[El Concilio] firmemente cree, profesa y predica que los que no viven dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también Judíos y herejes y cismáticos, no pueden llegar a ser participantes de la vida eterna, sino que serán lanzados  «al fuego eterno que fue preparado para el diablo y sus ángeles «[Mat. 25:41], a menos que antes del final de la vida vuelvan a la grey; y que la unidad del cuerpo eclesiástico es tan fuerte que sólo para los que permanecen en ella están los sacramentos de la Iglesia  para la salvación, y solamente los ayunos, limosnas, y otras funciones de piedad y ejercicios del culto cristiano producen recompensa eterna, y nadie, sea cual sea las limosnas  que haya practicado, aunque haya drramado su sangre en el nombre de Cristo, puede salvarse, a no ser que se haya conservado en el seno y unidad de la Iglesia Católica .

(Concilio de Florencia, el Decreto Cantate Domino ;  Denz. 714subrayar en el original;).

Incluso con el pretexto de promover la unidad no está permitido disimular un solo dogma ; porque, como el Patriarca de Alejandría nos advierte, «aunque el deseo de la paz es una cosa noble y excelente, sin embargo, no debemos ser negligentes, en aras de la lealtad a Cristo». En consecuencia, el regreso tan deseado de los hijos errantes  a la verdadera unidad en Cristo no debe ser promovida concentrándose  exclusivamente en aquellas doctrinas que todas, o la mayoría, de las comunidades aceptan en común, gloriándose del nombre cristiano. El único método exitoso será aquel que basa la armonía y el acuerdo entre los fieles de Cristo en todas las verdades que Dios ha revelado.

(El Papa Pío XII, Encíclica Orientalis Ecclesiae , n 16; el subrayado es nuestro.).

…  [Los obispos de la Iglesia Católica]  también estarán en guardia, del falso pretexto de que se debe prestar más atención a los puntos en los que estamos de acuerdo que a aquellos sobre los que diferimos; lo cual fomentará un indiferentismo peligroso, sobre todo entre las personas cuya formación en la teología no es profunda y cuya práctica de su fe no es muy fuerte. Hay que tener un gran cuidado acerca del llamado espíritu «conciliador» de hoy en día, a través del estudio comparativo y el vano deseo de adoptar un enfoque cada vez más estrecho entre las distintas profesiones de fe. La  doctrina católica – ya sea en su; dogmas o en las verdades que se deducen de  con ellos – no debe conformarse o adaptarse tanto  a las doctrinas de las sectas disidentes, que la pureza de la doctrina católica se deteriore , o se oscurezca su sentido genuino y cierto.

También deben evitar de hablar de manera peligrosa  generando opiniones falsas y falaces esperanzas imposibles de lograrse; por ejemplo, pensando que no hay que dar demasiada importancia a las  enseñanzas de las encíclicas de los Pontífices Romanos sobre el retorno de los disidentes a la Iglesia , o a la constitución de la Iglesia, como Cuerpo Místico de Cristo, pretendiendo que no es un asuntos de la fe, o, lo que es peor, pensando que en materia de dogma, incluso la Iglesia Católica no ha alcanzado todavía la plenitud de Cristo, sino que todavía puede ser perfeccionada desde fuera. Deberán tener especial cuidado y deberán insistir firmemente que, al tratar sobre la historia de la Reforma y los reformadores, los defectos de los católicos se exageren tanto y por el contrario se disimulen las faltas de los reformadores, o que las cosas más bien accidentales no se enfaticen, con olvido de lo más esencial, a saber, la defección de la fe católica. Por último, se deberán tomar precauciones, no sea que, a través de una actividad externa excesiva y falsa, o por imprudencia y de manera emocionada de proceder, al final se obtenga daño en lugar de utilidad. 

Por lo tanto el conjunto  y toda  la doctrina católica debe ser presentada y explicada : y de ninguna manera está permitido pasar en silencio u ocultar con  términos ambiguos la verdad católica sobre la naturaleza de la justificación, la constitución de la Iglesia, la primacía de la jurisdicción del Romano Pontífice, y la única verdadera unión por el retorno de los disidentes a la única y verdadera Iglesia de Cristo . Debe quedar claro para ellos que, de regresar a la Iglesia , no van  a perder nada del bien que tengan  por la gracia de Dios, sino que más bien se complementará y completará con su regreso. Sin embargo, no se debe hablar de esto de una manera tal que ellos se imaginen que volviendo a la Iglesia vayan a traer a ella algo sustancial de lo que se ha carecido hasta ahora. Será necesario decir estas cosas clara y abiertamente, en primer lugar porque es la verdad que ellos mismos están buscando, y por otra parte, porque la verdad fuera de una verdadera unión no puede jamás ser alcanzada. 

(Santo Oficio, Instrucción «En el Movimiento Ecuménico» 20 de diciembre, 1949; el subrayado es nuestro).

Ahora bien, examinando cuidadosamente y reflexionando sobre el estado de las diversas sociedades religiosas, divididas entre sí, y separadas de la Iglesia Católica … no se  puede dejar de estar convencido de que  cualquiera de estas sociedades por sí misma, ni todas ellas juntas, no pueden de ninguna manera constituir y ser la única Iglesia católica que Cristo nuestro Señor construyó y estableció, y que por su voluntad debe continuar ; y que no pueden de ninguna manera decir que son ramas o partes de esa Iglesia, ya que están visiblemente separadas de la unidad católica.

(Papa Pío IX, Carta apostólica Iam Vos Omnes , 13 de septiembre 1864; el subrayado es nuestro).

¿No es justo, como a menudo se repite, incluso en consonancia con el deber, que todos los que invocan el nombre de Cristo deben abstenerse de reproches mutuos y, por fin, estar unidos en la caridad mutua? ¿Quién se atrevería a decir que se ame  a Cristo, a menos que se trabaje  con todas sus fuerzas en llevar a cabo los deseos de Él, que pidió a su padre que sus discípulos sean «uno»? ¿ Y no fue el mismo Cristo el que  dijo sus discípulos que la nota por la que se distingan  de los demás es el amor con que se amen :«En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos por los otros»? Todos los cristianos, añaden, debe ser como «uno «porque entonces serían mucho más potente en la expulsión de la plaga de la irreligión, que al igual que una serpiente se arrastra a diario cada vez más y se vuelve más, y se extiende sobre manera,  y se prepara para quitar al Evangelio toda su fuerza. Estas cosas y otras son las que aquellos hombres que que se conocen como pan-cristianos continuamente repiten y pregonan. Estos hombres, lejos de ser muy pocos y dispersos, han aumentado, y se han agrupado en diversas sociedades, la mayoría de ellas dirigidas por no católicos, y están imbuidos de diferentes doctrinas acerca de las cosas de la fe. Este compromiso se  promueve activamente en muchos lugares para ganarse  la adhesión de un gran número de ciudadanos, e incluso se apodera de las mentes de muchos católicos y les seduce con la esperanza de lograr una unión tal que sea agradable a los deseos de la Santa Madre Iglesia, que de hecho nada tiene más en el  corazón que atraer a sus hijos descarriados y llevarlos de vuelta a su seno. Pero en realidad debajo de estas palabras y lisonjas, seductoras mentiras, se  oculta  un error gravísimo, por el cual se destruye completamente los  fundamentos de la fe católica.

…  Y aquí nos parece oportuno exponer y refutar una cierta opinión falsa, en la que toda esta cuestión, así como el movimiento complejo por cual los no católicos tratan de llevar a cabo la unión de las iglesias cristianas. Los autores que están a favor de esto están acostumbrados, a publicitar estas palabras de Cristo: «Para que todos sean una cosa …. Y habrá un solo rebaño y un solo pastor», diciendo sin embargo que con estas palabras, Cristo Jesús se limitó a expresar una deseo y una oración, que aún carece de su cumplimiento. Ellos son de la opinión de que la unidad de la fe y el gobierno, que es una nota de la única y verdadera Iglesia de Cristo, no ha existido hasta ahora y tampoco existe en nuestros días. Consideran que esta unidad de hecho se puede desear y que puede incluso algún día ser alcanzada instrumentando las voluntades dirigidas a un fin común, pero que mientras tanto sólo se pueden considerar como mero ideal. Añaden que la Iglesia en sí misma, por su naturaleza, se divide en ramas; es decir, que se compone de varias iglesias o comunidades distintas, que aún permanecen separadas, y aunque tienen algunos artículos de doctrina en común, sin embargo, están en desacuerdo en relación con el resto; que todas gozan de los mismos derechos; y que la Iglesia fue una y única, a lo sumo, en la época apostólica hasta los primeros concilios ecuménicos.Las controversias por lo tanto, dicen, y las diferencias de opinión de  larga data que mantienen separados hasta el día de hoy a los miembros de la familia cristiana, deben ponerse totalmente a un lado, y las doctrinas restantes son una forma común de fe elaborado y propuesta para la creencia, y profesión en la que todos puedan no sólo conocer, sino sentir que son hermanos. Las iglesias o comunidades múltiples, si se unen en una especie de federación universal estarán  entonces en condiciones de oponerse fuertemente y con éxito el progreso de la irreligión. Esto, Venerables Hermanos, es lo que comúnmente se dice ….

(Papa Pío XI, Encíclica Mortalium Animos , nn 4,7;. El subrayado es nuestro)