[Ésta es la carta a los cardenales que precede al documento de Chiesa Viva, cuyo enlace está abajo, a propósitto de la beatificación de Pablo VI, de la que se ha oído hablar mucho recientemente. Recomiendo la lectura del documento, por lo menos en sus puntos principales, porque es una magnífica síntesis de lo que significó la figura de este «papa» al «Reino de Dios, la Iglesia, para debilitarla y destruir las almas, a través, de hecho, de ¡ las divisiones y herejías!]
Carta a los cardenales
Eminencia Reverendísima,
he leído en la prensa que el 11 de diciembre, los Cardenales y Obispos, superado la criba de los teólogos, darán su «sí» para la beatificación del Papa Pablo VI, a pesar de que nunca tuvo, en vida, ninguna fama de santidad, y fue, además, el máximo responsable de todos los problemas actuales de la Iglesia, por no decir incluso que el resultado de su pontificado fue verdaderamente ¡catastrófico!
Permítaseme, entonces, decir del cardenal Montini lo que se informó en el «Avvenire» de 9 de marzo de 1999, página 17, en grades caracteres,: «Ruini traza el perfil del Papa (Pablo VI), que cambió la Iglesia.
» ¡Muy cierto!» .. Nosotros lo hemos demostrado en nuestra «Trilogía montiniana,» que nunca se ha demostrada ni falsa, ni poco fidedigna, por mis oponentes, que siempre se han limitado a proferir burlas callejeras e insultos, sin jamás denunciar públicamente en qué se oponen nuestros argumentos a la verdad, en el «cómo» y en el «dónde» , ni en el «porqué».
Ciertamente, decir la «verdad» no es un delito, incluso respecto de la persona de Pablo VI, que ahora forma parte de la historia, por lo que toda su vida es un tema de estudio sin reticencias ni faltas de información, sin poner una aureola sobre su cabeza, lo que significaría ponerla también, sobre su «revolución» obra de la masonería , por medio de él y del Concilio Vaticano II.
Es imperativo, entonces, hacer un esbozo de sus supuestas virtudes, necesario para hacer una beatificación. El cardenal Ruini, en su discurso de clausura del «proceso diocesano,» dijo,
«Su fe brilla en su persona, brilla en sus palabras. En 1967, en el «Año de la fe», en 1968 en San Pedro, proclamó, en el «Credo» del Pueblo de Dios, una fe basada en el «Credo de Nicea».
Ahora bien, en cuanto a su supuesta fe, que por añadidura el cardenal dijo que era «apasionada», lo desmiente el mismo Pablo VI en su famoso discurso sobre la auto-destrucción de la Iglesia, en el que dijo:
«La Iglesia está en una hora de búsqueda, de autocrítica. Incluso se diría de auto-demolición. Una Iglesia que, casi casi se acusa a sí misma. Todo el mundo está a la espera de gestos dramáticos y decisivos del Papa. Pero el Papa no cree que debe seguir otra línea que la de la confianza en Jesucristo, al cual preocupa la Iglesia más que a cualquier otro. A Él pertenece calmar la tormenta «.
Pero esto suena a traición a su deber como Vicario de Cristo, el cual, para la defensa de la Fe se sirve siempre de sus vicarios, comenzando por San Pedro, su primer Vicario en la tierra. Por lo tanto, la decisión de Pablo VI rehusando defender la Fe, fue una abierta negativa a hacer lo que debía, su principal deber. Así que, su política de «no intervención» fue una abdicación de su deber de oficio, de intervenir, justo para impedir la autodestrucción de la Iglesia, que él mismo regía. Un rechazo, entonces, que constituyó un verdadero «pecado de omisión«.
Cómo pensar, entonces, en querer elevar a los altares para la veneración de los fieles a un Papa que ha fallado tan gravemente en su deber primario, que es, de hecho, la defensa del «depósito de la fe«?
Pablo VI abdicó de eso, al no cumplir su papel de «cabeza» de la Iglesia católica, para ponerse al «servicio» de la humanidad con objeto de reconciliar todas las creencias y todas las religiones en una religión universal. Soñando con convertirse en el gran unificador de los pueblos, él sacrificaba la Iglesia católica, la Tradición, las instituciones, los propios fieles, para formar el Movimiento de animación espiritual de la «democracia universal» que pone al servicio del mundo a todas las iglesias. Así pues, Pablo VI, no reconociendo la Iglesia de Cristo, que es «una y no dos o más», fue el primer Papa que convocó a las comunidades religiosas cismáticas y heréticas en su discurso de apertura de la Tercera Sesión, el 4 de septiembre de 1964, diciendo :
«¡Oh iglesias lejanas y a la vez tan cercanas a nosotros ..! ¡Oh Iglesias objeto de nuestros pensamientos sinceros! ¡O Iglesias objeto de nuestro anhelo incesante! ¡ Oh Iglesias de nuestras lágrimas¡ , «
… anunció, entonces, una vez más, el mutuo perdón por los ataques recíprocos.
Además, su incesante propaganda ecuménica, era sólo para dar lugar al reconocimiento de otras comunidades cristianas y no a la verdadera comunidad de salvación.
Esto se evidencia, en su visita al «Consejo Mundial de Iglesias», el 10 de junio de 969, donde fue recibido por 234 comunidades religiosas. Allí, Pablo VI usó el lenguaje de ellas, e incluso participó en el cisma general con esta declaración:
«… la fraternidad cristiana entre las iglesias que forman parte del» Consejo Ecuménico y la Iglesia Católica «
… ignorando el hecho de que no puede haber fraternidad entre la Iglesia Católica y los disidentes. En lugar de ello, él mismo levantó la cuestión, diciendo:
«La Iglesia católica debe ser miembro del» Consejo Ecuménico «. Y luego dijo, «con fraternal grandeza , Nos creemos que la cuestión de la participación católica en el» Consejo Mundial » no está madura hasta el punto de que podemos y debemos dar una respuesta positiva. La cuestión sigue estando en el campo de las hipótesis … graves implicaciones … camino largo y difícil «.
Pero fue una declaración «globo sonda», porque, en el fondo, ya estaba acordado el «sí»; lo probó cuando dijo,
«El espíritu de un sano ecumenismo, que anima a unos y a otros … requiere, como primera condición de cualquier contacto fructífero entre las diferentes denominaciones, que cada uno profese lealmente su propia fe».
Aquí, Pablo VI invitó a reconocer los valores positivos del cristianismo evangélico que se encuentran en otras religiones, y abrirse a las oportunidades de colaboración …como en el campo de la caridad y de la búsqueda de la paz entre los pueblos.
A la pregunta, por último, de si hay salvación en una u otra de esas 234 «iglesias», hecha por los miembros de la «COE»,-siendo así que la doctrina de la Iglesia Católica siempre había respondido negativamente,- Pablo VI, por el contrario, ¡respondió afirmativamente! Esta mentalidad suya, se vio más tarde acogiendo a Judíos, musulmanes, monjes budistas … y yendo a su encuentro durante los «viajes apostólicos» para «dialogar».
Nunca antes de Pablo VI, ningún papa había declinado la «fe» en plural. Pablo VI, sin embargo, dijo que las «fes» se rinden homenaje unas a otras.
Durante su viaje a Uganda, Pablo VI habló de «los mártires de Uganda»; él fue a visitar a estos «mártires católicos», pero confundiéndolos , de forma indiscriminada, con los musulmanes, y protestantes, según él, que habían muerto en «espíritu ecuménico», todos unidos por encima de los conflictos dogmáticos. Incluso durante su viaje a Bombai (donde los hindúes le regalaron un pequeño ídolo, y los budistas le ofrecieron ¡ un Buda!), Pablo VI no mostró ninguna discriminación entre las religiones humanas y la católica . Se podría seguir y seguir sobre este tema de la fe. Bastará mencionar aquí su escandalosos gesto cuando hizo entrega, con un escrito pidiendo perdón, del «glorioso estandarte de Lepanto» a los turcos, casi disculpándose de que no pudieran ocupar la totalidad de la Europa católica para ser entregada al Islam.
En cuanto a su «Credo del Pueblo de Dios», que el cardenal Ruini comparaba al «Credo de Nicea«, y como el non plus ultra de la «fe» de Pablo VI, hay que decir, sin embargo, que en dicho «Credo» recitado en público en San Pedro, antes de ser formulado, hizo dos precisiones: la primera, que quería dar un «fuerte testimonio de la verdad divina confiada a la Iglesia» (esto es digno de elogio) ; pero la segunda ponía todo en discusión porque excluía expresamente que «su «Credo» fuese «una definición dogmática»
De hecho, dijo:
» Vamos a hacer una profesión de fe, a pronunciar un «Credo» que sin ser una definición dogmática, es sin embargo un cierto desarrollo requerido por la condición espiritual de nuestro tiempo «.
Ahora bien, su declaración quitaba a nuestro «Credo» católico, la firma de la infalibilidad, es decir de ser algo de fe divina y católica , «verdad revelada» de fe, atestiguada en la Sagrada Escritura y en la Tradición.
En San Pedro se lee : «Inde oritur unitas Sacerdotii», o sea que el Papa debe ser el vínculo de la «caridad» y, por tanto, de la unión. En cambio, Pablo VI honró y prefirió a «los lejanos» más que a los próximos en la fe, mostrando, así muchas veces , de manera fría, un lenguaje en el que admiraba los ritos religiosos y tradiciones de los «otros» mientras que perseguía a los adeptos de la antigua tradición católica. Las puertas de su casa siempre estaban abiertas a los teólogos aventureros, a los agitadores, a aquéllos que sembraban escándalos y herejías, sin disimular, sin embargo, su animosidad hacia los tradicionalistas e integristas que defendían lo que él quería destruir. No los excomulgó porque no había motivos canónicos, per sin embargo, tomaba precauciones para no tener un contacto directo personal con ellos. Lo cual es más que una excomunión, ya que los «anulaba», con una «supresión dialéctica del adversario«, que como este escrito, nunca ha cedido a las mentiras, a los caprichos, a las distorsiones, del clero progresista decidido a lograr, como dijo el cardenal Garrone , «la derrota del otro partido»
De los muchas muestras de su falsa «caridad», se puede leer bastante en mis tres libros sobre Pablo VI, en todo lo relativo a su sectarismo que tenía el sabor del cisma. Sí, porque el cisma, siendo la separación de la Iglesia Católica de una parte de los fieles, permite el derecho a llamarlo un «pecado-delito» contra la caridad- que es un amor guiado por la fe y la esperanza- ya que este cisma implica necesariamente el odio contra el Reino de Dios, la Iglesia, para debilitarla y destruir las almas, a través, de hecho, de ¡ las divisiones y herejías!
Por esta razón, Pablo VI nunca habría sido capaz de lanzar el grito de
«¡CHARITAS CHRISTI URGET NOS!.
Después de lo escrito acerca de Pablo VI , me siento obligado a dejar en claro el profundo misterio de la «mente» de Pablo VI, modernista en los «hechos» y en las»palabras», lo cual constituye la razón de mi reacción espiritual que me hace sufrir tanto.
Dígnese, Eminencia, tomar en consideración mi trabajo, expresión de mi respeto y de mis oraciones.
Si asombra la «audacia de los malos» -como decía San PioX- es debido » a la cobardía» o negligencia de los buenos». No puede aducirse en Obispos y Sacerdotes (que se tragaron la «iniquidad como el agua») falta de conocimiento o ignorancia invencible. Uno concluye, lamentando, que es porque nunca han tenido «amor por la verdad, entonces Dios los entregó al espíritu de mentira para que creyeran en el error». ¡Terrible sentencia! ¡Cómo hay que cuidarse para no caer y estar de pie ante la Apostasía, solo doblando las rodillas en señal de adoración ante el Trono del Cordero!»¡Vigilad y orad para no entrar en tentación! «Sed liberanos a Malo»!
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Simplemente impresionante. Lo peor es que se nos tuvo en la ignorancia sobre lo que realmente pasaba. Yo he venido a educarme, a saber que pasa, solo en estos ultimos anos, gracias a que por medio del internet he tenido acceso a toda esta informacion; de lo contrario seguiria en la oscuridad.
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