8 de febrero. San Juan de Mata, sacerdote, fundador de la Orden de la Santísima Trinidad para la Redención de cautivos. 1213.
Siendo entonces: Papa, Inocencio III. Rey de Castilla, Alfonso VIII, el Bueno. Rey de León y de Galicia, Alfonso IX. Rey de Francia, Felipe II Augusto. Emperador de romanos germánicos, Otton IV y más tarde Federico III.
«Cuanto más perfecta es un alma, más se compadece de los sufrimientos de los demás » San Gregorio el Grande.
Vimos hace unos pocos días como en 1265 el español Pedro Nolasco fundador de la orden de la Virgen de la Merced orden de los mercedarios para el rescate de cautivos en manos de los sarracenos principalmente. No era, sin embargo, la primera orden fundada con carisma tal, pues sesenta y siete años antes, Juan de Mata fundaba en el mismo espíritu la Orden de la Santísima Trinidad para la redención de cautivos, generalmente conocida como orden de los trinitarios.
Juan de Mata según se le conoce en español, Jean de Matha en francés, Giovanni de Matha en italiano, nace en Faucon, probablemente Faucon de Barcelonette, aunque bien pudo ser Faucon Du Caire, en la Provenza francesa el 23 de junio de 1160. Tampoco es absolutamente cierto quién es su padre, si bien según los trabajos del P. J. Cippolone, podría ser el español Eufemio de Mata, señor de la zona al servicio de D. Ramón Berenguer, Conde de Provenza. Su madre se llama Marta y es la responsable de su educación en la fe y de su piadosa vocación. Tras estudiar filosofía en Aix-en-Provence y en Marsella, donde frecuenta la visita de los hospitales y las cárceles, y teología en el estudio de la catedral de París, precedente de lo que luego será la Universidad de la Sorbona, en este mismo centro imparte clases de teología entre los años 1190 y 1193.

Ordenación sacerdotal de San Juan de Mata. Vicente Carducho. Museo del Prado.
El panorama que toca vivir a Juan de Mata viene dominado por un enfrentamiento entre cristianos y musulmanes que genera un número ingente de cautivos y esclavos. El momento es favorable al islam. Por un lado, en Tierra Santa, en 1187 Saladino vence a los cristianas en Hattin y toma Jerusalén. Por otro lado, en el sur de Europa, en España, una nueva invasión musulmana, la de los almohades, con un ejército de 300.000 soldados, supone un serio revés para una Reconquista que va camino de cumplir cinco siglos.
En ambiente tal y mientras celebra su primera misa en París, el 28 de enero de 1193 Juan recibe una visión en la que se aparece Jesús vestido de blanco con una cruz roja y azul con las manos sobre “dos hombres encadenados por las tibias: uno negro y feo, y el otro blanco y pálido”, a la que sigue después la aparición de un ciervo blanco con una cruz roja y azul entre los cuernos, hechos que Juan interpreta como que Dios le llama a fundar una nueva orden religiosa para ocuparse del rescate de los cautivos a la que llama “Orden de la Santísima Trinidad para la redención de cautivos”. Cuando en más adelante Juan abra el hospital de Santo Tomás in Formis, de Roma, colocará en su fachada principal un mosaico circular, que aún hoy existe, en el que vemos a un Cristo Pantocrator, con dos hombres a los lados cogidos de los brazos, uno negro y el otro blanco, convertido desde entonces en el sello de la Orden de la Santísima Trinidad.
Tras un período de meditación en el lugar conocido como Cerfroid, hoy Brumetz, Juan se une a un grupo de cuatro ermitaños, entre los cuales Félix de Valois, canonizado también, con los que procede a la fundación, creando allí mismo la primera comunidad de trinitarios. A ella siguen la de Planels y la de Bourg-la-Reine. La orden se extiende con nuevas casas, en Marsella, en París, muchas en España, Avingaña (Lérida), Toledo, Segovia, Burgos… y manda a sus monjes al norte de África, a las tierras fronterizas española, y a Tierra Santa, donde abre casa en San Juan de Arce, Cesarea, Beirut y Jafa.

San Juan de Mata escribió la Regla de la Orden Trinitaria
El Papa Inocencio III hará mucho por la orden. Es el que aprueba la regla mediante Bula del 17 de diciembre de 1198, le da una carta dirigida al rey de Marruecos, con la que Juan realiza su primera redención de cautivos y en 1208 le dona una abadía cisterciense, cerca del Coliseo romano, Santo Tomás in Formis, que el Santo convierte en hospital para cautivos. Precisamente en él, a la edad de cincuenta y tres años, vendrá a morir Juan el 17 de diciembre de 1213, dejando para entonces una treintena de comunidades trinitarias. Un relato anónimo de la primera mitad del siglo XIII relata su vida.
Mediante bula de 21 de octubre de 1666, el Papa Alejandro VII lo canoniza, Clemente IX aprueba su misa y oficio propios y Clemente X fija su fiesta el 17 de diciembre. Se veneran sus restos en el convento de los trinitarios de Salamanca, adonde llegan el 26 de agosto de 1674. La fecha de su muerte fue el día 17 de diciembre en 1213, fecha también de la aprobación de su regla en 1198. Su fiesta actualmente es el 8 de febrero. Se da la circunstancia de que celebran los trinitarios también este año (2014) otro centenario, en este caso el cuarto: el de su gran reformador, el español San Juan Bautista de la Concepción.
Texto de Religión en Libertad.
Añadimos que a la gloriosa Orden Trinitaria, en su Orden Tercera, pertenecían dos figuras célebres por sus profecías, muchas de ellas ya cumplidas, y otras quizás por cumplir en nuestros tiempos. Me refiero a las beatas coetáneas romanas, Isabel Canori Mora y Ana María Taigi.

Ana María con el sol en donde vea hechos coetáneos y futuros ocultos a todos
Ana María fue llamada «única entre los fastos de la santidad» por el papa en su bula de beatificación. Fue en efecto única por sus dotes proféticas impresionantes en que anunciaba lo visto en aquél sol que casi nunca la abandonaba. Por cierto en el día de hoy en que conmemoramos la festividad del fundador San Juan de Mata, no está de más decir que Ana María vio en el mismo momento en que sucedió el asesinato del Superior General de la Orden. Igual sucedió con la muerte de Napoleón en la isla de Santa Elena. Ella lo supo en la misma hora en que sucedía y así lo comunicó. Las nuevas llegaron a Roma un mes más tarde: Napoleón había muerto en su destierro. Pero los que trataban con ella lo sabían con un mes de antelación.
Ana María ha profetizado la elevación al trono pontificio de un papa santo coronado por los mismísimos San Pedro y San Pablo, claro indicio de la perdida Sucesión Apostólica y de la cuasi desaparición de la Iglesia Visible, que comprobamos en nuestros días.
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