La escenificación que durante tres años viene elaborando Francisco revela paradójicamente un plano de acción con claras intenciones que se delinea en medio a amplias zonas de incongruencia. Una de ellas queda patente con el gran problema del momento: el terrorismo.
Francisco, a veces, es hombre de retar desafiante, como cuando amonestó a los obispos mejicanos: “si tienen que pelearse peléense como hombres, a la cara“, o cuando afirmó en el vuelo a Manila poco después del atentado terrorista al indecente pasquín Charlie Hebdo: “pero, si el Dr. Gasbarri, gran amigo, ofende a mi madre, se lleva un puñetazo. Es normal. Es normal.”
La Santa Madre Iglesia, sin embargo, no excita el amor porteño de Bergoglio, cuyo sentido de la justicia en las horas que el fiel pueblo de Dios más lo necesita resulta más bien bisiesto. Todo se reduce a frases protocolares y a ideas tantas veces repetidas que no resultan difíciles de adivinar, como, por ejemplo, en las palabras de Lombardi después del horrible atentado de Lahore donde la mayoría de las victimas eran niños y mujeres que celebraban la Pascua en un parque de diversiones:
«Como el Papa afirmó el Domingo de Pascua, a pesar de que permanezcan estas manifestaciones horribles de odio, el Señor crucificado por nosotros y resucitado, siga dándonos el necesario coraje y esperanza, para construir caminos de compasión, de solidaridad con los que sufren, de diálogo, de justicia, de reconciliación y de paz”.(P. Lombardi, Radio vaticana, 28 marzo 2016)
¿Debemos entender con eso que la actitud correcta de los cristianos debe ser una conformada y pasiva disposición para dejarse masacrar, en el caso de que el diálogo no conmueva a los terroristas?
Inútil esperar que de los labios del Obispo de Roma salgan palabras como las de San Pedro: “Respeten a toda autoridad humana como quiere el Señor: ya sea al rey, porque es el soberano, ya sea a los gobernadores, como delegados por él para castigar a los que obran el mal y recompensar a los que practican el bien” (1Pe 2,13-14). Habría que preguntarle a Francisco si le parece que está bien que la policía belga y su homónima francesa se organicen contra el terrorismo y si él estaría dispuesto a dar palabras de ánimo y apoyo a quienes actúan para que esa justiciasea hecha a quienes tan injustamente sufrieron con ese brutal atentado, entre otras razones, para que no se repita. Pero mejor no preguntarle, pues seria darle oportunidad de decir otra de esas genialidades con que ya comienza a hartar a todo el mundo, inclusive a sus seguidores.
Las victimas de Zaventem y Maelbeek y sus familiares tendrán que contentarse con un acto colectivo de resignación, pues esa es la consigna del líder vaticano. En cuanto a los niños y mujeres despedazados en Paquistán, como a los supervivientes y parientes de las víctimas, ya podemos ir desistiendo, pues la consigna de Francisco es otra:
“Repito una vez más que la violencia y el odio homicida sólo conducen al dolor y a la destrucción; el respeto y la fraternidad son el único camino para llegar a la paz.
Que la Pascua del Señor suscite en nosotros, de manera aún más fuerte, la oración a Dios a fin de que se detengan las manos de los violentos, que siembran terror y muerte, y para que en el mundo puedan reinar el amor, la justicia y la reconciliación”. (Regina Coeli, lunes de Pascua)
El Vaticano parece ignorar que en este preciso momento se está dando una cruel persecución a la Iglesia en Oriente por parte del fanatismo musulmán, una agenda que incluye como paso previo a sus conquistas, la erradicación genocida de todos los católicos que en esos territorios son una gloriosa minoría. Durante la Pascua, nuestra liturgia rememora los primeros momentos de una Iglesia naciente que, gracias a su verdadero espíritu de fe y sobretodo a la acción del Espíritu Santo en Pentecostés, comenzó a arraigarse y expandirse hacia aquellos lugares donde ahora está siendo brutalmente martirizada y cruelmente erradicada. La postura de la Iglesia en Occidente en relación a sus hermanos de Fe Católica (distinción incómoda para cualquier bergogliano) es simplemente vergonzosa. Los relatos de sacerdotes y religiosos son claros y los hechos hablan por si solos. Desde el inicio de la guerra siria, hace cuatro años, el blanco predilecto durante la invasión de cualquier ciudad son los barrios cristianos y las iglesias, dato misteriosamente ignorado por Roma. Se multiplican escenas sumamente crueles que incluyen enterrar personas vivas, inclusive niños, para no hablar de decapitaciones y crucifixiones, además de las ya conocidas maravillas de la sharia islámica como amputaciones, lapidaciones y latigazos. Los llamados “nazarenos” o “nazirei”, como son despectivamente llamados quienes con orgullo dan testimonio de su fe y se alegran de ser así asociados a Jesús de Nazaret, crucificado y resucitado, no ocupan un debido espacio en las consideraciones vaticanas. ¿Por qué? Seguramente porque son datos incómodos que obstruyen el camino que lleva a la quimérica y soñada reconciliación, al tal diálogo donde seguramente y de acuerdo con la mitología platónico-sociológica bergogliana han de encontrarse finalmente todas las religiones. El terrorismo aguafiestas será un obstáculo, seguramente, pero no tan grande como para que no pueda ser superado con el uso de frases protocolares pre-fabricadas y divulgadas en documentos de la cancillería papal.
¿Y los marginados que viven en la periferia del martirio? Pues que sepan ofrecer en silencio su dolor para la realización del gran sueño bergogliano: un mundo donde nunca más se tengan que oír frases tan llenas de intolerancia como esta: “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.” (Gn 3, 15) Sí, porque en el mundo ideal bergogliano, no piensen que tendrá cabida un Dios que va poniendo por ahí enemistades… ¿Dónde queda la cacareada “cultura del encuentro” para eso Dios tan antipático?
Para comprender la filosofía que está por detrás de Francisco es necesario recordar varios estudios realizados anteriormente:
El encuentro es el puente para la paz
Una relectura del Evangelio a la luz de la cultura contemporánea
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Creo que el gran problema, de la cueva conciliar, se llama “Vatileaks 2”. Recibir dinero para dar audiencias, cobrar para hacer santos, cobrar para anular matrimonios, cuentas misteriosas que no justifican,. etc.
Casa de Oración. Dice Nuestro Señor., tanto en san Lucas, como en san Marcos, y san Mateo. Evangelio eterno. ¿Lo olvidaron?.
Abril 2016. Bertone se defiende:
http://www.clarin.com/mundo/Bertone-defiende-Treinta-cardenales-bellas_0_1550845250.html
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