[Comentario de luso : Sitienen a bien publicarlo: La Honda de David
Conclusión esjatológico-profética
Los que recuerdan nuestros estudios sobre las neo-canonizaciones, habrán advertido que solemos reflexionar en «voz alta» dejando consignado por escrito lo que nos viene a la mente y nos parece acertado en cada momento.
Si algo prueba este tema -apasionante- de los novísimos, es la dificultad que existe para poner un punto final que concilie todos los datos: escriturísticos, magisteriales y de la actualidad. La que nos pareció que era la tesis que cuadraba perfectamente con las Escrituras, no lo era en cambio con la enseñanza de la Iglesia y pudiera o no serlo con respecto a la actualidad (así para algunos el «tiempo de paz» predicho en Fátima ya habría tenido lugar, para otros no, etc ). Luego, la interrogante que nos hicimos a nosotros mismos, sobre cómo explicar la cronología que propusimos con lo repentino de la Segunda Venida, aumentó nuestras dudas.
Y por ese mismo carácter incierto, en esa búsqueda de conciliar todos los datos antes mencionados, hemos hecho un ejercicio diferente: empezar la cronología desde el final hacia atrás. Lo que parecía un intento un tanto descabellado, resultó, en cambio, en alguna sorpresa.
El último estado que vemos descrito en Apocalipsis es el «Cielo nuevo y la tierra nueva» (Cap XXI) cuya característica saliente es que «la muerte no existirá más».
La referencia al «cielo nuevo y tierra nueva» la encontramos también en la significativa profecía del Apóstol Pedro: «Pero el día del Señor vendrá como ladrón, y entonces pasarán los cielos con gran estruendo y los elementos se disolverán para ser quemados y la tierra y las obras que hay en ella no serán más halladas. Si, pues, todo ha de disolverse así ¿cuál no debe ser la santidad de vuestra conducta y piedad para esperar y apresurar la Parusía del día de Dios, por el cual los cielos encendidos se disolverán y los elementos se fundirán para ser quemados? Pues esperamos también conforme a su promesa cielos nuevos y tierra nueva en en los cuales habite la justicia » [ y agrego yo, donde no haya más muerte, conforme al Capítulo XXI de Ap. antes citado, o sea el Cielo] (2 Pedro 3, 11)
Aquí vemos una Parusía novísima, en la más pura doctrina alegorista. Pero sigamos con las citas, hacia atrás: «Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad. Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la Muerte» (1 Corintios 15, 24). Allí encontramos nuevamente a la «Muerte» (que acabamos de referir en los párrafos anteriores), el Reino y antes, los Principados, dominaciones y potestades (terrenas y enemigas). Este es el tiempo de paz, uno relativamente corto («un cierto tiempo» como en Fátima…)
Y luego entonces, hacia atrás, la «gran tribulación», el gran terremoto y las señales cósmicas, éstas últimas que señalan la destrucción del Anticristo, como se desprende de Ez, 28, 7: «Al extinguirte cubriré el Cielo y oscureceré sus estrellas, taparé el sol con una nube y la luna ya no despedirá su luz». Lo que debemos cotejar con «el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y terrible» de Joel 2, 31.
¿Qué resulta? (ahora sí en su orden natural): un Anticristo, un Juicio de las naciones (destrucción de los enemigos de Cristo), un Reino y una Parusía.
La pregunta : «¿cuándo venga el Hijo del Hombre encontrará fe en la tierra?», las circunstancias de tiempo («como en los tiempos de Noé») y la referencia al «soplo de su boca y el resplandor de su Venida» han de entenderse del anticipo que se hace en esos versículos de la Parusía, con un fin de advertencia a la humanidad, cuyo destino quedará en gran parte sellado con el Juicio de las naciones.
Lo demás () se lo dejamos al Santo Oficio cuando vuelva (…)
() se entiende, la explicación del «Milenio». Por ello, hemos borrado las entradas que hacían referencia a él.
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