[Decimos en España que “De dinero y santidad” la mitad de la mitad”. Algo así podría decirse de los escritos Novus Ordo, que siempre se quedan en la mitad del recorrido que debieran hacer. Casi siempre se quedan en la falsa posición de “resistencia”.
Van saliendo algunos del Novus Ordo que se ponen en una clara actitud de “resistencia” al “Sumo Pontífice” justo en aquellas cosas que a ningún católico le asiste el derecho a hacerlo. Antes deberían pasar por el no reconocimiento del “Papa”. Eso es lo que hizo San Bernardo en sus furibundos ataques contra Anacleto II el judío infiltrado que llegó para desgracia de la Iglesia al Sumo Pontificado con la anuencia de los únicos 16 cardenales que poco antes habían elegido al verdadero papa. Los cardenales se volvieron de la elección hecha alegando una supuesta insania del Pontífice. Quizás fueron también sobornados por el falso Pontífice a quien habían reconocido en toda Italia.
Después de negarle el supuesto papado eran admisibles los fuertes dicterios del Santo contra su persona.
Parece que todo esto es olvidado por algunos prominentes Novus Ordo.
Por lo demás el artīculo es digno de loa, muy bien escrito, y muy acertado. Sólo que llega un poco tarde y además sin el reconocimiento de la sedevacancia en la falsa iglesia (Viganò dixit)
El artículo lo tomo del blog Ex Orbe del cura sevillano, blog últimamente un tanto ralentizado. ]
CÁTEDRA HERIDA
Lo mismo podría haber titulado ‘cátedra enferma’ o ‘cátedra débil’ o ‘cátedra insegura’ o ‘cátedra móvil’…Todo esto se me venía al pensamiento mientras rezaba esta mañana el oficio de la fiesta de la Cátedra de San Pedro, tan desprestigiada -¡y con cuánto dolor lo digo!- desde aquel 13 de Marzo, cuando la ridícula escena de la loggia delle bendizioni preludió la lamentable situación que padecemos por obra y desgracia del ocupante de esa Sede, que debería ser roca firmísima y no pozo de confusión y máquina de derrumbe.
Si en la médula de la identidad católica está el reconocimiento y confesión sagrada de esa Sede y del Romano Pontífice que la ocupa y desde ella rige en santidad y caridad a la Santa Iglesia confirmando y sosteniendo la fe católica de los fieles católicos, cuánto le pesa a un católico fiel, con cuánta pena escribe quejándose de la incuria que padece esa Sede Sagrada. Ocho años se van a cumplir, ocho años de confusión, decadencia y demolición, ocho desgraciados años que están marcando uno de los periodos más oscuros de la Historia de la Santa Sede.
En el sermón de San León Magno que la liturgia del oficio presenta como meditación, se dicen cosas como esta: «….El Señor le respondió a Pedro: Tú eres Pedro», esto es: Yo soy la piedra inquebrantable, yo soy la piedra angular que hago de los dos pueblos una sola cosa, yo soy el fundamento fuera del cual nadie puede edificar; pero también tú eres piedra, porque por mi virtud has adquirido tal firmeza, que tendrás juntamente conmigo, por participación, los poderes que yo tengo en propiedad (…) Sobre esta piedra firme -quiere decir- edificaré un templo eterno, y la alta mole de mi Iglesia, llamada a penetrar en el cielo, se apoyará en la firmeza de esta fe (…) al confiar semejante prerrogativa, no sin razón se dirige el Señor a uno solo, aunque hable para todos, la autoridad queda confiada de un modo singular a Pedro porque él es constituido cabeza de todos los pastores de la Iglesia…».
Y el versículo de Lc 22,32: «Pedro, yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos.»
Vivir unos tiempos en que el sucesor de este Pedro declina el título de Vicario de Cristo y confunde, no confirma, enreda, no ata ni desata, desgobierna, no rige con autoridad sagrada e incontestable. Unos años en que la voz del Pastor de los pastores se vuelve una palabra común, una inter pares, sinodalizando en fragmentos la unidad y solidez de la Cátedra Petrina; ser católico bajo este torcido cayado, es pesado, es amargo, es un aciago vivir el catolicismo avistando un horizonte proceloso que se echa encima de la barca de Pedro.
Pero «el poder del infierno no la derrotará», clama la profecía del Señor. Y el alma se serena, y el ánimo se revigoriza aun sabiendo que hay un poder infernal que nos quiere derrotar, y que cada día sentimos su arremetida.
Y quien tenía que ser firme patrón de la barca y Cabeza visible del combate, ni guía, ni confirma, ni lucha, ni alienta para vencer, ni enardece para glorificar.
Prefiere dialogar y emparentar a todos con todos en un idílico edén, un jardín selvático, un pantanal tan inadecuado para cimentar una Sede que reclama por institución divina, una roca firme, piedra de un verdadero Pedro.
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