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SAN ONÉSIMO


Saint Philémon accueillant saint Onésime. Bible historiale. Guiard des Moulins. XIVe.

San Filemón acogiendo a San Onésimo. Biblia historiada. Guiard des Moulins. s. XIV.

16 de febrero. San Onésimo, discípulo de San Pablo, obispo de Éfeso y mártir. 95.

Papa : San Clemente. emperador romano: Domiciano.

«Hemos vivido en este mundo en la simplicidad de corazón y la sinceridad para con Dios; no según la sabiduría de la carne, sino según la gracia de Dios.»
2ª a loa corintios, 1, 12.

Onésimo arrepentido de su fuga recibe los consejos de San Pablo para su vuelta a ver a su amo Filemón.

Onésimo arrepentido de su fuga recibe los consejos de San Pablo para su vuelta a ver a su amo Filemón.

Onésimo era esclavo de Filemón, personaje importante de Colosa de Frigia, convertido al cristianismo por San Pablo. Cuando huía de la justicia, después de haber robado a su amo, Onésimo entró en contacto con San Pablo, quien se hallaba entonces prisionero en Roma. El Apóstol lo convirtió y bautizó y lo envió a la casa de Filemón con una carta de recomendación. Según parece, Filemón perdonó y puso en libertad a su esclavo arrepentido y lo mandó reunirse de nuevo con San Pablo. Según cuenta San Jerónimo, Onésimo llegó a ser predicador del Evangelio y luego Obispo de Efeso por orden del Apóstol Pablo. Posteriormente, Onésimo fue hecho prisionero y llevado a Roma, donde murió lapidado.

Onésimo tuvo la dicha de saludar en Esmirna, a San Ignacio de Antioquía que iba hacia Roma par ser expuesto a las fieras. En su carta a los efesios, el mártir elogió la caridad del obispo de Éfeso.

El procurador de Asia, viendo que Onésimo, a pesar de la persecución, predicaba con valentía, lo hizo arrestar  y lo remitió a Tertulio, gobernador  de Roma, enemigo personal de Onésimo. Como  san Onésimo rehusase sacrificar a los ídolos, el gobernador lo hizo extenderse de espaldas,  mandó que le rompieran las piernas y los muslos con barras y lo mandó lapidar.

Eglise Saint-Onésime. Donchéry près de Sedan. Ardennes françaises.

Iglesia de San Onésimo.. Donchéry près de Sedan. Ardennes francesas.

San Onésimo es patrón de los servidores y de los criados domésticos. Su atributo es el bastón con el que le rompieron las piernas antes de su lapidación.

[Sigue un texto extractado de la Vida de San Pablo de Salvador Navarro]

Onésimo abre sus grandes ojos negros y escucha en silencio.

“Dios se hizo hombre  – prosigue Pablo –  se hizo esclavo y víctima, permitió lo crucificaran por amor a nosotros. Esclavo no es aquél que sirve a los otros, que carga cadenas y grilletes; pero sí el hombre que está a merced de sus pasiones, su orgullos, sus ambiciones y su sensualidad. Libre es aquél que es señor de sí mismo y solamente obedece a Dios y sus representantes. Él, Pablo, a pesar de encadenado (Onésimo contempla las cadenas que le ciñe las muñecas), se siente más libre ahora que hace treinta años atrás, cuando llevado por la ambición iba a Damasco para prender y matar a los discípulos del Nazareno.

El esclavo escucha pensativo tan extrañas palabras y acaba por hacer profesión de fe en el Cristo. Pide el bautismo.

Pablo toma con las manos encadenadas el tosco jarro de agua junto a la pared y deja caer el agua sobre la frente del catecúmeno en señal de consagración al Cristo.

Un ósculo de fraternidad cristiana termina la ceremonia en la cárcel de Roma. Pablo y Onésimo son hermanos  – la gracia de Dios nivela edades y condiciones sociales.

¿Y ahora? ¿Conservar al neófito consigo, en Roma? ¿Enviarlo a Filemón?

No. Para Pablo hay una firme correspondencia entre religión y moral. El paganismo divorciaba las dos cosas, yuxtaponiendo la una a la otra; aquí la religión, allá la moral. Un sujeto podía ser altamente religioso y al mismo tiempo profundamente inmoral  – tanto era así que había dioses morales e inmorales.

En Pablo, como en la vida de todo cristiano sincero y genuino, la moral o mejor, la ética, es la flor de la espiritualidad. Por eso, insiste Pablo con Onésimo, para que vuelva a Coloses, confiese su culpa, acepte el castigo y supla con duplicada fidelidad las faltas del pasado. En cuanto a la importancia de lo robado, Pablo se entendería después con Filemón.

Respeta el apóstol los conceptos sociales en vigor; no se juzga en la obligación de abolir la esclavitud de un día para otro. En vez de formarse como pregonero de un nuevo orden social y propugnar una súbita revolución de los usos y costumbres de la época, prefiere el prudente sociólogo preparar el terreno para una solución paulatina y suave del magno problema.

Hace ver a Filemón que, aunque dueño y señor de Onésimo, debe tratarlo como amigo, una vez que el siervo es de la misma naturaleza que su amo, y esto con dobladas razones, después que Onésimo se había tornado en su hermano en Cristo.

La intercesión de Pablo por el esclavo fugitivo es una obra prima de psicología.

“Por lo cual, aunque tendría plena libertad en Cristo para ordenarte lo que convenga, mas prefiero apelar a tu caridad. Siendo el que soy, Pablo, anciano y ahora prisionero de Cristo Jesús, te suplico por mi hijo, a quien entre cadenas engendré, por Onésimo, un tiempo inútil para ti, más ahora para tú y para mí muy útil, que te remito; a él, es decir, mis entrañas. Quería retenerlo junto a mí para que en tu lugar me sirviera en mi prisión por el Evangelio; pero sin tu consentimiento nada he querido hacer, a fin de que ese favor no me lo hicieras por necesidad, sino por voluntad”. (Epístola a Filemón 8-14)-

¡Qué hermosa escala de motivos!

El apóstol no hace valor su derecho, que tenía como padre espiritual de Filemón: solamente pide. ¿Quién es el que puede?

Primero: “Yo, Pablo”.

Segundo: “Yo, que soy viejo”.

Tercero: “Yo, el prisionero del Cristo”

Ruega ¿por quién?

“por mi hijo, Onésimo, que generé entre cadenas”.

Filemón, al oír el nombre “Onésimo”, así le parece a Pablo, arrugaría el entrecejo, y luego el apóstol acude con un gracioso juego de palabras, basado en la palabra “Onésimo” que quiere decir “útil”.

“Tiempo hubo en que fue inúitil  (un “no-Onésimo”), sin embargo, ahora es “útil” un “Onésimo” de verdad.

Y para romper la última resistencia o desvanecer el último vestigio de rencor de parte de Filemón, añade:

“A ti te lo someto. Acógelo como si fuera mi corazón”.

¡Era mucho pedir!

Después de identificar a Onésimo con su persona, pasa a nivelarlo con Filemón.

“Bien me podría prestar servicios en tu lugar, a favor del Evangelio; pero nada he querido hacer sin tu consentimiento”.

¡Cómo sabe el apóstol ser un caballero!

Y más aún: ve hasta en la fuga del esclavo un designio de Dios: escapó gentil y regresa cristiano. Huyó como un extraño y vuelve como un hermano en Cristo.

“Si en algo te ofendió o algo te debe, ponlo a mi cuenta. Yo, Pablo, de mi puño lo escribo; yo te lo pagaré, por no decir que tú mismo te me debes”.

Sin duda, Filemón sonrió en esta frase tan osada de crédito. ¿Con qué iba Pablo a pagar?

Observemos significativamente lo escrito por el apóstol. “El deudor eres tú y yo el acreedor: porque tú  te debes a mí, hipotecaste tu persona, cuando por medio de mí abrazaste el Evangelio e ingresaste en el reino del Cristo”.

Finalmente, promete Pablo visitar a su amigo en Coloses, después de que se vea en libertad: se invita a sí mismo, porque, entre amigos, hay comunión de bienes.“Prepárame posada porque espero ser restituido en virtud de vuestras oraciones”.

No se encuentra en la literatura antigua una carta que en gracia y delicadeza se compare con ésta.

El sublime teólogo del Cristianismo sabe ser también un excelente diplomático.

Sabe que la solución del problema social no está en medidas legislativas o policíacas, sino en la transformación de las almas, en la espiritualización del individuo por la fe y el amor.

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