[Editorial del periódico Rivarol ]
Sínodo de la familia: ¡bendición del adulterio!
No hay carteles en nuestras calles y en el metro en los que no se promueva el adulterio. «A diferencia de los antidepresivos, un amante no cuesta nada a la Seguridad Social» puede leerse en varias carteleras de nuestras ciudades con la foto de una manzana mordida, símbolo de la fruta prohibida. Los carteles diseñados por Gleeden, «primer sitio de citas extra-matrimoniales pensado para mujeres» que incita explícitamente a la infidelidad, no deberían ofender al Vaticano. En efecto, el Sínodo sobre la familia que Jorge Mario Bergoglio había convocado y que terminó el 25 de octubre, abrió el camino a la comunión para los divorciados vueltos a casar (artículo 85 de la Relatio finalis). Aunque sea»caso por caso», los divorciados vueltos a casar podrán acercarse a la mesa de la comunión. Se apela a su «conciencia personal» y se les invita a emprender, con un sacerdote, un «curso de discernimiento.» Si las personas vueltas a casar no se sienten culpables, ni tienen la sensación de haber hecho nada malo, pues bien, podrán recibir la Eucaristía. La noción objetiva de pecado, de las faltas graves, ha desaparecido por completo. Estamos en pleno subjetivismo, en pleno relativismo . Sólo se habla de misericordia y de reconciliación. Se olvida deliberadamente que para que haya perdón y misericordia, tiene que haber habido admisión previa de la propia culpabilidad (contrición) y el compromiso de no volver a pecar, de reformarse (propósito firme). Ciertamente sabemos que en la iglesia conciliar muchas personas en situación irregular, son admitidas a la comunión (o a lo que denomina así, porque con la reforma del rito sacramental post-Vaticano II, es posible cuestionar seriamente la validez de los sacramentos en gran medida alterados). Muchos divorciados o en unión libre, tienen responsabilidades dentro de los grupos «parroquiales», incluso dan el catecismo, pero una cosa es la propia práctica contraria a los mandamientos de Dios y de la Iglesia, y otra es teorizar sobre esta práctica, con la bendición, al más alto nivel, de la institución conciliar.
Este «nihil obstat» ha dado de hecho a las relaciones adúlteras una negación, implícita pero muy real, de la indisolubilidad del matrimonio ya impugnada por dos recientes «motu proprio» de Francisco que facilitan el recurso de anulación del matrimonio religioso. Ciertamente, como pasa siempre con los modernistas, se finge apelar al dogma para poder minarlo mejor desde dentro, para franquearlo mejor. El acceso a la comunión para los divorciados vueltos a casar fue lograda con un solo voto ..: -fueron 178 votos «a favor» y 80 votos «en contra»- ya que tenían que conseguirse dos tercios de los votos para que dicha proposición fuese aprobada. En la primera sesión del mismo sínodo, hace un año, había sido rechazada, porque no se alcanzó la mayoría cualificada. La revolución conciliar avanza con una política de pasito a pasito, para que se dé tiempo a la gente a aceptar lo inaceptable. Recordemos las famosas palabras de San Agustín: «A fuerza de soportarlo todo, se termina por tolerarlo todo, a fuerza de tolerarlo todo se termina por aceptarlo todo y a fuerza de aceptarlo todo se acaba finalmente por justificarlo todo.» Esta nueva disposición del sínodo es símbolo de un cambio capital, no tanto en la práctica (porque se sigue apoyando la normativa), sino en la doctrina. Una vez más, en un tema crucial, la contra-iglesia ecuménica del Vaticano II rompe con la enseñanza tradicional de la Iglesia Católica, con el Decálogo, con la moral cristiana.
No es una sorpresa, ya que Francisco nunca ha ocultado su objetivo de hacer que las cosas se desarrollen de este modo, es decir, sometiéndose al mundo, a la modernidad, al relativismo moral y doctrinal y finalmente alentando la apostasía y la inmoralidad de las masas. «El mundo está cambiando y debemos escudriñar los signos de los tiempos», insistió Bergoglio en su discurso final, repitiendo palabra por palabra el discurso de Juan XXIII y de Pablo VI, los dos responsables principales del Concilio Vaticano II. Justo antes de la votación final, Francisco se refirió a los conservadores (término muy relativo): «Los verdaderos defensores de la doctrina no son los que defienden la letra, sino el espíritu; no las ideas, sino los hombres; no las fórmulas, sino la gratuidad del amor y el perdón de Dios. El primer deber de la Iglesia no es repartir condenas o anatemas, sino proclamar la misericordia.«Aquí se ve la patada destructiva modernista de siempre: se pretende no juzgar a nadie y al final se absuelven todos los pecados, incluso los más graves, sin que los culpables tengan que expresar la intención de volver al camino recto. Siempre se nos recuerda el episodio de la mujer adúltera que, efectivamente, Jesús no condenó, pero se olvidan a propósito, de citar las palabras que Cristo le dirigió al despedirla, «Vete y no peques más».
Hay pocas dudas del reconocimiento dado a «las parejas homosexuales» aunque sin ser tan explícito como la integración de los divorciados vueltos a casar: «La Iglesia reitera que cada persona, independientemente de su orientación sexual, debe ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, cuidando de evitar cualquier signo de discriminación injusta.» No existe [en la Relatio finalis] condena moral, incluso implícita, del pecado de homosexualidad, que el catecismo de san Pío X, sin embargo enseñaba que era «un pecado que ¡clama venganza ante Dios «! De todos modos, los muchos gestos de Francisco haciéndose fotografiar sonriente, incluso mostrando una alegría exultante, con invertidos que se muestran felices y orgullosos, e incluso con parejas de transexuales, hablan más fuerte que las palabras. Bergoglio, por otra parte, tiene todavía que lanzar un «documento sobre la familia», donde sin duda irá más lejos en las innovaciones. Será ayudado para ello, con el nuevo dicasterio cuya creación se ha anunciado, el cual «tratará sobre los laicos, la familia y la vida» y «reemplazará al Consejo Pontificio para los Laicos y al Consejo Pontificio para la Familia y al cual se unirá la Academia Pontificia para la Vida «.
Como pasa con los anglicanos a quienes la iglesia conciliar se parece cada vez más en sus ritos, en sus discursos, en sus decisiones, en su organización, y en su ceremonial, el Sínodo ha decidido dar más responsabilidad a las mujeres. ¿Podría ser esto una implícita apertura al diaconado o al sacerdocio de las mujeres? Los «padres sinodales» instan, en efecto, a «valorar la responsabilidad de las mujeres en la Iglesia» y les animan a «que participen en la toma de decisiones, y en la participación en el gobierno de algunas instituciones.»
Como vemos, los líderes de la Iglesia conciliar continúan con determinación en la destrucción metódica y sistemática de la doctrina y la moral católicas. Después de haber destruido los sacramentos -obstruyendo así las fuentes de la gracia santificante- el Catecismo, el Breviario, el Misal, el Ritual [de sacramentos], las constituciones religiosas, los Estados, escuelas y sindicatos católicos; después de alterar el Rosario, de falsificar la Biblia y los Evangelios, después de absolver a los judíos del pecado de deicidio (el 28 de octubre conmemoramos el 50 aniversario de Nostra Aetate), de destruir el dogma, excepto, por supuesto, el dogma del Holocausto que sustituye de hecho al dogma católico, no les quedaba más para completar su empresa diabólica de aniquilación, que la subversión de lo que quedaba de la moral cristiana. Esto es lo que se ha hecho ahora. Debemos ser conscientes: los políticos no son los únicos culpables de los cambios en la moralidad, la familia, la nación, y las virtudes domésticas. La contra-iglesia del Vaticano II, vector de la ideología mundialista, precursora del immigracionismo, sierva de la Sinagoga y de su tabú mundial [que la protege], responsable de la pérdida total de la fe con el cortejo que conlleva de familias divididas, rotas, cuarteadas, desestructuradas, y recompuestas, está a la vanguardia desde hace medio siglo, de la ruina de nuestras sociedades y de nuestra civilización europea y (anteriormente) cristiana… […
Rivarol.
[Enlace del artículo enviado por Santiago]
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Era de esperarse que la secta de sodomitas de la nueva iglesia sinodal que se han tomado el control de la estructura física de la Iglesia ataque la familia.
«Sodoma fue destruida a causa de sus delitos contra la familia :
Cuando Sodoma fue destruida a causa de su iniquidad , y precisamente de sus delitos contra la familia, el fiel Lot, advertido por los ángeles, fue librado con sus hijas y con sus yernos. (Pío XII. Alocución Quarantun anno, 19 de junio de 1940) .»
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