[Es republicación]
El misterio de la iniquidad ya está entre nosotros …
Un gran texto, de absoluta actualidad, en este tiempo en que amenazan «castigos»; el más terrible de ellos, «próximo a la condenación eterna» la ceguera espiritual .
Están en negrita o en color los pasajes y expresiones que me han producido las reflexiones más pertinentes y las oportunas meditaciones sobre el estado actual del mundo, sobre la falsa iglesia y sobre la errada y falsa tradición, cosas todas en las que la ceguera espiritual, verdadero castigo, muestra con toda evidencia que el misterio de la iniquidad ya está obrando entre nosotros …
Pierre Legrand.
la justicia de dioS

Leonardus Lessius S J. (1554-1623)
¿QUIEN conocerá la grandeza de tu ira? ¿Hasta dónde llegará el terror de tu venganza? (Salmo 89.13) ¿Quién podría sopesar la magnitud y la multitud de los suplicios que preparas para los pecadores, y que tu Omnipotencia les infligirá a su debido tiempo?
Porque así como Tu Misericordia es infinita, tu Justicia también lo es. Ella se manifiesta de infinitas maneras, no sólo en la otra vida, sino también en ésta, que sin embargo, es propiamente, el tiempo de la Misericordia, para que todos los hombres aprendan a temerte y para que a quienes no les conmueve tu Suavidad se conmuevan por tu Rigor.
Tú nos has dado conocer tu Justicia y tu Cólera contra el pecado cuando, por un sólo pecado, lanzaste del cielo al infierno a tantos miles de ángeles incomparablemente más excelentes que todos los hombres, y los has condenado al castigo eterno sin ninguna esperanza de perdón. Tu Justicia no se detuvo ni ante el gran número de ellos ni ante la excelencia y belleza de su naturaleza ni ante la excelsitud de su genio que poseía una penetrante intuición de todas las cosas. Tú no has reparado en las alabanzas, las bendiciones, el reconocimiento, el honor y la gloria que podías obtener de ellos por toda la eternidad si hubieras perdonado ese pecado. Por muy grande que haya sido la pérdida de un ser tan bello, obra maestra de tus manos, y de la gloria que podía procurarte Tu preferiste perder todo ello antes que perdonar ese único pecado.
Tu Justicia de nuevo resplandeció en tu cólera contra el pecado, cuando, como castigo de la culpa de nuestros primeros padres has despojado a toda la humanidad de la justicia original y de la felicidad del primer estado, y la has condenado a incontables miserias e incluso a la muerte. Tu sabiduría sabía que a consecuencia de este castigo, una multitud infinita de hombres se condenarían; y, sin embargo, por el pecado de nuestros primeros padres, Tú permitiste todo esto en sus descendientes . ¿Quién no se espantará del abismo de tus juicios?
Tú eres, en verdad, un Dios grande y terrible, infinitamente excelso y levantado por encima de todas las criaturas, Tu eres infinitamente suficiente frente a toda alabanza, toda gloria y toda felicidad y no tienes necesidad de nuestros servicios y nuestra alabanza, o de los servicios de los ángeles , pero demandas una sola cosa: que se obedezca a Tu Voluntad .
Tú has mostrado igualmente tu cólera contra los pecadores cuando en castigo del pecado, enviaste el diluvio de las aguas, con el que destruistes todo el género humano, a excepción de ocho personas, destinadas a repoblar el mundo, purificando así la tierra manchada por los crímenes. Tu ira estalló de nuevo cuando con una lluvia de azufre ardiente caída del cielo, has consumido totalmente y reducido a cenizas a Sodoma y las ciudades vecinas con sus habitantes, dando así a los hombres en esta vida, una imagen del fuego eterno que Tú has preparado para los pecadores no arrepentidos después de la muerte.
Cuatrocientos años más tarde, tu cólera hizo también estragos entre los egipcios, cuando oprimían a tu pueblo con una servidumbre injusta. Viéndoles persistir, con su príncipe, en su obstinación, a pesar de las terribles y misteriosas plagas con que los heriste, los sumergiste en las aguas del Mar Rojo.
Ni siquiera has dispensado a tu pueblo, elegido entre todo s los pueblos. Tu mandaste que los rebeldes fueran tragados vivos por la tierra o consumidos por fuego del cielo , o exterminados por la espada. Y, en castigo a su pecado de murmuración, lo condenaste a vagar durante cuarenta años en las ardientes arenas de la horrible soledad del desierto.
Después, bajo los Jueces, permitiste que, por sus pecados, fuera derrotado seis veces por sus enemigos, arrastrado a la esclavitud, gimiendo bajo el peso de toda suerte de desgracias.
Por último, para castigar los pecados de la humanidad, a menudo la has castigado por medio del hambre, la guerra, el fuego, las tormentas, las inundaciones, y los terremotos. Porque, así como todo esto no pasa donde no existe el pecado, así también es justo que abunde el rigor de las calamidades en castigo de los pecadores, para que los hombres, azotados por los golpes de tu mano, sean juiciosos y vuelvan contentos a tu sumisión. Tú no sólo vengas los pecados con calamidades externas, sino también con las internas y espirituales, quitando a los pecadores Tu luz y la Protección de Tu gracia, permitiendo que sean así empujados por el demonio a todo tipo maldad. Este castigo es uno de los peores, ya que está próximo a la eterna condenación. De esta manera permites que los gentiles, es decir, casi todo el mundo, haya entrado y persista en los caminos de la iniquidad, y el demonio como príncipe y dios de este mundo, reine en él, y sea honrado y amado en todo el mundo como dios verdadero.
Así es como has condenado a tu pueblo por sus crímenes, y sobre todo porque rechazó el amor de Jesucristo, tu Hijo, que es el verdadero Dios, y crucificó a Aquel que es la Verdad. Tú lo has condenado a estar privado de tu gracia, y permites que los demonios lo sigan esclavizando con el espíritu del error y la ceguera. De la misma manera, has abandonado, por sus crímenes, y sobre todo por su herejía a algunos reinos cristianos y los has entregado a la infidelidad y a los demonios .
Estos son los juicios de tu justicia y el salario de la deserción de los impíos: que los que te abandonan a Ti y a tu doctrina sean a su vez abandonados por Ti y entregados a las ilusiones de los demonios, para que tomen las tinieblas por luz y la luz por oscuridad, para que rechacen el bien como mal y abracen el mal supremo como si fuera el bien supremo . Aunque este castigo sea el mayor de todos en esta vida, sin embargo, como no es visible y no se siente, no nos preocupa, y en lugar de tenerlo como castigo, se tiene por una bendición. Ésta es prueba de una extrema miseria.
Por estos castigos y otros con que castigas los pecados en esta vida, Tú muestras tu Ira y tu Justicia. Pero, ¿quién podrá explicar los tormentos, aflicciones, y miserias, que has reservado a los pecadores impenitentes en la otra vida, cuando des rienda suelta a tu ira, y ya no haya lugar para Tu Misericordia? Allí estarán encerrados en una profunda prisión donde todo produce terror. Allí, estarán inmersos en un lago de azufre y fuego. Allí, los cuerpos amontonados arderán como leña seca en un estanque de azufre. Allí habrá llanto y rechinar de dientes por la tortura del dolor y por la impaciencia. Allí, bajo horribles formas monstruosas, los demonios, revestidos de un cuerpo de luz, ejercerán su crueldad contra los infelices condenados. Allí, habrá en el cuerpo un dolor extremo, y en los sentidos, terribles aflicciones. Allí, el alma transida de una tristeza incomprensible y de una profunda desesperación, comprenderá la pérdida infinita que ha sufrido, la enormidad de sus males, y particularmente comprenderá la eternidad en la que todas estas pérdidas y estos males se sentirán sin sombra de mitigación. ¡Oh eternidad! Bien Infinito para los justos, mal infinito para los malvados! …. ¿Quién, al meditar estos castigos, no quedara completamente horrorizado? ¿Quién no huirá de estos grandes males para conseguir llegar al puerto seguro de la salvación, despreciando desde el fondo de su alma las riquezas, los placeres y los honores de este mundo? ¿Quién no entrará en el camino angosto de la salvación? ¿Quién no tendrá como la mayor locura, el exponerse por amor de lo terreno, que sólo dura un instante, al riesgo de una eternidad desgraciada?
«Yo, Señor te suplico, por Tu Bondad y Misericordia infinita, por los méritos y misterios de tu Santísima Humanidad, que alejes de mí esa locura. Ilumina mi espíritu con la luz y saludable sabiduría de tus elegidos, a fin de que este resplandor me permita conocer con mayor claridad la gravedad del pecado que merece tan terrible castigo. Concédeme, Dios mío, que piense con frecuencia con toda la fuerza de mi espíritu, en la miseria de los condenados, y que profundice saludablemente, en el océano inmenso de malicia que hay en el pecado mortal, que puede así inundar mi alma y cuerpo de tan terrible mar de miserias; en fin, que me esfuerce en evitarlo y en agradarte, porque es el precio a pagar para huir de este supremo mal, y tender eficazmente al Bien Supremo.
Leonardus Lessius SJ (1554-1623). «Los Nombres Divinos».
Texto tomado y traducido de la versión francesa ( del original latino) de CatholicaPedia
del tratado de las perfecciones divinas
capítulo xiii : La Justicia de Dios. Pąginas 294-303
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Por Fin se dieron cuenta, no hay pensar en nada, solamente Rezar, en Rezar esta todo lo que Él Señor quire
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