes: «El sentido de esta oración es que toda la congregación de los fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la ofrenda del saorificio» (Ordenación general n° 54). La primera de ambas partes, denominada «Narración de acción de gracias» (Ordenación general n° 55 d), encierra lo que antes se denominaban fórmulas consagratorias; todo ello se considera, pues, como simple narración y aparece en tono simplemente narrativo. La doble consagración se relega a un segundo plano, con carácter más conmemorativo que sacrificial; considera más un pasado que ya tuvo lugar que la realización de un efecto presente. Y aunque en la segunda parte se habla de ofrenda del sacrificio, es únicamente para decir que «la Iglesia… realiza el memorial del mismo Cristo » (Ordenación general n° 55 e).

Los cambios introducidos en las palabras de la consagración resaltan el tono narrativo y que se trata de un banquete conmemorativo:

1) Introducción en las palabras consagratorias del inciso «Tomady comed todos de él», «Tomady bebed todos de él», resaltando el aspecto de banquete.

2) Introducción en la consagración de la Hostia de las palabras «…que será entregado por vosotros» (San Lucas, 22, 19), mencionando la pasión de Cristo, mención que el rito tradicional reserva a la consagración del cáliz para dar a entender que la consagración separada de ambas especies es la que significa sensiblemente la inmolación incruenta de Cristo.

3) Introducción en la fórmula sacramental de las palabras «Haced esto en memoria mía «, convirtiendo el aspecto conmemorativo en el punto culminante de las nuevas palabras de la consagración.

– La «fracción del pan » y la manducación. En el nuevo rito de la Misa se desarrolla el gesto de la fracción del pan, que pasa a ser el elemento central: «Conviene —se dice— que el pan eucarístico se pueda realmente partir en diversas partes y distribuirlas» (Ordenación general n° 283). Para el rito tradicional, la comunión es una participación a la Víctima, motivo por el cual basta con la recepción de una sola especie. En cambio para el nuevo rito, la comunión es comida de comunidad: «La comunión tiene mucho más sentido cuando se hace bajo las dos especies, ya que de esta forma es donde más perfectamente se manifiesta el signo del banquete eucarístico » (Ordenación general n° 240).

CONCLUSIÓN

Por todo ello, se ve claramente para el nuevo rito la clave de la misa no es la cruz (sacrificio) sino la cena (banquete memorial), y que considerado como «banquete pascual» (ordenación general n°56) se modela sobre la cena.

2) DE LA PRESENCIA DE CRISTO POR LA TRANSUBSTANCIACIÓN, A SU PRESENCIA EN LA ASAMBLEA.

Como el nuevo rito concede la primacía al banquete conmemorativo sobre el sacrificio, considera bajo un nuevo enfoque la presencia de Cristo en la Misa. Para el rito tradicional la Misa es el sacrificio, de modo que insiste en la presencia de Cristo Sacerdote en el celebrante y de Cristo Víctima bajo las especies eucarísticas. En cambio, para el nuevo rito la Misa es un banquete conmemorativo, de modo que destaca la presencia espiritual de Cristo en la asamblea de los fieles, y en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía. Por consiguiente, vemos que se ha efectuado una doble modificación»:

– Se atenúa la presencia sacramental de Cristo Víctima igualándola con la de Cristo en su Palabra

– Se antepone el sacerdocio común de los fieles al sacerdocio del celebrante.

a) PRESENCIA SUBSTANCIAL DE CRISTO BAJO LAS ESPECIES EUCARÍSTICAS

El rito tradicional insiste mucho en la presencia eucarística. La presencia de Cristo Víctima está en el centro de la acción litúrgica; es lo que se entrega: a Dios por la oblación sacrificial y a los hombres por la comunión. En cambio, en el nuevo rito esta presencia ya no tiene el lugar central, como podemos ver en las modificaciones introducidas en el vocabulario, en los gestos, en los signos y en los edificios del culto.

– Vocabulario. Se han reemplazado las designaciones objetivas de la presencia real por otras que sólo consideran la presencia eucarística no ya en sí misma sino sólo en relación con el pueblo reunido: «para nosotros «. Cada vez que se menciona la presencia eucarística, se han introducido sistemáticamente las palabras «para nosotros «. Así, por ejemplo, en la «presentación de los dones»: «Se hará para nosotros pan de vida», «Se hará para nosotros bebida espiritual»; en la consagración: «que será entregado por vosotros «.

Igualmente, sólo se denomina a las especies sacramentales en relación con la comunión: de «Hostia inmaculada » se ha pasado al «pan de vida «; del «Cáliz de salvación » se ha pasado a la «bebida espiritual». Además, la Ordenación general no emplea nunca las expresiones transubstanciación ni presencia real; sólo se habla del «Cuerpo de Cristo » en su relación con la comunión {Ordenación general n° 48,1-3; 56 b, c, e, g; 60).

– Gestos de respeto. De las catorce genuflexiones se ha pasado a tan sólo tres. El sacerdote ya no debe mantener juntos los dedos pulgar e índice después de la consagración. Se ha suprimido la purificación de los dedos. Se delega fácilmente la distribución de la comunión a los seglares. El modo de recibir la comunión ampliamente difundido es desacralizante: de pie y en la mano.

– Signos que identifican a las ofrendas con Cristo víctima. En la «preparación de los dones» han desaparecido los tres signos de cruz del anterior ofertorio (con el signo de cruz, cuando el sacerdote colocaba la hostia y el cáliz sobre el altar significaba que estaba colocando una víctima). De los veinticuatro signos de cruz del anterior Canon, ¡solamente queda uno! (lo cual vale incluso para la Plegaria I, que supuestamente sería el «Canon romano»). En la comunión: desaparecen los tres signos de cruz en las oraciones anteriores a la comunión (Pax Domini); desaparecen los signos de cruz antes de la comunión del celebrante; como así también desaparece el signo de cruz antes de la comunión de los fieles.

– La disposición material de los edificios. Separación del Sagrario y del altar mayor {Ordenación general n° 216): la iglesia se considera más como casa del pueblo que como casa de Dios. «La disposición general del edificio sagrado conviene que se haga como una imagen de la asamblea reunida » {Ordenación general n° 251). De ahí la transformación de los lugares de culto, en pro de la comodidad {Ordenación general n° 280).

b) PRESENCIA DE CRISTO EN SU PALABRA

El nuevo rito aumenta la importancia de la Biblia, en la medida que disminuye la importancia de la presencia real. Se habla de una nueva presencia: la de «Cristo en su Palabra», en estrecha dependencia con el pueblo: «Cuando se lee en la iglesia la Sagrada Escritura, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo — presente en su Palabra anuncia el evangelio » {Ordenación general n° 9). Además, en el nuevo rito aparece constantemente una equiparación de la Palabra con la Eucaristía, pues Biblia y Eucaristía se describen del mismo modo, como dos formas del único alimento del banquete Pascual {Ordenación general n° 33, 56). Como dirá más tarde el nuevo Catecismo de Iglesia Católica, «la mesa preparada para nosotros en la Eucaristía es a la vez la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo del Señor» (n° 1346-1341). Igualmente, la «Liturgia de la Palabra» se considera como un contacto directo con Dios. Para el rito tradicional la Palabra de Dios llega a los fieles por mediación del Magisterio, reservando su lectura a los ministros sagrados; las lecturas son preparación al misterio central de la Misa («Misa de catecúmenos»); y nunca se compara con la liturgia eucarística. En cambio, para el nuevo rito la Palabra llega a todos inmediatamente por sí misma: «Dirigida a todos… está al alcance de su entendimiento » {Ordenación general n° 9); por lo tanto, celebra la Escritura en sí misma y atribuye su lectura a los seglares {Ordenación general n° 10).

c) PRESENCIA DE CRISTO EN EL SACERDOTE Y EN EL PUEBLO

Todo esto conduce a relativizar la presencia de Cristo sacerdote en la persona del celebrante y a una exaltación inversamente proporcional de la presencia de Cristo en la asamblea. Parece que el nuevo rito sólo conoce un agente litúrgico, el «pueblo de Dios»: la Misa es «acción de Cristo y del pueblo de Dios » {Ordenación general n° 1). Las 164 menciones del «pueblo de Dios» en la Ordenación general detallan el lugar que ocupa en cada parte del nuevo rito:

– En los ritos de entrada. Parece que en el nuevo rito se puede hablar de la «sacramentalidad» de la asamblea. La asamblea aparece como signo, en primer lugar, representativo de la Iglesia universal hic et nunc {Ordenación general n° 14 y 15). Y en segundo lugar, la asamblea además de signo representativo es signo eficaz, pues los ritos de entrada «tienen por finalidad que los fieles reunidos formen una comunidad» {Ordenación general n°24). Domina la presencia del Señor en la asamblea «transubstanciada», cuyo ministro es el mismo pueblo de Dios. El sacerdote sólo «sirve a Dios y al Pueblo» para «insinuar a los fieles la presencia viva de Cristo» {Ordenación general n° 60).

– En la liturgia de la Palabra. Una vez realizado el signo sacramental de la asamblea, la «liturgia de la Palabra » aparece como un diálogo directo entre Dios y el pueblo sin que tenga que intervenir específicamente el sacerdote. Recordemos lo indicado en la Ordenación general n° 9 (cfr. el punto anterior).

– En la liturgia eucarística. En el nuevo rito, la ofrenda sacrificial sólo se considera a través del sacerdocio común de los fieles, con peligro de corromper la especificidad de la función del sacerdote. La Iglesia en su enseñanza siempre había distinguido dos cosas: la inmolación incruenta realizada en la consagración sólo por el sacerdote; y la oblación sacrificial, a la que —en palabras de Pío XII— los fieles participan uniéndose por «el deseo «. En cambio, el nuevo rito habla siempre de la ofrenda del sacrificio como un acto común de sacerdote y fieles: «El sentido de la oración es que toda la congregación de los fieles se una con Cristo… en la ofrenda del sacrificio» {Ordenación general n° 54). Además, ha suprimido todas las oraciones que indicaban la oblación propiamente sacrificial (exclusiva del sacerdote): «Recibe Padre Santo… que yo… te ofrezco», y nunca se menciona el sacerdocio del celebrante en cuanto que es causa única de la presencia sustancial de Cristo, sino sólo en cuanto preside y permite que el pueblo ofrezca «por sus manos «.

CONCLUSIÓN: Ahora, la Misa es un banquete conmemorativo en el que Cristo se hace presente .

3) DE LA PROPICIACIÓN A LA ACCIÓN DE GRACIAS

Ya queda mostrado que el nuevo rito da a los agentes humanos de la Misa un lugar desconocido en el rito tradicional. Este cambio de enfoque corresponde a un nuevo modo de considerar el pecado. Mientras que el rito tradicional supone una situación de conflicto entre el hombre y Dios, pues falta purgar la pena del pecado, el nuevo rito desde los primeros momentos, supone una situación de paz total con Dios, una vez que el hombre se ha arrepentido: «Te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia » (Plegaria eucarística II); nunca expresa preocupación por las penas debidas por los pecados (satisfacción) y nunca pide la aplicación de la satisfacción infinita de Nuestro Señor Jesucristo.

a) LA OFRENDA Y EL ARREPENTIMIENTO POR EL PECADO

– El pecado como ofensa a Dios. Mientras que en el rito tradicional son muy frecuentes, como si fuera la respiración del alma hasta el momento solemne del Prefacio, en el nuevo rito las oraciones en este sentido son de una extraña pobreza; los fieles se arrepienten con el único arrepentimiento del inicio que, además, ha quedado reducido; y las otras menciones durante el rito, el sacerdote las dice «en nombre propio » {Ordenación general n° 13).

– El pecado como deuda con Dios. El rito tradicional muestra que aunque el alma ya haya sido perdonada por Dios, no es aún plenamente acepta; sigue siendo parcialmente injusta e incapaz de ofrecer por sí misma el sacrificio; esta indignidad le hace suplicar con temor reverencial a Dios que acepte el sacrificio como una gracia inmerecida: «Recibe Santo Padre… que yo tu indigno siervo «. Mientras que en el nuevo rito estas peticiones de aceptación no aparecen ni en la «presentación de dones» ni en la Plegaria II.

– El pecado crea la necesidad de un mediador: Nuestro Señor Jesucristo y los santos. El nuevo rito casi ha suprimido esta mediación: la expresión «por Nuestro Señor Jesucristo… » se ha vuelto facultativa en la Plegaria I, y en las demás sencillamente no existe.

b) LA SATISFACCIÓN DE LAS PENAS DEBIDAS POR EL PECADO

Al minimizar la mediación de Cristo y de los santos y al no mencionar la indignidad relativa de los agentes litúrgicos, el nuevo rito hace suponer que las consecuencias del pecado no son ningún obstáculo para la aceptación de la ofrenda. Olvida las penas debidas por el pecado y la justicia divina. Basta con observar cómo al hablar de las almas del Purgatorio omite mencionar las penas debidas al pecado y las penas purificadoras que sufren: sólo habla de «recíbelos en tu reino » (Plegaria III), y «admítelos a contemplar tu rostro » (Plegaria II). La Plegaria IV sólo dice: «acuérdate».

Conclusión

De este modo, en el nuevo concepto de Misa, que ya no es la liturgia de una Redención que se aplica,en la que por mediación del sacerdote (que actúa «in persona Christi») se aplican las satisfacciones y méritos del sacrificio redentor de Cristo, sino la liturgia de los ya salvados por una Salvación plenamente realizada, en la que todo «el pueblo redimido» (Plegaria III; Ordenación general número 62:»Nación santa, pueblo adquirido») ofrece un banquete de acción de gracias en memoria de las acciones pasadas de Cristo.

SEGUNDA PARTE: UNA RUPTURA TEOLÓGICA

La ruptura litúrgica supone una ruptura teológica. Hay que poner en evidencia el principio unificador de la reforma litúrgica. Ahora bien, «el primer principio es la actualización del misterio pascual de Cristo en la liturgia de la Iglesia » (Juan Pablo II). Por lo tanto, el núcleo teológico de la reforma es el denominado «Misterio pascual», o sea, una reinterpretación de la Redención. La Misa es continuación del acto redentor: así como el dogma de la Redención es la base de la liturgia tradicional, el misterio Pascual es la base de la liturgia reformada. Todo lo que distingue al Misterio Pascual de la Redención, distinguirá al nuevo rito del rito tradicional.

Si en la primera parte se ha procedido por inducción y análisis, hallando en cada caso un problema de ruptura entre ambos ritos, en esta segunda parte se pasa por deducción y síntesis a la naturaleza íntima del rito, poniendo al descubierto las diferencias teológicas implicadas en la reforma del rito de la Misa. El nuevo rito es el rito de una nueva teología.

4) EL «MISTERIO PASCUAL» (NUEVA TEOLOGÍA DE LA REDENCIÓN) (cfr. punto 3)

Un nombre nuevo para un nuevo enfoque; se trata de una reinterpretación del dogma de la Redención.9 La teología del «Misterio pascual» no quiere considerar la pasión de Cristo como satisfacción de la justicia adivina ofendida por el pecado, sino que la pone bajo una nueva (y engañosa) luz, diciendo que es obra de amor que desconoce la justicia, donde Dios revela el amor infinito con que busca al hombre (incluso pecador), sin que Cristo tenga que satisfacer a la justicia divina por nuestros pecados.

a) NUEVA TEOLOGÍA DEL PECADO

– En cuanto a la justicia a la que se opone el pecado, así como la teología tradicional nos enseña que aunque el pecado no le quita nada a la naturaleza de Dios, sin embargo lesiona su derecho a ser adorado y obedecido; la nueva doctrina enseña, en cambio, que el pecado no perjudica a Dios sino al mismo hombre o a la sociedad, por lo cual no supone ninguna deuda de justicia con Dios.

– En cuanto a las penas debidas por el pecado, la nueva doctrina, siguiendo la lógica de lo que precede, enseña que el amor que Dios nos tiene no disminuye nunca, incluso si nuestros corazones se cierran a Él, y su justicia no precisa ninguna compensación, pues sería contrario a su bondad infligirnos penas por nuestros pecados.

– En cuanto a la satisfacción que se requiere por el pecado, la nueva doctrina concluye en una nueva noción de satisfacción: excluyendo la satisfacción vicaria de Cristo (Romanos, 5, 9 y 9, 52; I Pedro, 3, 18; I Timoteo, 2,

6; Hebreos, 9, 11), identifica la satisfacción con la reparación de la propia salud espiritual, no ya como exigencia de la justicia sino del amor.

b) NUEVA TEOLOGÍA DE LA REDENCIÓN

– En cuanto a la finalidad de la Redención (que ahora se suele reemplazar por el término más amplio de Salvación), así como la teología tradicional la presenta como obra de un amor justo y misericordioso, cuyo fin es satisfacer, la nueva doctrina presenta la Salvación como obra de un amor que no se alteraría por el pecado y cuyo fin seria revelarse.

– En cuanto al agente redentor, así como la teología tradicional enseña que el Redentor propiamente es Cristo en cuanto hombre, pues a Él le pertenece satisfacer, la nueva doctrina enseña, en cambio, que el Salvador sería propiamente Dios Padre, a quien le pertenece revelar su amor inmutable.

– En cuanto al acto redentor, así como la teología tradicional enseña que el acto principal de la Redención es la muerte de Cristo, porque en ella se manifiesta el mayor amor, es el acto de culto más perfecto (el sacrificio), y tiene el máximo valor meritorio y satisfactorio; la nueva doctrina enseña, en cambio, que el acto principal de la Salvación sería la resurrección, porque allí se daría la plenitud de la Revelación para la que se encarnó Cristo. Quien habla de Redención, piensa en Cristo crucificado; en cambio, quien habla de Misterio pascual, ¡piensa en Cristo resucitado! El centro de la doctrina del Misterio Pascual consiste ¡en dejar de lado la satisfacción vicaria de Cristo!

CONCLUSIÓN

A nuevo enfoque de la Redención, nuevas formas en la liturgia: como no se considera que el pecado sea una falta de justicia contra Dios, ya no se implora la remisión de las penas debidas por el pecado; y como se considera que la salvación sólo sería la relación plenaria del amor del Padre, la celebración litúrgica sólo es una acción de gracias e impretación. O sea, se suprime la idea de satisfacción.

Como botón de muestra de lo que decimos, veamos la reforma de la oración de la Fiesta de la Preciosísima Sangre, que primero se suprimió del misal, pero que luego se reinsertó reinterpretándola según el nuevo enfoque de la salvación.

En el misal tradicional la oración dice así:

«Omnipotente y sempiterno Dios que constituíste a tu Unigénito Hijo Redentor del mundo y quisiste aplacarte con su Sangre, precio de nuestra salvación…»

En el misal reformado dice así:

«Señor que por la preciosísima Sangre de tu Hijo redimiste a todos los hombres: conserva en nosotros la obra de tu amor, para que recordando siempre el misterio de nuestra salvación, podamos alcanzar sus frutos…»

¡Ya no es el Hijo el que obra, sino el Padre, por puro amor, una redención universal, cuyo fruto se obtiene conmemorando el misterio!

5) EL «MISTERIO» (NUEVA TEOLOGÍA DE LOS SACRAMENTOS) (cfr. punto 2)

La doctrina del Misterio Pascual pretende ser una nueva síntesis unificadora que no solamente corrige lo negativo de la doctrina clásica de la Redención operada en el Calvario (redención objetiva), sino también renueva la doctrina sobre nuestra participación a la misma (redención subjetiva), tratando de explicar la participación a la obra salvadora de Cristo con una nueva noción de «misterio».

a) LA NUEVA TEOLOGÍA

La teología tradicional distingue el significado de las palabras «sacramento» y «misterio»; en el uso escolástico, la palabra «sacramento» se redujo a significar exclusivamente los siete Sacramentos, o sea, signo eficaz de la gracia. En cambio, la nueva doctrina rechaza esa distinción y pretende devolver a la palabra «sacramento» el significado de «misterio», según el cual esta palabra sacramento (misterio) significaría un símbolo que hace presente velada pero realmente el propio acto divino salvador.

En consecuencia: así como para la teología tradicional, el sacramento es signo de la gracia que infunde en el alma y es eficaz porque produce instrumentalmente lo que significa,» de modo que se refiere a la gracia santificante por la que se aplica al alma la virtud del acto redentor (la Pasión de Cristo); para la nuev doctrina el sacramento-misterio sería signo de una realidad sagrada que contiene y sería eficaz no porque produzca la realidad sagrada significada, sino porque la haría presente de modo misterioso (denominado «mistérico»), refiriéndose no a la aplicación subjetiva de la salvación (gracia santificante) sino al acto objetivo salvador (el Misterio Pascual de Cristo). O sea, que por la liturgia (= «misterio del culto») Cristo glorioso seguiría haciéndose presente a los hombres para que éstos, a través de la experiencia de su presencia, pudieran alcanzar la salvación.

b) EL MISTERIO COMO «LUGAR» DE LA REVELACIÓN

¿Por qué la nueva doctrina cambió la noción de «sacramento»? Porque abandonó la filosofía realista en pro del pensamiento moderno, que cuestiona el valor del conocimiento especulativo y se aferra a la experiencia como contacto directo con lo real, creando así un nuevo concepto de revelación.

Para la teología tradicional, la Revelación consiste en una doctrina divina que se recibe por la predicación;la Revelación es una doctrina en la que Dios se da a conocer al hombre de modo humano, o sea, por conceptos; la experiencia de Dios sólo fue privilegio de los que vivieron con Cristo, que enseñó su doctrina con palabras y hechos; los demás la reciben por el testimonio de los apóstoles, transmitido infaliblemente por la predicación: «Os anunciamos lo que hemos visto «. En cambio, para la nueva doctrina la Revelación consiste en una experiencia del misterio de Dios, que se vive por el sacramento; la revelación no sería una doctrina porque lo divino es misterio (inconceptualizable) y no puede reducirse a enunciados humanos abstractos; Dios se revelaría por sus acciones (palabras y hechos), cuya experiencia deben vivir todos los hombres para alcanzar la fe; y el misterio de Dios se haría presente a todos en el-(nuevo) sacramento. En consecuencia, la liturgia se convierte en el lugar privilegiado de la revelación.

c) APLICACIÓN A LA REFORMA LITÚRGICA

– Sacramentos «de la fe». Si los sacramentos son ahora el lugar privilegiado de la Revelación, exigen la fe de un modo nuevo. La teología tradicional enseña que su eficacia no depende de la comprensión del simbolismo sacramental, sino que basta la fe general en lo que hace la Iglesia para recibirlos con fruto; se ordenan a conferir la gracia santificante. En cambio, la nueva doctrina enseña que la eficacia de los sacramentos dependería necesariamente de la comprensión del simbolismo sacramental, por lo que para que se haga presente la realidad del misterio; se ordenan a la contemplación por la fe: hay que interpretarlos mediante la fe.

Ese es el motivo de las modificaciones litúrgicas que han transformado el ofertorio del rito tradicional en una presentación de dones, pues como el sacramento sería en primer lugar un acto de fe, se insiste en la oblación hecha por el pueblo congregado (pues sólo en él hay una actualización de la fe) y se ignora todo lo que haga referencia a la inmolación incruenta.

– Nuevo lugar para la Palabra de Dios. La Palabra de Dios sufre en la nueva visión una transformación inversa a los sacramentos, que dejan de ser eficientes para ser significativos, mientras que la Palabra de Dios deja de ser sólo significativa para ser también eficiente, ya que «hace presente» a Cristo. Para la teología tradicional, la lectura de la Sagrada Escritura es predicación, cuya finalidad es la instrucción de la fe; mientras que para la nueva doctrina, la lectura de la Sagrada Escritura es «sacramento» (o sea, un velo simbólico bajo el cual Cristo se hace eficazmente presente a la fe), cuya finalidad es la experiencia de Dios.

Esto explica el paralelo que hace el nuevo rito entre la liturgia de la Palabra y la liturgia de la Eucaristía. «En la Misa se dispone la mesa, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo » {Ordenación general n°8).

CONCLUSIÓN

La nueva noción de «misterio», según la cual el Sacramento hace presentes a la fe las realidades divinas, ha sido uno de los principales ejes de la reforma litúrgica, y es lo que explica el paralelo constante entre Palabra y Eucaristía, pues en ambas Cristo es alimento de la fe; que la Presencia real no se reconozca en si misma, sino en relación a la fe de la asamblea; el enaltecimiento del sacerdocio de los fieles, y que la Eucaristía sea de modo nuevo «misterio de fe».

El nuevo catecismo lo resumirá así: «El Espíritu Santo por los sacramentos hace presente la obra del Padre realizada por el Hijo amado » (n° 1155).

6) EL «MEMORIAL» (NUEVA TEOLOGÍA DE LA MISA) (cfr. punto 1)

Así como la teología tradicional exalta el valor satisfactorio de las acciones de Cristo, de modo que en la Misa se prolonga la propiciación por la aplicación de los méritos de Cristo; la nueva doctrina exalta la dimensión reveladora de las acciones de Cristo, de modo que según ella en la Misa se prolongaría la revelación por el memorial representativo de los actos de Cristo; para esta doctrina, el carácter sacrificial de la Misa se habría vuelto obsoleto. De este modo, la noción de «memorial» se convierte en la clave de toda la liturgia.

a) LA MISA COMO «MEMORIAL»

La nueva doctrina pretende explicar el Nuevo Testamento a la luz histórica del Antiguo, en lugar de explicar el Antiguo Testamento a la luz doctrinal del Nuevo. Así, convierte la Pascua judía en la clave de la Misa, que supuestamente no sería sino la Pascua de Cristo.

– La Pascua judía. La teología tradicional nos enseña que la pascua judía miraba al sacrificio futuro del Mesías, de modo que aquella Pascua era esencialmente una profesión de fe en el Mesías futuro. En cambio, la nueva doctrina pretende que aquella Pascua hacía «objetivamente» presente la intervención divina pasada mediante el «memorial», de modo que sería esencialmente un «memorial objetivo». Cuando la nueva doctrina habla de «objetivo» refiriéndose al «memorial» sólo quiere expresar que se hacía memoria no según la inventiva de cada individuo, sino siguiendo las pautas y elementos determinados por el propio Dios: manducación del cordero pascual en el Antiguo Testamento, manducación de pan y vino en el Nuevo. Al realizar el «memorial» según los elementos que fueron determinados, resulta ser «objetivo» y no «subjetivo». De ahí se sigue una reinterpretación de lo que supuestamente Cristo habría instituido:

– La Pascua de Cristo. La nueva doctrina reinterpretando el Antiguo Testamento a su gusto, propone una perfecta continuidad ritual entre la Pascua judía y la Pascua de Cristo. Según la teología tradicional, Cristo, en el marco de la Pascua antigua, instituyó un nuevo rito, que no obra por la fe sino por sí mismo.» En cambio, según la nueva doctrina Cristo habría asumido el mismo rito de la Pascua antigua, de modo que seguiría siendo esencialmente un «memorial». En cuanto a las palabras de Cristo «haced esto en memoria mía», según la nueva doctrina el acento no recae sobre la prescripción «haced esto», sino sobre lo que sigue: «en memoria mía «. Debe entenderse así: «haced esto como memorial mío » (Bouyer).

Esto explica los cambios realizados en las palabras de la consagración. La nueva teología afirma que entre la Eucaristía y la Pascua judía hay una perfecta continuidad: en cuanto a la eficacia del rito y en cuanto al signo ritual. De este modo, la Misa estaría en continuidad con la Pascua judía en cuanto a la eficacia, y así tanto la Pascua judía como la Misa tendrían una eficacia santificadora por ser un memorial no subjetivo sino objetivo que volvería a hacer presente en «misterio» el acto salvador ya realizado. Y con la distinción entre memorial subjetivo y objetivo pretenden evitar la «mera conmemoración» condenada por el Concilio de Trento contra Lutero.

– El mismo rito. La Misa estaría en continuidad con la Pascua judía en cuanto al mismo tipo de rito. Según la teología tradicional, lo que Cristo instituyó es un nuevo rito, ya que la Pascua antigua era un sacrificio figurativo bajo la especie de un cordero, seguido del banquete sacrificial, mientras que la Misa es un sacrificio real bajo especie de pan y vino, seguido de la recepción de la Víctima (comunión). Así pues, según la nueva doctrina, así como la Pascua judía era ritualmente un banquete conmemorativo complejo, la Misa sería ese mismo banquete memorial pero simplificado, sólo de pan y vino; se trataría de una acción comunitaria, pues todos comen y hacen memoria. Esto explica los cambios que insisten sobre el carácter comunitario de la Misa. Uno de los principales innovadores resume así la nueva doctrina: «la idea fundamental fue siempre conmemorar en un banquete sagrado la pasión redentora del Señor» (Jungmann).

b) LA MISA COMO «PASCUA DEL SEÑOR»

Según la nueva doctrina, en la Misa, respecto a la Pascua judía sólo habría innovación en cuanto al objeto significado por el rito: la Pascua judía hacía objetivamente presente, por su dimensión memorial, el «paso» o Pascua de Moisés de Egipto a la Tierra prometida a través del Mar Rojo; y, por su dimensión profética, la plenitud del misterio del Mesías futuro. Y la Misa tendría como finalidad hacer «objetivamente» presente, por su dimensión memorial, el «paso» de Cristo a través de la muerte; y, por su dimensión profética, la plenitud del misterio del Reino futuro, o sea, todo el misterio salvador. Pero en este nuevo concepto de la Misa cambian muchas cosas respecto a la concepción tradicional, pues para la teología tradicional, la Misa es un auténtico sacrificio, que a nivel de los signos rememora la muerte sacrificial de Cristo, externamente representada por la doble consagración (separación incruenta del Cuerpo y de la Sangre), con lo cual se acentúa la presencia de Cristo Sacerdote y Víctima; mientras que para la nueva doctrina la Misa es un memorial de toda la obra de Cristo, también de la muerte pero sobre todo de su Resurrección, por lo cual se acentúa la presencia del Señor resucitado.

Se plantea una cuestión: ¿el centro de la obra salvadora de Cristo es la muerte o la resurrección? Ahora bien, la teología tradicional enseña que la acción central de la Redención no es la resurrección, sino la muerte de Cristo, porque con relación a Dios Padre fue el acto de caridad más perfecto («no hay mayor amor… «) y él acto de religión más perfecto (el sacrificio); y con relación a los hombres fue el acto de mayor valor meritorio y satisfactorio, valores de los que carece la resurrección.

– La Misa como sacrificio. Con la nueva noción de «sacramento», la nueva doctrina pretende reinterpretar la definición dogmática del Concilio de Trento: «En la Misa se ofrece a Dios un sacrificio propio y verdadero»;16 según ella, el sacrificio no se realizaría en el orden de los signos (como rito visible), sino que se haría presente en el orden del «misterio» (como realidad oculta). Mientras que la teología tradicional entiende que — como dice Trento— la Misa es un sacrificio porque el rito es sacrificial (hay inmolación incruenta en la separación de Cuerpo y Sangre realizada en la consagración) y conmemorativo del sacrificio de la Cruz (de modo que rememora la Cruz porque es sacrificio incruento de aquélla); la nueva doctrina pretende que la Misa puede decirse sacrificio no porque el rito sea sacrificial (puesto que, en sí, sería un banquete conmemorativo), sino porque haría presente el sacrificio de Cristo por la eficacia del memorial (o sea, que se diría sacrificio porque también se rememora la Cruz).

¿Es lo mismo ser un sacrificio que hacer presente un sacrificio? La reinterpretación del dogma se resumió en el verbo representare utilizado por Trento: «…un sacrificio visible con el que se representara aquel suyo sangriento».11 Para la teología tradicional, representare significa «figurar o significar»: la Misa es un sacrificio ritual que a nivel de los signos es imagen representativa del sacrificio de Cristo; no es sólo imagen sino el mismo y verdadero sacrificio de Cristo por la eficacia de la transubstanciación; y lo que se representa por la doble consagración es sólo la muerte de Cristo: separación Cuerpo-Sangre. Mientras que para la nueva doctrina representare significa «volver a hacer presente»: la Misa sería un banquete ritual que haría presente el sacrificio de Cristo; no sería puro recuerdo sino verdadera presencia (¿espiritual?) del sacrificio de Cristo por la eficacia del memorial objetivo; y lo que se re-presentaría por el memorial sería todo el misterio de Cristo: muerte-resurrección-ascensión.

El inventor de esta doctrina llamada «de los misterios», el benedictino alemán Odo Cassel —como reconoce en el Osservatore Romano el rector de la Pontificia Universidad Lateranense Monseñor Salvatore Fischella— lo explicaba así: «La Misa no es un sacrificio de naturaleza especial, sino que es idéntico al de la cruz, puesto que es su recuerdo. Su carácter de sacrificio reside en su carácter de recuerdo. Es sacrificio esencialmente en cuanto es recuerdo «.

CONCLUSIÓN

La doctrina del «Misterio Pascual» ha sido un elemento clave en el diálogo ecuménico, porque da un gran paso hacia el judaísmo por la continuidad ritual con la Pascua del Antiguo Testamento; y hacia el protestantismo por el concepto de memorial. «La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, la obra de la salvación realizada por la vida, muerte y resurrección de Cristo que se hace presente por la acción litúrgica» (Nuevo Catecismo, n° 1049). «La liturgia entera no es más que una memoria de los actos del Señor en su sentido objetivo… Si al edificio litúrgico le quitásemos esta clave de bóveda, se derrumbaría toda la construcción» (OdoCassel). De esta misma doctrina, dijo el entonces Cardenal Ratzinger: «La doctrina de los misterios es la idea teológica quizás mas fecunda de nuestro siglo».

TERCERA PARTE: UNA RUPTURA DOGMÁTICA

Como queda mostrado hasta ahora, la reforma litúrgica —en ruptura con la liturgia tradicional—; expresa y vehiculiza la doctrina del «Misterio Pascual», en ruptura con la teología tradicional. Ahora se debe dar un juicio, no sólo pastoral o litúrgico, sino doctrinal: ¿la ruptura confronta dos teologías católicas o llega también a afectar el dogma? Vamos a mostrar aquí que, por desgracia, la doctrina del «Misterio Pascual» rompe con la doctrina de Trento, y que por lo tanto se trata de una ruptura dogmática.

Esta tercera parte es dogmática y procede por vía judicativa de autoridad. En la primera parte se han considerado y comparado ambos ritos, el tradicional y el nuevo; en la segunda parte se buscado las causas o por qués y se han deducido sus consecuencias por razonamiento; en cambio, en esta tercera parte se juzgan las posturas doctrinales según la norma de las sentencias del Magisterio.

7) NEGACIÓN DE UNA VERDAD DE FE: LA SATISFACCIÓN VICARIA DE CRISTO

La palabra «satisfacción» es la palabra que usa el Magisterio para expresar lo que la Sagrada Escritura llama Redención: «Cristo nos mereció la justificación en la Cruz y satisfizo por nosotros a Dios Padre». El Catecismo Romano precisa con autoridad el significado de este término: «La [satisfacción de Cristo, que pagó superabundantemente por nuestros pecados] hace a Dios propicio y benigno con nosotros… Cristo Nuestro Señor satisfizo plenísimamente pagando en la Cruz el precio de nuestros pecados «}» El dogma de la satisfacción vicaria de Cristo es tan central que no puede omitirse.

CONCLUSIÓN

La doctrina de «misterio pascual» al excluir la doctrina de la satisfacción vicaria, se opone a una verdad de fe católica.

8) CUESTIONAMIENTO DE UNA VERDAD DE FE: LA MISA COMO SACRIFICIO VISIBLE,

VERDADERO Y PROPIO.

El Concilio de Trento define, contra Lutero, que la Misa es un sacrificio visible, verdadero y propio; que representa, conmemora y aplica el sacrificio de la Cruz; y que no es un banquete meramente conmemorativo. La definición dogmática separa de la Iglesia al protestantismo. En cambio, la doctrina del «Misterio Pascual» pretende poder unirlo por una vía de conciliación: la Misa sería un banquete conmemorativo (porque el «memorial» sería «objetivo»), pero también verdadero sacrificio (porque entre otras cosas re-presentaría real pero veladamente el sacrificio). Pero esta solución no basta para decir que: la Misa es un sacrificio a) visible; b) verdadero y propio; c) y no una mera conmemoración.

a) EL «MEMORAL OBJETIVO» NO CONSTITUYE UN «SACRIFICIO VISIBLE»

«Cristo instituyó un sacrificio visible con el que se representara el sacrificio cruento» (Trento). Antes de explicar la diferencia entre la teología de siempre y la nueva doctrina, digamos que algo puede hacerse presente de varias maneras:

o por sí mismo, o por su acción, o por su imagen.

El Concilio de Trento afirma que el sacrificio de la Cruz se hace presente en la Misa por dos de estas tres maneras: por su acción, como la causa en el efecto: «…con el que se aplicara su eficacia saludable»; y por su imagen, como lo significado en el signo: «…con el que se representara aquel suyo cruento «. Eso quiere decir que la Misa es la representatio Crucis significa que la Misa es imagen aplicativa y representativa de la Cruz.

En cambio, la nueva doctrina afirma que el sacrificio de Cristo se haría presente en la Misa por un solo modo: no por su acción o su imagen, sino tan sólo por sí mismo, como lo contenido en lo que lo contiene, por la eficacia del memorial objetivo. Como dice el Nuevo Catecismo (n° 1364): «hace memoria… y se hace presente la Pascua de Cristo». Decir que la Misa sería reprcesentatio Crucis significaría que la Misa es el lugar donde se hace presente la Cruz.

Si confrontamos la nueva doctrina con la enseñanza de Trento se impone lo siguiente:

A) Según Trento, el sacrificio cruento es representado por el rito simbólico como imagen visible, es decir, que la Misa es un sacrificio visible; mientras que para la nueva doctrina el sacrificio de Cristo volvería a ser hecho presente (representado) mediante el rito simbólico, que sería como un velo que oculta el misterio, o sea, que la Misa contendría un sacrificio invisible.

B) En segundo lugar, según Trento la Pascua nueva siI gue a la antigua, o sea, que la Pascua antigua era buna inmolación; mientras que para la nueva doctrina la Pascua nueva continúa la antigua, es decir, que sería tan sólo un banquete y no una inmolación.

C) Ahora bien, si la Misa sólo fuera sacrificio porque «contiene» (entre otros misterios conmemorados) el sacrificio de la Cruz bajo el «velo de los símbolos», no podría calificarse, según exige el dogma tridentino, de «sacrificio visible».

b) EL «MEMORIAL OBJETIVO» NO CONSTITUTYE UN «SACRIFCIO VERDADERO Y PROPIO»

Trento enseña también que la Misa es un sacrificio verdadero y propio. Pero si según la nueva doctrina la Misa fuese sólo un rito que contuviera un sacrificio, no sería sacrificio verdadero sino sólo en sentido impropio, como impropia o figuradamente Cristo dice que Él es la Vid, el Camino o la Puerta (Cristo no es propiamente ni una planta ni una puerta de madera, etc., sino sólo en sentido impropio o figurado).

Un rito es un sacrificio verdadero y propio si hay verdadera víctima e inmolación ritual. Por eso el Magisterio tradicional enseña que, por la transubstanciación, las Sagradas Especies no sólo son símbolos de Cristo inmolado (figura de la víctima y de su inmolación), sino el mismo Cristo inmolado (hay auténtica víctima e inmolación, aunque incruenta): o sea, que la Misa es un verdadero sacrificio. Mientras que para la nueva doctrina habría sacrificio no por la transubstanciación, sino por el «memorial objetivo» (y memorial no sólo de la muerte, sino principalmente la resurrección); el misterio pascual de Cristo se diría sacrificio solamente porque vuelve a hacer presente «in mysterio » el sacrificio de Cristo: o sea, que la Misa contendría mistéricamente un sacrificio.

Insistimos: si la Misa fuera sacrificio sólo porque contiene mistéricamente el sacrificio de Cristo, no sería un sacrificio verdadero y propio, sino sólo en sentido figurado, entrando en ruptura con el dogma tridentino.

c) EL «MEMORIAL OBJETIVO» ES UNA «MERA CONMEMORACIÓN»

Trento califica de «mera conmemoración » a toda explicación del carácter memorial de la Misa que no justifique plenamente que sea sacrificio verdadero y propio. Mientras que la nueva doctrina dice no reducirse a la «mera conmemoración » condenada por Trento porque el memorial no sería subjetivo, como entendía Lutero, sino objetivo; ahora bien, ya sea la Misa memorial subjetivo u objetivo, ¡siempre se llamaría «sacrificio» de modo impropio!

CONCLUSIÓN

Por lo tanto, esta nueva doctrina cae bajo el anatema de Trento.

9) UN PELIGRO PARA LA FE, LA NUEVA NOCIÓN DE SACRAMENTO

La nueva noción amplificada de «sacramento» disuelve muchos puntos dogmáticos de la doctrina de la Iglesia, notoriamente la noción de eficacia sacramental ex opere operato.

CONCLUSIÓN

La nueva doctrina del «Misterio Pascual» no es nueva: es sencillamente modernismo. La teología del Misterio Pascual con su «nueva» noción de sacramento es la misma «teología basada en la doctrina de la experiencia y del simbolismo» (Pascendi) condenada por San Pío X con el nombre de modernismo. Por lo tanto, el nuevo rito de la Misa pone en peligro el de la Iglesia.

CONCLUSION FINAL

Podríamos haber señalado muchas otras deficiencias de la reforma litúrgica, como su falaz dimensión ecuménica, su artificial creación burocrática, sus muchos otros errores doctrinales o las nefastas consecuencias en el sacramento del Orden, causa principal de la crisis del sacerdocio; etc. Pero hemos querido permanecer en el corazón del problema. Este análisis muestra que el primer principio de la reforma litúrgica, como queda dicho, fue «la actualización del Misterio Pascual de Cristo en la liturgia de la Iglesia » (Juan Pablo II).

Como la nueva doctrina del «Misterio Pascual» enseña que el pecado no exige satisfacción, la reforma litúrgica ha cambiado el fin propiciatorio en acción de gracias; como enseña que la Redención es manifestación del amor de Dios en Cristo, la reforma litúrgica ha cambiado el sacramento de santificador a revelador: y como enseña que el memorial «hace presente» el misterio de Cristo, la reforma litúrgica ha cambiado el rito de sacrificio a banquete conmemorativo. Sin embargo, el Magisterio tradicional nos enseña lo contrarío:

A) que la satisfacción vicaria de Cristo es una verdad de fe;

B) que la Misa es un sacrificio visible, verdadero y propio; y

C) que la doctrina «simbólica» es un peligro para la fe.

En síntesis: el nuevo rito no profesa la «lex credendi» de la Iglesia, sino una nueva doctrina de sabor heterodoxo, y así no puede decirse que sea «ortodoxo»; ni que sea el rito de la Iglesia; ni que sea «la fuente primera e insustituible del verdadero espíritu cristiano » (San Pío X).

La única actitud que un católico debe adoptar ante el nuevo rito es una «negativa categórica a aceptar la reforma » (Monseñor Lefebvre) y atenerse a la liturgia tradicional.

«Para gloria de la Santísima Trinidad, por amor a Nuestro Señor Jesucristo, por devoción a la Santísima Virgen María, por amor a la Iglesia, por amor al Papa, por amor a los Obispos, a los sacerdotes y a todos los fieles, para la salvación del mundo y para la salvación de las almas, ¡guardad este testamento de Nuestro Señor Jesucristo! ¡guardad el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo! ¡GUARDAD LA MISA DE SIEMPRE!» (Monseñor Marcel Lefebvre).CONVICCION RADIO

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2 respuestas »

  1. benenito es parte del problema, Lucy…. los demás videos de sanguis et aqua son buenos pero en este resbalaron de lo lindo.

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