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EL JUICIO DE LAS NACIONES 7


Por Fernando Roqué 

 

Prosigo ahora con la transcripción de algunos pasajes seleccionados del libro ‘La Iglesia patrística y la Parusía’, del P. Florentino Alcañiz, traducido y comentado -como ya dije- por el P. Castellani.
Y lo que leemos en Job, XIX, 25: “Sé que en el último DIA de la tierra he de resurgir”, lo aplican recordando que las palabras DIA, HORA, ENTONCES en la Escritura significan un espacio de tiempo no corto muchas veces. Sobre el ‘Dia del Señor’ hacen notar que S. Pedro dijo: “Esto no se os oculte, carísimos: que un Día ante Dios son mil años, y mil años como un día” (2 Petr., II, 8). Y San Pablo deadehala en II Tim., IV, 1: “Testifico delante de Dios y Jesucristo, que ha de juzgar vivos y muertos por su Venida y por su Reino”, de donde deducen que por su Advenimiento y por su Reino se efectuará el Juicio de vivos y muertos; como finalmente se expresa el Libro de la Sapiencia, III, 7, diciendo: “Fulgirán los justos y pulularán como chispa en el cañaveral; juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos; y reinará el Señor Dios de ellos para siempre y más que siempre”.
Esta idea es importante y recibe solidísimo contrapuntal del profeta Joel, que describiendo en su Cap. III el Juicio Universal, profiere: “Surgid y allegaos gentes todas en circuito, suscitad a los robustos; lléguense, lléguense todos los guerreros; forjad vuestros arados en espadas y en lanzas las podaderas. Diga el flaco: ‘fuerte soy’. Surgid y allegaos gentes todas en circuito y congregaos. -allá va a tumbar Dios a los poderosos-, alzaos y subid vosotros Gentiles al Valle de Josafat, pues allí sederé a juzgar todas las gentes en circuito. Meted hoz, pues la mies está madura. Venid y descended, que pleno está el lagar y rebosa ya el trujal. La maldad culminó sobre la tierra. Pueblos, pueblos en el Valle del Fallo [Juicio]; pues llega el Día del Señor en el Valle del Fallo. Se oscurecieron sol y luna y se apagaron las estrellas. Y rugirá el Señor desde Sión y de Jerusalén dará su voz. Cielos y tierra moverá; pero el Señor refugio es de su pueblo, fortaleza de los hijos de Israel. Y sabréis que yo soy Señor Dios vuestro habitante en Sión, mi santo monte. Y Salén será santa y no ya más pisada de los bárbaros; y será Aquel Día: los montes darán miel y leche las colinas. Todos los ríos de Judá con agua y una fuente correrá por siempre desde la casa de Judá que regará el Valle de Sítim. Egipto será desolación; Edom será desierto perdido, porque iniquitaron a los hijos de Judá y derramaron la sangre inocente cuando estaban en su país. Mas Judea será poblada por siempre y Jerusalén generación tras generación; y vengaré su sangre no vengada. Y Dios conmorará en Sión”.
Donde anotan los milenistas que aquí se habla con toda certeza del Juicio Universal (de hecho, de este lugar tomó su figura o parábola Jesús), y después de él aparece Judea poblada, Jerusalén habitada, y gran prosperidad material, descrita en los ‘clisés’ tradicionales de montes manando leche y miel ( o sea faldeados de abejas y vacas), ríos no resecos sino enchidos, fuentes perpetuas, etc. Todos los profetas parusíacos repiten este tópico.
Lo mismo aparece en el profeta Zacarías, XIV, 5: “Y vendrá el Señor Dios mío, y todos sus Santos con Él. Y será en aquel día: no luz sino hielo, y frío. Y será un Día único que Dios sabe: ni día ni noche, y al atardecer vendrá la luz…”.
Y después de indicado así, como se ve, el Juicio, añade de inmediato: “Y será en aquel Día: aguas vivas saldrán de Salén, la mitad hacia el mar de Oriente y la otra mitad hacia el mar novísimo; y andarán invierno y verano. Y SERÁ EL SEÑOR ENTONCES REY SOBRE TODA LA TIERRA. Y su nombre será uno solo. Y será mudada toda la tierra, hasta el desierto, desde el cerro Rimón hasta el sur de Salén. Y será magnificada y será habitada desde la puerta de Benjamín a la puerta uno, la puerta de la esquina; y desde la torre Hananeél hasta los lagares del Rey. Y la maldición no será más; mas Salén sederá segura”.
Esta profecía realmente oscura aplica Lacunza con otros muchos al Milenio. Es innegable que San Juan en el Cap. XXII toma dos expresiones de Zacarías: el “río de agua viva” y el “anatema que se extingue”. El que quiera ver todavía más lugares paralelos, puede leer la obra de Eyzaguirre ‘Apocalipseos interpretatio litteralis’, Roma 1911; o bien otras similares que van en la bibliografía.

CÓMO REINARÁN LOS SANTOS
¿De qué género será este ‘Reino de Cristo en la tierra’ según los milenistas?
Aunque hemos escudriñado atentamente este punto, no hemos podido sacar en limpio nada muy fino, pues los diversos autores divergen en sus pensamientos; quizás porque en la Sagrada Escritura no se encuentra apoyo bastante.
Los milenistas modernos afirman comúnmente que los Santos que bajarán con Cristo, harán su asiento en la tierra y no viajarán de paso, interpretando de ese modo las palabras del Apocalipsis (XXI, 30) ya citadas: “Y yo Juan he visto la Ciudad Santa, Jerusalén la nueva, descendiendo de Dios desde los cielos, como novia adornada para su esposo”; así como el texto de la Segunda Carta de San Pedro, III, 13: “Nuevos cielos y nueva tierra, según la promesa de Él, esperamos; en que habitará la justicia”.
Todos los milenistas suponen que habrá trato o comunicación, cualquiera que sea, entre los viadores y los Beatos; del cual trato dimanarán muchos biene, y él sería la causa del estado floreciente de la Iglesia.
¿En qué forma? Los milenistas prudentes no lo dicen, pero suponen no será menor que el trato entre Cristo glorificado y sus Apóstoles en aquellos cuarenta días antes de la Ascensión; que ellos consideran fue el esbozo de este estado glorioso de los Mil años.
Cristo, María y los Santos aparecerán pues a los hombres, a algunos al menos; conversarán con ellos, quizás se harán presentes en alguna solemnidad religiosa; quizás comerán juntos, aunque no por necesidad [obviamente], como hizo Cristo en el fiordo del Tiberíades; y de ese modo entienden la misteriosa palabra de Cristo en la ültima Cena: “Os diré: no beberé más de este zumo de vid hasta que lo beba con vosotros nuevo en el Reino de mi Padre” (Mt., XXVI, 29).

Hasta aquí los fragmentos del libro de Alcañiz. Se comprenderá que éstas son apenas las líneas iniciales, que intentan resumir de algún modo el sentir común de aquellos santos y doctores de los primeros siglos, acerca del controvertido tema del Milenio, pero que aun en su brevedad -espero- alcanzan a expresar bastante con relación a los tópicos estudiados últimamente en el blog con el significativo título ‘Juicio de las Naciones’.
Lamento ciertamente no poder transcribir el libro por entero, para provecho de todos los foristas. Como quiera que sea, y respondiendo a quien participa con el nombre Termini, no he encontrado en la Web ninguna edición en PDF para descargar, pero sí se pueden encontrar algunos ejemplares en bibliotecas, con la modalidad e-book; como también he detectado algún que otro ejemplar en papel, a la venta (entrar con Florentino Alcañiz/Castellani: La Iglesia patrística y la Parusía).

Para cerrar, un breve comentario. Como dice Castellani, resulta algo extraño que se haga tanta cuestión, mayormente en algunos círculos sedicentes católicos, de una doctrina, la del MILENISMO ESPIRITUAL, abrazada casi unánimemente por quienes constituyen los primeros eslabones de la cadena de la venerable parádosis, o sacra traditio -como está expuesto en la obra de marras-; ¡más aún si se tiene en cuenta que tal doctrina se corresponde exactamente con lo que se halla expresado, con claridad meridiana, en la misma Sagrada Escritura!
Por mi parte, creo que Nuestro Señor Jesucristo advendrá como su Palabra nos lo ha dicho, como el KYRIOS DE LA GLORIA , esto es, Rey de Reyes y Señor de Señores, y por cierto Visible “a todo ojo”; y que su Parusía será el inicio de su glorioso y esperado Reinado, y aunque verosímil es que su visibilidad en el transcurrir del mismo esté limitada a los resucitados en la PRIMERA RESURRECCIÓN y a los santos que descenderán con Él -y no a todos los viadores-, no obstante, sí que serán visibles y manifiestos a todos, en la entera ‘ktisis’ (vocablo empleado por los Padres griegos para designar la Creación in totum), los ilimitados efectos transformadores de su Encarnación y de su Redención, frenados u oscurecidos, en estos dos mil años de Cristianismo, ora por la acción del Enemigo, ora por el pecado del hombre, pero con todo siempre presentes, aunque latentes, en el seno de la vida mística de la Iglesia Santa.
Por lo mismo, todas y cada una de las realidades del universo visible creado, cada cual según su modo y su jerarquía, habrán por fuerza de ‘mostrar’ el sello de su Creador, el Dios Todopoderoso UNO Y TRINO, esto es, brillará en ellas el signo inconfundible de la ‘sacralidad teándrica y trinitaria’.
De donde se puede concluir, con justo juicio y sin temor alguno a error, que los que hoy esperan con fe y creen con esperanza en las promesas de Dios, verán cumplirse cabalmente lo que pedimos a diario en el Padrenuestro: “Hágase tu Voluntad, así en la tierra como en Cielo”; pues también aquí en la tierra se cumplirá Su Voluntad.

Entretanto, junto con el Espíritu y la Esposa, decimos:

ERJOU, KYRIE IÊSOU (¡Ven, Señor Jesús!)